Y yendo un poco más lejos, aún podríamos considerar otros planos: el emocional, el mental, e incluso, e independientemente del sistema de creencias que cada cual tenga, el espiritual es también parte esencial de nuestra naturaleza humana... Y todos ellos están totalmente fusionados y en continua interacción formando parte de un todo indisoluble - lo de separarlos es un mero recurso didáctico para facilitar su entendimiento. Lo que quiere decir que cualquier alteración, sea al nivel que sea, podría acabar repercutiendo tarde o temprano sobre todos los demás, si no tomásemos ninguna medida para evitarlo. Y esto implica, y es algo que deberíamos tener muy presente, que la enfermedad no es el síntoma, ni el conjunto de ellos.
Tratamiento integrativo de la enfermedad
La enfermedad es un proceso que empieza en una pérdida de equilibrio bien sea a nivel mental o emocional, anterior, en todo caso, a cualquier manifestación fisiológica. El síntoma entonces no es más que la consecuencia final, la materialización de una falta de coherencia.
Por esta razón, a la hora de abordar cualquier problema relativo a la salud de la forma más breve, eficaz y resolutiva posible, se plantea la conveniencia de un tratamiento integrativo, con una perspectiva global que abarque todos estos aspectos. Que sume sinergias, añadiendo al tratamiento fisiológico de la medicina convencional, un acompañamiento emocional, fundamental sobre todo para que nos ayude a entender el origen, el momento en el que se produjo el desequilibrio y el mensaje que nos transmite la enfermedad.
La terapia energética (las opciones son innumerables: acupuntura, auriculoterapia, microcorrientes magnéticas o electromagnéticas, reiki, homeopatía, etc.) constituye otro apoyo muy importante para que los síntomas más resistentes, tanto en patologías agudas como crónicas, empiecen a remitir, con la gran ventaja de que son tratamientos sin apenas contraindicaciones ni efectos secundarios.
De no ser así, si nos limitamos simplemente a curar síntomas, a tratar la enfermedad sólo en su manifestación más superficial, existe el riesgo de que la causa permanezca sin resolver, de que sigamos en estado de conflicto, aunque sea a nivel subconsciente. Y pese a que pueda observarse una mejoría, cabe la posibilidad de que nuestro organismo encuentre otra vía de expresión para trasmitirnos de nuevo su mensaje de alarma. Porque la enfermedad es la búsqueda por parte de nuestra biología de una solución a un estado de desarmonía o como dijo Carl Gustav Jung:
El síntoma es el esfuerzo que la Naturaleza hace para sanar al hombre.
Carl Gustav Jung
El enfoque energético
Entendido este concepto, el enfoque energético de la salud nos ofrece, además de una amplia gama de poderosos tratamientos, una ventaja que implica una evolución fundamental desde una medicina sintomática a una medicina preventiva.
Esto se ha hecho posible especialmente desde que los últimos avances de la tecnología han puesto en nuestras manos dispositivos, con los que a través de pruebas inocuas y no invasivas es posible medir, reconstruir y visualizar prácticamente “aquí y ahora” el campo electromagnético humano.
Y es un hecho particularmente interesante porque, como ya se demostró a lo largo del siglo anterior gracias al trabajo de grandes científicos como Alexander Gurwitsch, Albert Szent-Györgyi, Harold Burr, Robert O. Becker, Herbert Fröhlich, James L. Oschman, Fritz-Albert Popp... es la energía la que dirige y organiza todos los procesos metabólicos y bioquímicos que se dan en nuestro organismo a nivel celular. Dicho de otra forma, y en muy resumidas cuentas: la energía es previa a la materia.
Este descubrimiento aparentemente simple tiene una enorme trascendencia: el análisis del campo electromagnético humano viene a ser una especie de escáner de “tendencias” en lo que a salud se refiere.
Si un análisis de sangre nos da una visión global de nuestro estado en parámetros fisiológicos (nivel de azúcar, colesterol, glóbulos blancos, hemoglobina, hierro...), el campo electromagnético nos da una visión igualmente global pero basándose en parámetros energéticos: estrés, simetría, equilibrio de órganos, reservas... lo que implica poder detectar si hay algún valor fuera de los niveles óptimos que nos ponga sobre aviso. Es decir, un patrón energético que estuviera alterado nos permitiría ver, en personas que hasta el momento es posible que no hubieran presentado ninguna sintomatología más allá del cansancio o el estrés, qué órganos o sistemas, bien por exceso o bien por defecto de energía, podrían llegar a desencadenar una disfunción - suponiendo que la situación desequilibrante se perpetúe en el tiempo sin tomar medidas al respecto.
Éste, tal como preconizaba Richard Gerber en su libro “La curación vibracional”, es un paso importantísimo que además de liberarnos de la carga de sufrimiento que conlleva la enfermedad, da pie a tratamientos más sencillos, más breves, más inocuos y menos costosos, puesto que siempre va a ser más fácil corregir un desequilibrio energético que sanar una enfermedad.
Y otro factor no menos importante, el paciente pasa a ser parte más activa y responsable de su salud. Una vez que accede a esta información, de él, de su voluntad, su coraje, su iniciativa y su disposición a posibles cambios en su estilo de vida va a depender que, una vez descubierto su conflicto pueda evolucionar y recuperar el estado de coherencia, salud y bienestar.