1. Autoengañarse
No tengo tiempo, Es que es muy difícil, No es el momento…
Si esa persona no sabe reconocer sus miedos y bloqueos es su responsabilidad, no la tuya. Te generaría mejor energía que te dijera “Me encantaría abrir un negocio, pero no tengo narices”, pero todavía no es capaz.
Si te molesta que constantemente esté poniendo excusas para dejar de emprender los proyectos que aparentemente desea con todas sus fuerzas pero que irremediablemente no puede, quizás sea una buena señal para ti.
Para empezar, eres capaz de detectar sus frenos y además, seguramente esté conectando con algún momento de tu vida en que tomaste esa actitud que ahora te crispa. Si es así, implica que ya lo has superado y tu mirada retrospectiva te hace contemplar con rechazo aquella actitud que en su día adoptaste. Si no fuera así, probablemente podrías empatizar sin recelo con tu amigo Ya, te entiendo, me pasa lo mismo….
2. Negar los sentimientos
No me afecta, jaja, ahora ya me da risa, Que me da igual eh pero… ¿tú ves normal que el otro día…. Percibes que aquel comentario le ha herido o que aquella situación no la ha superado en absoluto, pero pretende dar una imagen de fortaleza que te molesta.
¿Has intentado parecer fuerte en algún momento en que no te hayas sentido así? Quizás tu crispación venga de ahí. Si le respondes con un tajante Pues no parece que te de tan igual puedes acabar metido en un berenjenal. ¿De qué te sirve convencerle de que no es así si el primero en sentirlo es él?
Desde la lógica, sería más oportuno enfadarte contigo mismo por aquellos episodios en que has fingido indiferencia cuando has sentido dolor y sentir lástima por el otro, que a pesar de sentirse herido, pretende simular que no.
3. Juzgar
Yo soy incapaz de hacer eso o Yo no lo aguantaría.
Puede que se dedique a criticar algo que él mismo ha hecho y te preguntas ¿Cómo se atreve a hacerlo si él también pasó por esto?. Pues precisamente porque, por desgracia para él, no lo ha resuelto y te está hablando desde su dolor.
O puede que no vea más allá de sus narices y su nula capacidad empática le impida respetarte. Por desgracia, este tipo de personas sólo logran hacerlo mejor cuando:
a) Les pones un ejemplo con nombres y apellidos que le toquen de cerca (Imagínate que Pablo se deja de hablar con tu hermano Nico…) o
b) Esperas a que la imprevisible vida les obsequie con una situación similar para que descubran sus nuevas facetas y que el Nunca digas nunca es un valioso dicho.
5. Desaprobar los cambios de opinión
¿Pero no decías que no volverías a llamarle?
El otro día estuviste haciendo una disertación sobre ese tema y el camino que ibas a tomar y hoy, por increíble que parezca, ¡estás diciendo lo contrario!
Tu amigo, ofendido, te hace saber que el tiempo que invirtió en aconsejarte fue inútil, además de recalcarte su desacuerdo con el camino al que has optado.
Podrías preguntarle algo así como: ¿Alguna vez has hecho caso a algún consejo si no lo has sentido? Indudablemente, sea quien sea, la respuesta es un rotundo No.
Te aconsejó y apoyó porque quiso y, en ningún caso, su aparente altruismo te obliga a serle fiel en sus directrices. La decisión de implicarse y prestarte ayuda es suya y la de hacer con sus consejos y tu vida lo que desees es tuya. A esto se le llama ejercer el derecho de libertad, el que implica tener derecho a cambiar de opinión cuando se quiera.
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