La pérdida de empleo, una ruptura de pareja, el padecimiento de una enfermedad grave, un accidente de tráfico, la pérdida de un ser querido, la dificultad para la conciliación de la vida personal, laboral y familiar, el no cumplimiento de expectativas vitales... La somatización es la expresión física del malestar psicológico.
Nos preocupamos mucho de la salud física y nada de la emocional cuando es un pack indivisible. Separados pero conectados, cuerpo y mente deben estar en consonancia. La Sociedad Española de Psiquiatría manifestó en 2015 que los trastornos somatomorfos se manifiestan en el 28,8% de la población, seguidos por los trastornos de ansiedad con un 25,6%. Es curioso cómo la mente nos avisa de que 'algo no va bien' a través del cuerpo.
Una gripe tras terminar una época de exámenes, un resfriado al acabar un periodo de trabajo sin apenas descanso, mareos y/o angustia después de un largo tiempo sintiéndote decaído, ansiedad o fiebre tras aguantar una situación incómoda para ti pero que formaba parte de tus obligaciones, los dolores de cabeza inesperados, los hombros cargados tras aguantar temporadas de tensión, náuseas y vómitos a raíz de situaciones de nervios..., etc. Todos hemos somatizado alguna vez inconscientemente, cada uno a raíz de sus propias circunstancias.
Un ejemplo real de los efectos prolongados de la somatización son las personas diagnosticadas con depresión que no nos saben explicar por qué la padecen. No tienen un motivo claro, no hay un detonante, incluso pueden ser personas aparentemente felices. El acto de somatizar es solo el principio de una afección emocional no gestionada correctamente. Si esta no se reconoce y se cuida, pasará a ser un episodio depresivo y terminará convirtiéndose en una enfermedad seria.
Muchas veces tratamos con situaciones que se escapan a nuestro poder y/o entendimiento y simplemente debemos aprender de ellas y aceptarlas. Pero es lo más difícil. Dominar la mente es un aprendizaje que dura toda la vida. Desde que somos niños y tomamos consciencia empezamos a aprender. Asimilamos que no siempre se obtiene lo que se quiere, que hay que esforzarse para alcanzar los objetivos que nos fijamos y, sobre todo, que debemos confiar en nosotros mismos.
Estas herramientas base son necesarias para, posteriormente, lidiar con las situaciones difíciles que nos toque vivir. Pero no todo el mundo retiene o desarrolla estas habilidades y no todos los problemas físicos se solucionan físicamente. La vía fácil para curar estas afecciones son los ansiolíticos y antidepresivos. Pero son medicamentos que solucionan el problema de forma momentánea.
Para solucionar los problemas de salud emocionales hay que aprender a tratarlos desde el interior. Aplicar estrategias para afrontar el estrés, técnicas de relajación, desarrollar habilidades para gestionar de forma más efectiva las emociones o fomentar una autoestima positiva. Por supuesto que supone más esfuerzo y tiempo para quien sufre de somatización, pero es la única vía válida y permanente para acabar con este tipo de afecciones que nublan la mente y anulan físicamente.