Trampas mentales
Aprender a tomar conciencia de los sentimientos, cómo surgen y cómo emplearlos creativamente, es una habilidad esencial para toda la vida, pues nos guía hacia la felicidad.
Hace un siglo, William James planteaba una hipótesis verdaderamente sorprendente sobre la naturaleza de la emoción y del sentimiento. Su intuición sobre el alma humana sólo ha tenido como rival a Shakespeare y Freud. Considere el lector sus pa-labras:
"Para mí es imposible pensar qué tipo de miedo sentía, si no estuviera presente la sensación de latidos acelerados, respiración entrecortada, o sensación de labios temblorosos, cólicos abdominales o piernas debilitadas. ¿Puede alguien imaginar la rabia, sin sentir que el pecho estalla, la cara se ruboriza, los orificios nasales se dilatan, los dientes se aprietan y el impulso hacia la Enfermedad Emocional acción vigorosa se desencadena? ¿Puede sentirse la ira con los músculos relajados, la respiración calmada y una cara plácida?"
Con estas palabras, muy adelantadas a su tiempo, James creó el mecanismo esencial para comprender la emoción y el sentimiento. Ambos son el puente entre la razón y los procesos más primitivos de regulación biológica. En términos sencillos, el cerebro se parece a un edificio de tres niveles, en el primer nivel está el tallo cerebral cumpliendo con las funciones más primitivas: instintos de comer, dormir, respirar y latir el corazón en forma automática. En el segundo nivel está el sistema límbico o cerebro emocional y en el tercer nivel, está la corteza cerebral con el pensamiento más evolucionado, el lógico y el creativo.
Las emociones y sentimientos unen estos dos mundos, la mente con el cuerpo. La mente prepara trampas para las emociones y el cuerpo las somatiza y las convierte en enfermedades. Las trampas más comunes son las siguientes:
Trampa 1: reprimir las emociones La mente tiene dos formas extremas de preparar la trampa, en un extremo se encuentran las personas que viven reprimiendo sus emociones; en el otro extremo, están aquellas personas que exageran sus emociones. La incapacidad de expresar emociones o de reprimirlas se ha ligado a varias enfermedades psicosomáticas desde un dolor de cabeza como la migraña, hasta una subida de presión arterial o infarto del corazón.
Si uno le pregunta a esas personas cómo se sienten, ellas contestan que bien, no importando si por dentro se las está comiendo la rabia. La mente cons-ciente no se da cuenta pero la otra mente, la subconsciente sí, porque ella está dolorosamente al tanto de todo lo que sucede. La represión es no hablar de la emoción, no expresar con su cuerpo cuánta rabia, miedo o tristeza se tenga; es decir, estoy bien de la boca para afuera y por dentro tengo ganas de golpear a la persona que me agredió.
La tensión contenida en emociones negativas, como rabia, tristeza o miedo no se pueden disipar en forma consciente, pero si concentrar la energía reprimida en el cuerpo, la cual se va acumulando hasta que aparece la enfermedad. Las emociones negativas no hacen daño si se saben expresar y controlar. Ejemplo, cuando se muere un ser querido lo natural es que se sienta tristeza y dolor; si no se llora, si no se manifiesta el duelo, la herida no podrá sanar. La impotencia es una actitud de incapacidad, la persona es víctima de la emoción reprimida. Por ejemplo, Mariana conside-raba que enfurecerse no era una actitud correcta, de modo que siempre frenaba su furia. Su actitud produjo incontables situaciones que sólo hacían aumentar su ira, ella permitía que la gente abusara de ella y la convirtiera en víctima.
Mente: soy lo que pienso La represión trabaja en el tiempo, acumulando sentimientos negativos, como el resentimiento en el caso de la rabia y concluyendo con la enfermedad psicosomática. En el dicho popular "los hombres no lloran" está descrito el inicio de la represión emocional. En muchas culturas se le enseña al niño varón a no llorar porque sólo las niñas derraman lágrimas, con el paso del tiempo, el niño se convierte en adulto, en hombre, y en su mente sigue grabado el mandato "los hombres no lloran". Por lo tanto, no se da el permiso para expresar su tristeza en momentos importantes de la vida como la muerte de la madre; así, su corazón se puede desgarrar de dolor y le da un infarto al no poder expresar su tristeza. El corazón llora lo que no pudieron hacer sus ojos. Darse cuenta, es el primer paso, para no caer en esta trampa.
Trampa 2: manifestación exagerada de las emociones La manifestación exagerada es la trampa opuesta a la represión, la persona está fundida en la emoción. Hay un dicho popular que dice: ¡Ella no tiene ira, es pura ira! En este estado se pierde el control, el in-telecto está ofuscado y los impulsos más primitivos son los que prevalecen, pudiendo la persona cometer una locura con ella misma o con el agresor. Generalmente, la mujer es excesivamente emocional y el hombre demasiado racional, él está menos acostumbrado a expresar sus emociones y más a controlarlas.
Sólo aceptando nuestras reacciones ante nosotros mismos y frente a otros, podemos distinguir las malas jugadas que nos hace el ego en el caso de la exageración emocional.
Del libro Soy lo que Pienso
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