Si hay algo que me gusta es entrar a Instagram y observar ( cotillear) lo que la gente desayuna, “tostadas con aguacate y plátano”, lo que preparan para comer “ensalada de quinoa con tofu marinado” , lo que tienen de merienda “pudín de chia y sésamo” o sus saludables cenas a base de “quinoa con lo que sea…”
He de confesar que siento cierta envidia, pues a pesar de que en mi despensa tengo chía, sésamo, jengibre, cúrcuma y quinoa, además de algún que otro aguacate en mi nevera, no consigo hacerme consumidora de estos llamados superalimentos.
Y por otro lado pienso, que tal vez este privando a mi familia de los estupendos beneficios que todos ellos aportan. Estas dudas me asaltan cada día, pues cuando acudo al supermercado observo que las estanterías empiezan a estar repletas de ellos…es más hasta cuando voy al mercado local de mi barrio veo que allí también los ofrecen, hasta caramelos de jengibre…
Por ello he decidido que la mejor manera de despejar y aclarar dudas es buscando información para extraer mis propias conclusiones.
¿Qué es un superalimento?
Como es normal he acudido a internet buscando la definición científica o legal de superalimento y primera sorpresa, no existe…al parecer el prefijo super es comercial, no proviene de ningún estudio científico que otorgue dicho calificativo a ningún alimento concreto.
Lo más que he llegado a encontrar es una definición “comercial”, que más o menos viene a decir, que un superalimento será aquel que concentra una gran cantidad de nutrientes. Como veis, bajo esta premisa cualquier alimento se puede considerar superalimento pues hasta el más sencillo de los alimentos contendrá en mayor o menor medida nutrientes.
Chía, sésamo, cúrcuma, bajas de goji, arándanos, maca, lino, camu camu, kale… todos con nombres bastante exóticos además de traídos de muy lejos, están considerados o metidos en el concepto superalimento.
Lentejas, garbanzos, guisantes, coliflor, ajos, alcachofas, nueces, fresas, naranjas, plátanos…tambien son superalimentos,
están cargados de nutrientes, que nos ayudan a prevenir enfermedades con la única diferencia que sus nombres estamos hartos de repetir cada día y los encontramos muy cerca de nosotros, en nuestras huertas, producto local.
Estudios científicos de los “superalimentos”
Ciertamente se hacen estudios científicos de casi todos los alimentos y superalimentos, de los cuales se extraen conclusiones, muchas veces precipitadas, que la mayoría de veces son llevadas a la población general, por personas que no están preparadas para entender el contexto en el que se llevan a cabo este tipo de estudios, y a los que realmente les mueve únicamente el interés por comercializar dichos superalimentos.
Estos estudios científicos se realizan en laboratorios con extractos puros del nutriente contenido en el alimento, con dosis muy elevadas del mismo, con periodos de ensayo cortos, con pocas personas o solo se hacen pruebas en animales, todo en condiciones muy distintas y alejadas de nuestra forma de vida real.
Esto no está mal, los estudios son tremendamente importante que se lleven a cabo, lo que no se puede hacer es interpretarlos según intereses particulares por personas no preparadas para ello.
De hecho los estudios sirven en muchas ocasiones para abrir nuevas lineas de investigación, que puedan llevar a resultados mucho más concluyentes.
En ningún caso estoy rechazando a los llamados superalimentos, creo que tal vez seria mejor denominarlos alimentos a descubrir, por lo menos en nuestro país, puesto que la mayoría son muy conocidos y usados en sus lugares de origen.
Lo que por otro lado, no debemos engañarnos pensando que el consumo de estos, nos va a curar, rejuvenecer, adelgazar o depurar…
Si nuestra alimentación es un desastre el tomarnos un yogur con semillas de chía, sésamo, lino…y arándanos no va hacer que compense o equilibre tu salud.
Si te comes por ejemplo,una hamburguesa con sus patatas fritas por mucho que le incluyas una saludable ensalada con quinoa, esta, no hará que la comida se vuelva más saludable, por mucho que a la quinoa se la quiera considerar como superalimento.
Yo, consumo superalimentos…
No estoy en contra para nada de estos modernos alimentos, de hecho como os he comentado al principio los tengo por casa y cuando me acuerdo, por ejemplo preparo una crema de verduras y le añado un poquito de jengibre y a la paella en lugar de añadir colorante artificial ,mal llamado azafrán, ahora lo sustituyo por cúrcuma.
Después de reflexionar, me he dado cuenta, que tampoco pierdo nada por no consumirlos pues tan superalimento es el aguacate como el aceite de oliva virgen extra que desayuno cada mañana en mi tostada, tan saludable son los platos de legumbres que preparamos en casa como la quinoa que pudiese preparar cualquier familia de Perú, de donde es realmente originaria y su uso es de lo más normal.
Tan saludable es comerse un buen puñado de fresas como un buen puñado de superarándanos, o unas buenas nueces que unas semillas de sésamo.
Superalimento no es magia
La moda de los superalimentos para mí es criticable cuando desplaza por ejemplo a los alimentos de temporada, o cuando somos capaces de pagar más por ellos haciéndonos creer que son más saludables y supuestamente atribuyéndoles cualidades mágicas, que van desde adelgazar hasta curar cáncer.
Y para concluir, los superalimentos no existen, puesto que a día de hoy, ningún alimento por si solo obrará milagros sobre nuestra salud.
De manera que si eres consumidor de estos alimentos haces bien y si no lo eres también haces bien, tanto en un caso como en otro, nuestra alimentación se debe basar en el uso continuado de frutas, verduras, legumbres, frutos secos…no excluyendo ni desplazando a ningún alimento, esto será lo único que nos va a garantizar una buena salud.
Nueva sección en el blog…
Pues a pesar de que alguien después de leer esta entrada pueda creer que no me gustan los superalimentos he pensado crear una nueva sección en el blog en la que iremos tratando de vez en cuando alguno de ellos, de modo que los conozcamos mejor y de ese modo, si nos apetece, podremos ir introduciéndolo en nuestra alimentación.
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