Hay temporadas en las que tenemos hambre todo el día y lo pasaríamos comiendo a todas horas si fuese posible. ¿Te ha pasado? No es raro, tener esa sensación de que comamos lo que comamos siempre comeríamos más. Existen varias explicaciones para ello, veamos las más probables.
Duermes poco:
Cuando se duerme mal, existen dos hormonas que se alían contra ti, son las que regulan el apetito, por un lado la hormona se incrementa la acción de la hormona del apetito, por otro lado, se reduce la segregación de la hormona de la saciedad.
Si dormimos mal necesitamos un extra de energía, pero no de cualquier alimento, nos vamos derechitas a tomar carbohidratos y alimentos dulces.
Has comido muchos dulces:
Cuando comemos dulces como pasteles, tartas y cosas así, no nos basta con uno, el organismo nos sigue pidiendo más. Esto es debido a los carbohidratos simples que se encuentran en los dulces, los dulces, los cuales nos producen un pico de azúcar en sangre, que a su vez nos produce más hambre y ganas de seguir comiendo dulces.
Te saltas comidas:
Este error lo cometemos mucho porque queremos adelgazar o como poco no engordar, pero cuando nos saltamos una comida el estómago se queda vacío durante mucho tiempo, lo que hace que en la próxima comida se nos dispare la hormona del apetito llamada grelina, y comamos el doble de lo necesario, por eso lo mejor es hacer cinco comidas diarias con raciones pequeñas.
Comes demasiado rápido:
Si comes muy rápido, no das tiempo al cerebro de enviar la señal de que ya estas saciada, por lo que seguirás comiendo aún sin hambre. Hay que comer despacio masticando bien.
Comer más proteínas:
Las proteínas tienen la capacidad de saciar el hambre ayudándonos a mantener a raya el apetito hasta la próxima comida. Se cree que las proteínas suprimen de alguna manera el apetito.
No comemos suficiente grasa:
Si has leído bien, por muy a dieta que estés tienes que tomar grasas insaturadas, como aceite de oliva, o algunos frutos secos como por ejemplo tres nueces al día. Este tipo de grasas “sanas” también ayudan con la sensación de saciedad. Además de que el organismo necesita de ellas para su buen funcionamiento.
Estamos estresadas:
Si estamos estresadas, los niveles de ansiedad se disparan, y producimos más cortisol y adrenalina, que son las hormonas del estrés, él apetito empieza a dispararse, y la serotonina del cerebro disminuye y podemos sentirnos hambrientas aún cuando no lo estemos.
Estamos deshidratadas:
La deshidratación es muy fácil confundirla con el apetito. Sentimos sensación de hambre cuando lo que realmente lo que necesitamos es agua. Esta confusión se produce por que el hipotálamo es la región del cerebro encargada de regular tanto el apetito como la sed.De ahí una de las necesidades e tomar ocho vasos de agua al día.
Por lo tanto ya sabéis: cinco raciones de comida al día, ocho vasos de agua y…Un poco de ejercicio, es la receta mágica para estar y sentirnos bien.
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Un saludo
Mari Carmen
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