Llega el verano y aumentan las matrículas en los gimnasios, las salas de musculación están repletas y proliferan las dietas que nos prometen perder esos kilos de más, deshacernos de nuestros michelines y lucir la silueta que tanto deseamos.
Y no tengo nada en contra de los ejercicios ni de la alimentación saludable. De hecho, yo misma voy cada día al gimnasio y cuido lo que como. Pero la pregunta que debemos hacernos es: ¿por qué me he apuntado al gimnasio y estoy controlando mi dieta? O, mejor dicho, ¿para qué lo estoy haciendo?
Y tú, ¿por qué te cuidas?
Tenemos que ser sinceros con nosotros mismos y averiguar cuál es nuestra motivación real, ¿Seguiremos yendo al gimnasio una vez pasado el verano? ¿Cuidamos nuestra alimentación para lucir ese bonito bikini que nos hemos comprado? ¿Nos machacamos en el gimnasio para sacar músculo y lucir tipazo en la playa o en la piscina?Motivación intrínseca y motivación extrínseca
Todo lo que hacemos, lo hacemos por algún motivo; es decir, hay una causa que nos lleva a realizar determinadas acciones o tomar determinadas decisiones. Es lo que conocemos como motivación.Tomamos decisiones y realizamos acciones porque esperamos obtener determinados resultados: un beneficio, una recompensa, la aprobación de los demás, nuestra propia satisfacción,...
La cuestión está en cuál es nuestra motivación real porque dependiendo de cuál sea nos dará una información u otra sobre nuestra autoestima.
A lo largo de mi experiencia profesional, me he encontrado con personas que se han vuelto esclavas de dietas rigurosas y de ejercicio extremos, rayando incluso en la obsesión, para conseguir el cuerpo de aquella modelo, para entrar en una talla 38 o para lucir tipazo en la playa. Y esta conducta no sólo es propia de las mujeres, como siempre se ha creído, también hay muchos hombres que llevan su cuerpo al límite para lucir “tableta” y tener una buena musculatura.
Cuando el ejercicio y la dieta se vuelven una obsesión y su finalidad es tener un cuerpazo, gustar a los demás, la motivación es puramente extrínseca. Lo que estamos haciendo es basar nuestra autoestima en nuestro aspecto físico. No aceptamos nuestro cuerpo y queremos cumplir unos cánones de belleza que marca la industria de la moda.
¿Qué sucede entonces? Que en realidad, a pesar de hacer ejercicio y de llevar una dieta, no estamos cuidando realmente nuestro cuerpo, incluso a veces, es tan fuerte el ansia de gustar, que machacamos demasiado a nuestro organismo, llevándolo al límite y llegando a extremos que pueden suponer un riesgo para nuestra salud.
En estos casos, como os decía, la motivación es extrínseca porque buscamos agradar a los demás o encajar con un determinado patrón de belleza. Es propio de personas con una baja autoestima, con inseguridades y complejos que no se gustan a sí mismas.
Si lo que nos motiva es gustar los demás y tener su aceptación, deberíamos trabajar nuestra autoestima y la aceptación de nosotros mismos porque el agradar o el encajar en un determinado cánon de belleza nunca ha ser el motivo por el que hacemos ejercicio o dieta. En primer lugar, porque la baja autoestima nos afectará a otras áreas de nuestras vidas y no tenemos el control sobre la misma pues estamos dando el poder a los demás. En segundo lugar, puede acabar volviéndose una actitud enfermiza porque nunca vamos a gustar a todos y porque la obsesión por agradar nos puede llevar a hacer dietas muy estrictas o a hacer un ejercicio exagerado para el que nuestro organismo no esté preparado.
La motivación intrínseca es la que debe estar detrás del ejercicio.
Una buena autoestima implica entre otras cosas cuidar nuestra salud. Y para ello, tanto el ejercicio físico como la dieta juegan un papel importante porque mantienen nuestro organismo al asegurarnos todos los nutrientes y vitaminas necesarios y mantener el colesterol a raya. Evidentemente, como consecuencia también tendremos mejor aspecto físico porque evitaremos esos kilos de más, nuestro cuerpo estará tonificado y nos veremos mejor.
Pero la razón última no es la apariencia ni el agradar a los demás, sino que el motivo que nos lleva a practicar ejercicio y a llevar una alimentación equilibrada es cuidar nuestra salud. Es algo que hacemos por nosotros mismos, porque nos queremos y deseamos estar sanos.
En este caso, como lo prioritario es nuestra salud, no llevaremos nuestro cuerpo al límite ni haremos dietas draconianas, sino que escucharemos a nuestro cuerpo, seremos conscientes de nuestras limitaciones y de nuestras necesidades y, por tanto, actuaremos con criterio y responsabilidad.
Por ello, si estás pensando en apuntarte a un gimnasio, ir a correr o hacer una dieta, te dejo unos tips para que la experiencia sea beneficiosa y no pongas en riesgo tu salud:
Pregúntate cuál es tu verdadera motivación. ¿Lo haces para gustar a ti mismo o para sentirte más saludable?
Déjate guiar por profesionales, búscate un entrenador físico y un nutricionista que te asesoren en función de tu edad, condición física previa, enfermedades, necesidades,...
Fíjate objetivos realistas. No puedes pretender perder peso o tonificar tu cuerpo de un día para otro.
Sé constante y disciplinado. La regularidad y la constancia son tus aliados para mantenerte en forma y saludable.
Escucha a tu cuerpo. Recuerda que tu objetivo es estar sano y no tener necesariamente una talla 38; por tanto, respeta tus ritmos y no machaques tu cuerpo porque tu salud se verá perjudicada.
Si a pesar de estos tips, sigues obsesionado con tu aspecto físico y eres de las personas que necesitan machacarse a base de ejercicio y de dietas porque no aceptan su cuerpo y piensan que su autoestima depende de su apariencia, te aconsejo que busques ayuda profesional para trabajar tu autoimagen y tus inseguridades. Recuerda que tu salud está en juego.
Nota: El artículo ha sido publicado originalmente en Saludterapia.