Las dietas y las modas son uno de los factores que nos llevan a todos a no saber ni lo que tenemos que comer. Cada determinado periodo de tiempo, los medios de comunicación nos bombardean con alguna dieta nueva y milagrosa. La polémica no tarda en aparecer y adeptos y detractores, cada cual con sus argumentos, defiende dicha dieta a ultranza o la critica con vehemencia.
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Mientras tanto, el resto de humanos que lo más que sabemos de nutrición es una pirámide en la que aparecen todos los grupos de alimentos, miramos a uno y otro lado como si de un partido de tenis se tratara.
Además, todos recordaremos el comunicado de la OMS al relacionar la carne roja y la procesada con el cáncer. Tras el revuelo que produjo, dicha organización indicó que no había que dejar de consumir este tipo de carne, pero sí reducir su ingesta.
Y es que, siguiendo con los grandes clásicos, en el término medio está la virtud. No es que la proteína de animal sea mala, es que su exceso puede acarrear consecuencias negativas para nuestra salud. A continuación, te explicamos algunas de ellas.
Consecuencias negativas del abuso de la proteína animal en nuestra salud
Osteoporosis y cálculos renales. Por un lado, las personas que ingieren demasiada proteína animal, tienden a excretar más calcio a través de la orina, lo que quiere decir que nuestro nivel de calcio disminuirá, aumentando por tanto el riesgo de padecer osteoporosis. De hecho, se ha visto que en aquellos países donde la ingesta de proteína animal es baja, la prevalencia de osteoporosis en mucho menor.
Por otro lado, esa misma secreción de calcio en la orina, afecta a tus riñones, ya que se forman cálculos renales, lo que se traduce en un dolor insoportable, y mejor no hablamos del momento de expulsar el cálculo, pero te puedes hacer una idea de lo doloroso que es.
Dificultades renales. Las dietas altas en proteínas animales aumentan la absorción de nitrógeno. Por ello, los riñones deben trabajar más para poder expulsar todo ese exceso a través de la orina, pudiendo llegar a su desgaste.
Enfermedades cardiovasculares. Muchos tipos de carne suelen contener grasas saturadas. Como la mayoría de nosotros sabrá, un exceso de grasas saturadas hace que nuestro colesterol aumente, generando enfermedades cardiovasculares.
Pero esto, dicho así, parece que nos toca de lejos, cuando en realidad no es ninguna broma. Tener el colesterol alto, no es nada más ni nada menos que tener las arterias taponadas. Esto produce que la sangre, que entre otras cosas transporta oxígeno, no llegue bien a las diferentes partes de nuestro cuerpo, lo que nos puede causar serios daños como isquemias o infartos.
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Obesidad. Muy ligado con el punto anterior, al contener ese tipo de grasa y tener tanto aporte calórico, si consumimos demasiado de este tipo de proteína, puede hacernos más propensos a la obesidad.
Cansancio y cefaleas. Otra de las sustancias que contienen un exceso de proteínas animales es el amoníaco. Sin ahondar en explicaciones técnicas, si alguna vez has limpiado con amoníaco, habrás podido comprobar que no te sienta muy bien. Si estamos expuestos el suficiente tiempo, comenzaremos a tener dolores de cabeza y/o náuseas. Cuando está en nuestro interior ocurre lo mismo.
Cáncer. Como todo lo bueno se hace esperar, la consecuencia más polémica la hemos dejado para el final. En concreto, se hace referencia no a la proteína animal, sino a la carne, más específicamente. Tanto la grasa de la carne como su proteína, están relacionadas con una mayor probabilidad de padecer algunos tipos de cáncer, sobre todo de colon.
Entonces, ¿las proteínas animales son malas?
Ante todo, la relación entre proteína y enfermedad que acabamos de exponer, es siempre dentro de un consumo excesivo de la misma. Si el consumo se mantiene dentro de unos límites normales, las proteínas animales tienen beneficios, y muchos. Aquí te mostramos algunos de ellos.
Fortalece las defensas. Favorecen la acumulación de aminoácidos esenciales, como por ejemplo la lisina, implicada en la absorción de calcio y creación de anticuerpos.
Buena defensa contra la anemia. Constituye un gran aporte de hierro previniendo la anemia y el bajo índice de glóbulos rojos, que afecta a una buena circulación.
Aumento de masa muscular. Esto no solo te interesa si haces deporte, sino también si quieres recuperarte de una lesión más fácilmente, puesto que contribuye a la regeneración muscular.
Buenos antiinflamatorios. Los aminoácidos que liberan, por ejemplo la glicina, tienen efectos antiinflamatorios, por lo que, en la misma línea que el punto anterior, ayudan a recuperarse de las lesiones.
Mejoran la digestión. El consumo de caldo de pollo, carne de res o pescado, nos ayuda a tener una mejor digestión debido a la liberación de fósforo. Asimismo, también mejora nuestro sistema óseo.
¿La carne procesada también es carne?
Y lo mismo podríamos preguntarnos con el pescado. Aquí debemos tener criterio y diferenciar que no es lo mismo comerse un filete que mortadela de pavo. Si leemos las etiquetas de todos aquellos productos procesados como la mortadela, el jamón cocido o palitos de cangrejo, veremos que se les añade una gran cantidad de químicos que no parecen muy buenos para nuestra salud. Por lo tanto, deberíamos fijarnos en la calidad del alimento cuando hacemos esa asociación entre proteína animal y enfermedad.
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En definitiva, la misma cosa en diferentes cantidades, puede tener efectos opuestos para nuestra salud. Como decíamos al principio, todo se basa en consumir cualquier tipo de alimento en su justa medida. Pero, ¿dónde está esa medida? No te vuelvas loco, no tienes que empezar a hacer complicados cálculos matemáticos, simplemente utiliza el sentido común y escucha a tu cuerpo, que es quien mejor te va a decir qué le sienta mal y qué no.