Pero, ¿cómo poner orden en nuestra siempre agitada mente? ¿Acaso es siquiera posible hacerlo? La respuesta no solo es afirmativa, sino que tiene nombre propio: meditación mindfulness. Se trata de una técnica cuya práctica constante y progresiva va restaurando la calma y paz mental con la que nacimos y que fuimos perdiendo a medida que teníamos experiencias con el mundo. Y es importante aclarar que no se trata de anular la personalidad, restringir la propia identidad o cualquier otra interpretación en esta línea.
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Por el contrario, la práctica de la meditación va deshaciendo los nudos mentales que han establecido los miedos y traumas del pasado, liberando el estado de paz absoluta que potencialmente se encuentra en cada uno de nosotros. Desde la psicología se entiende el mindfulness como la conciencia que surge al prestar atención de manera intencionada al momento presente y que se caracteriza por ser un estado desapegado, carente de juicios o evaluaciones y sustentado por la percepción constante de todos los procesos mentales: sensaciones físicas, emociones y pensamientos.
Beneficios del mindfulness
Numerosos son los estudios que se han realizado para tratar de conocer de forma científica que la práctica de la meditación tiene en los cerebros de quienes la practican. Cabe destacar los realizados a Matthew Ricard, un doctor en genética molecular que, después de obtener dicho grado, se hizo monje de budismo tibetano. Su condición de científico occidental converso a una religión oriental como el budismo, religión cuya práctica central es la meditación, lo convertían en el sujeto perfecto para estudiar los efectos de la práctica.
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Para ello, los investigadores examinar las regiones cerebrales relacionadas tanto con las emociones positivas como con las negativas, y los resultados fueron asombrosos. Descubrieron que los valores que hacían referencia directa al nivel de felicidad de Matthew eran desmesuradamente altos respecto a la media del resto de personas. Además, los científicos pudieron constatar que Matthew tenía una capacidad muy elevada para controlar los espasmos y movimientos reflejos que los músculos del cuerpo producen como respuesta a estímulos fuertes o sobresaltos, así como para detectar las pequeñas expresiones faciales que producen las emociones fugaces.
Resulta inspirador conocer la capacidad que el ser humano posee de manera innata para alcanzar un estado mental de plena felicidad, paz y compasión. La meditación mindfulness permite a todas las personas encontrar y experimentar esta verdad dentro de sí mismas, y son solo ellas quienes pueden hacerlo.
Aprender mindfulness
Para comenzar a recoger los frutos de la meditación hemos de practicar con constancia y perseverancia, pero esto no es nada fácil. Somos humanos y no nos gusta hacer nada voluntariamente que nos vaya a producir incomodidad física o mental. Además, la inmensa mayoría de nosotros tenemos la costumbre de estar haciendo alguna actividad en todo momento o estar distraídos con algo. Aprender a meditar requiere una gran determinación y disciplina, pero si bien es cierto que al principio no resulta sencillo armarse de estas virtudes, a medida que vayamos practicando y descubriendo lo maravilloso que resulta experimentar la calma y paz del mindfulness, irán surgiendo por si mismas.
Cuanto más veces nos sumerjamos en las profundidades abisales de nuestra mente para recoger las perlas de la paz y felicidad que allí yacen, mayor será nuestra capacidad pulmonar y más fácil nos resultará con el tiempo. No obstante, durante nuestras inmersiones podemos hallarnos con trozos de nosotros mismos que nos pueden llegar a evocar sentimientos negativos, como envidia, vergüenza o desesperación. Es crucial entender que, al principio –incluso después de muchos años de práctica– será imposible evitar que surjan pensamientos de este tipo en nuestra mente. Y es que, para empezar, el cerebro es un órgano diseñado por la evolución para pensar y, además, cuando el ego ve amenazada su supremacía en nuestra mente, comienza a quejarse de mil y una formas para intentar que dejemos la práctica.
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No debemos desanimarnos, sino más bien llenarnos de la compasión que brota espontáneamente de nosotros mismos al darnos cuenta del modo en que sufrimos al vivir apegados a objetos, entes y realidades subjetivas que están sujetas al cambio y, por tanto, a la extinción. De este modo, con tesón, vamos purificando nuestra mente –y, en consecuencia, nuestro espíritu– en un proceso que comienza siendo duro, pero que acaba tornándose dulce.
Técnica de mindfulness
Antes de comenzar conviene establecer el tiempo que vamos a dedicar a la práctica en cuestión, aunque sean unos pocos minutos. Puede parecer algo limitante e, incluso, que le quite el sentido a practicar una técnica que nos va a devolver la paz y la felicidad. Pero precisamente por este motivo hay que darle la importancia que se merece, ya que de otro modo es probable que no adquiramos la imprescindible disciplina de la que hablábamos antes.
Así pues, podemos comenzar dirigiendo toda la atención y concentración que nos sea posible a nuestro flujo respiratorio, sintiendo como el aire entra y sale a través de las fosas nasales al mismo tiempo que procuramos ir acompasando las inspiraciones con las espiraciones. Como bien decíamos más arriba, será inevitable que surjan pensamientos que nos distraigan. En cuanto detectemos que alguno aparece, dejamos que se vaya del mismo modo en que apareció, sin juzgarlo ni evaluarlo.
Existen otros puntos sobre los cuales posar nuestra atención, pero el quid de la cuestión es concentrarnos en cualquiera que sea el soporte elegido para meditar.
En conclusión, la meditación podrá permitirte parar, y experimentar de primera mano los beneficios de llevar una vida consciente y saludable. De esto mismo trata el método Crear Salud, que te ayudará a establecer nuevos hábitos en tu día a día, no solo para que empieces a meditar, sino para aprender a nutrirte adecuadamente y llevar una vida activa.
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