La mayor parte de estas bacterias no son perjudiciales para nuestra salud, de hecho en su mayor parte son beneficiosas y nos ayudan a:
protegernos de enfermedades, ejerciendo el llamado ?efecto barrera? que impide la entrada de microorganismos patógenos en nuestro organismo
facilitar la digestión de los alimentos, fermentando aquellas sustancias que no son digeribles (como es el caso de la fibra)
favorecer la absorción de algunos elementos como calcio, hierro y magnesio
incluso realizan algunas funciones metabólicas importantes para nuestro organismo (como es el caso de la sintesis de la vitamina K2).
Cuando nacemos, somos completamente estériles (las bacterias aún no colonizaron nuestro organismo) y ya a las pocas horas, nuestro aparato digestivo comienza a ser colonizado por una serie de microorganismos. Inicialmente proceden de la flora vaginal y gastrointestinal de la madre, y se va completando con organismos que entran por la boca. La leche materna juega un papel muy importante en esta etapa ya que favorece el crecimiento de las bifidobacterias. Tras el destete aparece una ?flora de transición? que va evolucionando hasta llegar a la ?flora del adulto?.
La alteración o desequilibrio de la flora intestinal impide que se den estos efectos beneficiosos y puede tener efectos negativos para la salud. Los destructores más comunes de esta flora son los antibióticos, el estrés, y el consumo de café, tabaco y alcohol.
Más adelante os hablaré más en detalle de cuáles son estos destructores y de cómo mantener nuestra flora intestinal en equilibrio.