Decía que el causante número uno de que no cumpla mis objetivos, es el ruido.
Y algunos dirán, ¿qué es el ruido? ¿a qué te refieres?
Es muy sencillo.
Todo lo que es complicado, es ruido.
Si lees a los más grandes maestros, como Buda, Jesús, Lao Tsé, Patanjali, los estóicos, te darás cuenta cómo sus mensajes son siempre sencillos. Al grano. Sin florituras.
Por eso miles de años después se siguen entendiendo, y mientras el ser humano siga siendo humano se comprenderán y resultarán útiles para nuestro desarrollo.
¿Quieres aprender a meditar, desarrollar tu conciencia, acercarte a la realidad tal cual es?
Puedes hacer cien cursos de meditación y pagar rigurosamente las últimas APPS de moda para meditar y puedes decir que eres profesor de mindfullness, o puedes sentarte, tratar de no moverte, y llevar tu atención a tu respiración.
¿Nada más?
Nada más.
Cuando le preguntaron a Buda si podía resumir toda su enseñanza, respondió: haz el bien. Evita el mal.
Cuando le pregunté a Macarena Estévez, (una de las entrevistadas en el podcast que iniciaré en unas semanas y que su nivel de eficiencia casi roza la locura), por su secreto de productividad, ella respondió: por la mañana apunta tres cosas que vas a hacer. Hazlas.
Puedes conocer las últimas técnicas de productividad. Puedes leerte cincuenta libros. Puedes invitar a expertos.
O puedes escribir por la mañana tres cosas en un papel.
La verdad, la esencia de las cosas, es siempre sencilla de comprender.
El problema es la capa de mentira que tenemos encima de todo, ese es el ruido. La verdad es tan poderosa y tan evidente que hace falta mucha mentira para taparla.
¿Quieres ser feliz? conecta con la fuente de lo que eres.
¿Quieres ganar mucho dinero? crea algo valioso para los demás y ofréceselo a menudo.
¿Quieres tener un buen cuerpo? ayuna, medita, aliméntate con productos salidos de la naturaleza, muévete, levanta tu propio peso.
¿Quieres tener buenas relaciones? queda con las personas, no las juzgues, ámalas.
¿Quieres saber cómo amar? conecta con la fuente de lo que eres.
¿Quieres saber cómo conectar con la fuente de lo que eres? siéntate. Trata de no moverte. Lleva tu atención a tu respiración.
¿Nada más?
Nada más.