La paciencia es un árbol de raíces amargas y frutos muy dulces. Esta frase vale la pena que la recuerde cuando esté metido en lo mas profundo de la corriente de mi vida cotidiana, donde el ritmo al que suceden las cosas me hace incluso llegar a exigir resultados inmediatos de acciones recién tomadas.
La analogía no puede ser mas acertada y la vida se ha encargado de hacérmelo ver en múltiples ocasiones, poniendo al alcance de mi mano esos frutos para tomarlos en el momento en el que yo así lo decida, esperando ver si mi paciencia es lo suficientemente fuerte como para esperar el tiempo necesario para que éstos maduren y prácticamente en mis manos para poder saborearlos.
He de confesar que la paciencia ha sido, y aún es, una de las virtudes mas complejas de manejar para mi; muchas veces he arrancado esos frutos antes de tiempo esperando ver la recompensa por los tragos amargos y el esfuerzo, frustrándome al obviamente no encontrar lo que esperaba.
Algunas otras ocasiones esos frutos han caído sobre mi mano incluso de forma inesperada, regalándome algunos de los sabores mas dulces de la vida y recordándome que el esperar no es lo mismo que hacer nada y que los resultados es mejor dejarlos madurar a su propio tiempo para que éstos se manifiesten por si solos sin forzar nada.
Es un arduo trabajo el de poder dominarme a mi mismo y frenar esos impulsos por acelerar las cosas, sin embargo me hace feliz el saber que no es imposible y que, así como lo he logrado en otras ocasiones, con un poco mas de práctica puedo llegar a dominarlo, entendiendo que el punto clave de la paciencia no es aguantarlo todo sin chistar hasta que llegue un punto de quiebre sino liberarme de las cargas emocionales que me son innecesarias y que me hacen abandonar mi estado de paz. O dicho de otra forma: La paciencia es lograr mantener mi estado de paz no importa que.
Así que a tener paciencia, lo demás solo será el resultado ineludible de mi esfuerzo empeñado en él.
Feliz #Día64, #301togo