¿Y por qué ocurre esto?
Desde nuestra tierna infancia, nos han hecho creer que podemos controlar ciertas cosas, creciendo con determinados epígrafes que han ido marcando y forjando nuestro desarrollo “no llores”, “sé fuerte”, “si tienes un examen, no te pongas nerviosa”. Recuerdo una anécdota una vez estando en la cola de una farmacia, que una madre le estaba diciendo a su hija “no tienes que llorar por eso…”. La niña lloraba porque después de haber estado entrenando todo el año para el partido final, resulta que se había lesionado la mano y no podía jugar. Seguramente mientras leemos estas palabras, a todos nos resulta normal la actitud de la niña y el que se sintiera triste, ¿pero cuántos de nosotros hubiéramos actuado de la misma forma que esa madre? Y es que parece que todos tenemos de forma cultural impregnado el cartel de “nosotros podemos”. Pero seguramente confluiréis conmigo que este hecho trae consigo una herramienta de doble filo. Estamos transmitiendo, que todo depende de nosotros mismos, como si estuviera asociado a nuestra voluntad, cuando en muchas situaciones de la vida esto realmente no funciona así.
¿Podemos dejar de sentir dolor cuando alguien nos abandona?¿Podemos eliminar de nuestra mente ciertos pensamientos que nos atormentan en nuestro día a día?
De tales interrogantes se deriva el término: “control”, y este concepto en sí es tremendamente paradójico, porque en realidad es más bien una percepción subjetiva que objetiva. Desde esta perspectiva insto al lector a realizar el siguiente ejercicio “Imagínese que decide marcharse de viaje, ¿qué cree que podría controlar del mismo?”. Seguramente el lector, piense “los billetes de avión, las excursiones, el equipaje…” y si le digo que han cancelado el vuelo, que algunas de las actividades planeadas no las puede hacer por condiciones climatológicas determinadas y que han perdido su maleta durante la facturación… ¿puede que le desmonte algunas de las ideas previas?¿realmente es posible controlar ciertas cosas en la vida?
Sabemos que si hiciéramos una pirámide tipo iceberg, en un lado estarían las cogniciones, en otro las emociones y finalmente se dispondrían las conductas. En principio si “yo obligo a alguien a dejar de pensar en algo, es difícil que lo consiguiéramos, por ejemplo que deje de pensar en el número 5…seguramente tal dígito se impregnaría una y otra vez en nuestra mente…” o si por ejemplo me obligo a dejar de sentir ciertas emociones por otra persona, es fácilmente posible que igualmente no lo consiga… Por lo que parece que tenemos poca capacidad de control y elección en lo que concierne a nuestros pensamientos y emociones y más margen en base a nuestras conductas. Si alguien que queremos estuviera en peligro, seguramente correríamos todo lo que nos dieran las piernas para salvarle la vida.
Es bien sabido que aunque nuestra percepción sea que controlamos casi cualquier cosa, la realidad parece darnos otra cara, que algunas veces nos puede descolocar e incluso perturbar. Entonces ¿no controlamos nada?Si realmente hemos indicado que una de las sensaciones más desagradables para el ser humano es sentir que no tiene dominio sobre lo que le rodea y la evidencia parece confirmarnos que así es ¿qué podemos hacer, nos rendimos o seguimos intentando controlar todo?
Pues la respuesta es algo intermedio. Todo no es blanco o negro. Como decía Wilson y Luciano en su libro Terapia de Aceptación y Compromiso “la cuestión con el control de las cogniciones y de las emociones no es que sean necesariamente incontrolables, lo que se plantea es el reconocimiento de que de acuerdo con su experiencia, en ciertos contextos, el control parece inviable e incluso destructivo”.
Si lo trasladamos a nivel práctico, puede que a veces queramos controlar ciertas cosas en alguna de las áreas de nuestra vida, y sin embargo, precisamente el problema confluya en esta misma práctica. Por ejemplo, ante un dolor crónico, la alternativa puede estar en poner el énfasis en que toda nuestra atención gire entorno a la destrucción de tales síntomas o en aceptar que igual no podemos hacer nada por aliviar tal enfermedad, pero el cultivar otras áreas si puede que directamente provoque un mejor funcionamiento en nuestra calidad de vida; mejorar mis relaciones familiares, ocio, entorno..
Lo mismo nos puede pasar en el ámbito del trabajo. Puede que no nos guste por distintos factores el trabajo que realizamos. Sin embargo, en lo que rodea al mismo, es posible que no me pueda cambiar directamente de puesto porque tenga que hacer frente a determinados gastos, pero igualmente hay aspectos que sí podamos manejar; cómo buscar trabajo, hace el desempeño actual más llevadero, hablar con nuestro jefe, intentar realizar cambios…
Por tanto, es importante tener en cuenta que el ser humano sí puede vivir con la sensación de que es capaz de manejar su vida, porque de lo contrario, nos encontraríamos ante un barco a la deriva, con las consecuencias que esto conllevaría. Pero igualmente es relevante entender que algunas cosas dependen de nosotros y otras no, por lo que identificar éstas es sumamente importante. Porque a su vez, conlleva el proceso de aceptación. Y con ello, nos estamos ahorrando tiempo y esfuerzo de nuestra vida.
Autora Silvia Fernández (Psicóloga Especialista de Psicomaster)
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