Todos tenemos claro que debemos alimentarnos para vivir, es una necesidad primaria el que nos alimentemos. El problema está cuando no sólo nos alimentamos para vivir, sino que parte de lo que comemos se debe a nuestro estado de ánimo. Seguro que a todos nos ha pasado que en situaciones de estrés nos apetecían productos ricos en azúcar o bollería (la llamada comida basura), y esto es lo que los expertos denominan la alimentación emocional.
La alimentación emocional no es otra cosa que, en lugar de comer por necesidad, hacerlo debido a nuestro estado de ánimo. Pero el comer de esta manera tiene riesgos para nuestra salud. Sigue leyendo si quieres saber más sobre el tema.
¿Por qué surge el término de alimentación emocional?
De un tiempo a esta parte, los problemas de alimentación han aumentado debido en buena medida al incremento de la comida basura (pizzas, hamburguesas, bollería, etc.). Esta comida se ha convertido en el refugio perfecto para las personas que pasan por estados de ánimo negativos, como el estrés, tristeza, frustración... Los investigadores y profesionales han decidido llamar a esta problemática “alimentación emocional”.
Pero alimentarnos únicamente con productos ricos en grasa, azúcar, y de mala calidad, resulta muy perjudicial para la salud. No sólo conlleva problemas físicos el exceso de ingesta de comida basura, sino que también nos provoca una mayor ansiedad a medio y largo plazo.
Esta ansiedad nos introduce en un ciclo en el que cada vez se necesita más comida basura y calorías para frenar la ansiedad.
Una vez que tomamos este tipo de comida, nos sentimos mal y sube la ansiedad, por lo que se necesita más de esta comida para calmarla a corto plazo, convirtiéndose en un círculo vicioso.
La alimentación emocional se da en respuesta a otras situaciones distintas al hambre. Se produce cuando son las emociones las que dirigen nuestro impulso para elegir el tipo de alimento y comerlo.
El estado de ánimo negativo se intensifica con la comida basura
La alimentación basura actúa como un reforzador para nuestro estado negativo. Si cuando nos sentimos mal, estresados, tristes o frustrados, ingerimos alimentos ricos en azúcares, grasas o sal, lo que le estamos diciendo a nuestro cuerpo es que cada vez que se encuentre triste va a recibir su dosis de comida. Por tanto, estaremos reforzando ese estado de ánimo que nosotros intentamos calmar comiendo ese tipo de productos.
Esto provoca un malestar en la persona en todos los niveles: emocional, físico y cognitivo. Las emociones como la tristeza, rabia, miedo o ansiedad, son las que más afectan a nuestra alimentación.
Es nuestro pensamiento el que hace que comamos más comida basura para intentar eliminar el malestar, por lo que al final estamos comiendo mayor cantidad. Esto produce bienestar a corto plazo, pero enseguida acaba el malestar y aparece el sentimiento de culpa, que cada vez es mayor.
Claves para controlar la ingesta desmesurada de alimentos
Hacer ejercicio físico diario y mantenerse activo
Realizar ejercicios de relajación para disminuir la ansiedad
Organizar las comidas y tomar 5 al día
Comprar con una lista concreta de alimentos y no salirnos de ella
No tener alimentos prohibidos pudiéndolos consumir ocasionalmente y en pequeñas cantidades
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Debemos aprender a distinguir entre el hambre física o por necesidad, del hambre emocional. Sobre todo, para aquellas personas que sufren de un trastorno alimentario o para quienes están sometidas a dietas muy estrictas.