Con frecuencia utilizamos estas tres palabras de forma indistinta pero existen matices diferentes en cada una, a pesar de tener algo en común:
las tres derivan en retraimiento social.
La timidez es una conducta que se manifiesta al entrar en contacto con otras personas. La persona tímida suele tener poca confianza en sí misma, teme sentirse evaluado y por ello evita relacionarse. Sólo con pensar en ?enfrentarse? a la gente experimenta una terrible ansiedad. La timidez implica por tanto a la vez un estado anímico y una pauta de comportamiento.
La introversión es una característica de la personalidad propia de las personas reflexivas y cerradas. Los introvertidos no son necesariamente tímidos; no tienen el miedo al juicio de los demás. Son sólo personas introspectivas, más interesadas por sus propios pensamientos y sentimientos, a las que agota el sobreestímulo de las relaciones sociales. La introversión, por tanto, es simplemente una forma de ser que no tiene por qué manifestarse en conductas evitantes o provocar sufrimiento alguno.
La vergüenza, por su parte, es un sentimiento pasajero, una emoción, que todos hemos sentido alguna vez tras haber cometido alguna acción inapropiada o considerada ridícula desde el punto de vista social.
Por tanto, podemos decir que de las tres sólo la timidez es realmente una patología, desde el momento en que provoca que al individuo que la sufre, realmente le ocurra eso: que sufre. Y porque sufre, a menudo se aísla; y cuanto más se aísla más difícil le resulta relacionarse.
El tímido se siente incapaz de hacer cosas que los demás hacen con soltura. Se siente inferior y con su aislamiento provoca que los demás lo juzguen incorrectamente, además de impedirse a sí mismo desarrollar todo su potencial, perjudicándose su vida académica y laboral.
No sabemos si el tímido nace o se hace.
Está claro que no todos somos igual de sensibles, y por tanto las experiencias nos afectan de distinta manera. Cualquier acontecimiento cotidiano puede que para unos sea insignificante mientras que otros lo sobrevaloren y lo perciban como una experiencia humillante o un fracaso. Pero no es menos cierto que diferentes entornos nos convierten en personas diferentes.
Así, por ejemplo, un niño al amparo de una familia sobreprotectora y cerrada al exterior, probablemente será tímido aunque sólo sea por el hecho de que no se le permite poner en práctica las habilidades sociales. Del mismo modo, a menudo se nos enseña a esconder los propios sentimientos, a reprimir las emociones. Nos comunicamos de forma incorrecta y dejamos de expresar nuestras opiniones y valores incluso cuando necesitamos hacer valer nuestros derechos. No somos asertivos.
Por suerte el tímido no tiene por qué serlo siempre.
En primer lugar tenemos que conocernos a nosotros mismos. Averiguar y reconocer qué es lo que nos ha convertido en tímidos y tratar de superar nuestros complejos, para en segundo lugar, y fundamental, pasar a reconocer que por culpa de la timidez probablemente nos estemos perdiendo cantidad de cosas importantes de esta vida.
De manera que quiérete un poco más.
Repasa tus virtudes, tus cualidades.
Tú, que tanto te comparas con los otros para creerte en desventaja, presta atención a lo que puedes ofrecer y otros no tienen.
¿Por qué los tímidos deben quererse más?
· Los tímidos son más EMPÁTICOS
Parece ser que los tímidos muestran una actividad cerebral más intensa ante ciertos estímulos, de manera que captan una mayor cantidad de información, prestan más atención a los detalles, de ahí que necesiten más tiempo para reflexionar antes de actuar.
Pero precisamente de esta mayor sensibilidad se deriva una gran cualidad: los tímidos tienen más empatía. No sólo saben escuchar mejor sino que además son más capaces de ponerse en la piel de los otros, de comprenderlos, de sentir como ellos, y esto, paradójicamente, es una muy buena habilidad social.
· Los tímidos suelen ser más LEALES
Precisamente porque les resulta más difícil entablar una relación con los demás, son más selectivos, y cuando la encuentran se muestran más agradecidos y están más dispuestos a dedicarles tiempo y paciencia.
· Los tímidos pueden ser personas muy FUERTES.
Que les resulte difícil afirmarse a sí mismos ante los otros no debe interpretarse como un signo de debilidad. En realidad son personas amables y pacíficas que odian los conflictos y respetan a los demás así como esperan ser respetados, convirtiéndose así en la antítesis de esos otros tipos insensibles y belicosos que demasiado a menudo dominan las conversaciones.
Y, finalmente, recuerda algo muy importante: tómatelo con humor.
Si algo no sale como esperabas no pasa nada, el mundo no se acaba ahí.
Ya te saldrá mejor la próxima vez porque, al final, todo es cuestión de práctica, nada más.
Y si no, fíjate en nuestra selección de tímidos famosos:
Freddie Mercury, el tímido que se convertía en diva sobre el escenario.
Audrey Hepburn, una mujer tímida e insegura, fruto de una infancia marcada por la tragedia de la II Guerra Mundial y el abandono de su padre.
Michael Jackson: vivía rodeado de maniquíes porque se confesaba demasiado tímido para relacionarse con gente de carne y hueso.
Woody Allen: tímido, maniático, genial.
James Dean: tímido, frágil, eterno icono de la rebeldía adolescente.