Como se transmite la Fiebre De Las Montañas Rocosas
Las garrapatas son los huéspedes, reservorios y vectores naturales de R. rickettsii. Se infectan de forma natural mediante transmisión transovárica (paso del microorganismo desde la garrapata infectada a su progenie). Sin embargo, las garrapatas portadoras de rickettsias no son tan fecundas como las garrapatas no infectadas; por tanto, la transmisión horizontal, por adquisición de las rickettsias al alimentarse de sangre de animales con rickettsemia, como pequeños mamíferos o perros, contribuye al mantenimiento de un equilibrio en la naturaleza.
Las garrapatas transmiten el patógeno a los mamíferos (incluidos los humanos) mediante la regurgitación de su saliva infectada mientras se alimentan. R. rickettsii tiene que activar su virulencia en el interior de las garrapatas al entrar en contacto con la sangre o al aumentar la temperatura; por ello, cuanto más tiempo se encuentra adherida la garrapata al huésped más aumenta el riesgo de transmisión.
El perro también puede ser reservorio de R. rickettsii, e incluso puede desarrollar la fiebre de las montañas rocosas, y es un importante vehículo en la introducción de las garrapatas infectadas en el entorno que comparte con el ser humano. Los estudios serológicos de pacientes con FMMR indican que un alto porcentaje de ellos pudo haber contraído la enfermedad a partir de las garrapatas de su perro. Se debe poner extremo cuidado al retirar la garrapata, ya que la transmisión puede producirse por inoculación de fluidos o heces de la garrapata en heridas abiertas o al tocarse las conjuntivas con las manos. Se han descrito también casos mortales en trabajadores de laboratorio expuestos a aerosoles infecciosos.
Manifestaciones clínicas
El período de incubación en niños de la fiebre de las montañas rocosas varía entre 2 y 14 días, con una mediana de 7 días. En el 60% de los enfermos hay antecedentes de extracción de una garrapata, aunque el lugar de mordedura de la garrapata es por lo general inapreciable. Otros importantes datos epidemiológicos son la estancia en un área endémica, los juegos y excursiones en áreas boscosas, especialmente durante la estación típica del año, enfermedad similar en otras personas de su entorno más cercano, y un estrecho contacto con un perro (especialmente si ha estado enfermo).
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Los procesos leves o inaparentes se producen probablemente sólo en raras ocasiones. En aquellos pacientes que acuden en busca de cuidados médicos, el cuadro es al principio inespecífico, con cefalea, fiebre, anorexia, mialgias e intranquilidad. En los niños, es particularmente frecuente la aparición de dolor muscular espontáneo y dolorimiento a la palpación en las pantorrillas. Los síntomas gastrointestinales (náuseas, vómitos, diarrea y dolor abdominal) aparecen con frecuencia (39-63%) al comienzo de la enfermedad. Habitualmente, el exantema cutáneo no aparece hasta pasados 2-4 días de enfermedad, y aproximadamente 5% de los niños y hasta 20% de los adultos nunca llegan a desarrollar exantema o presentan manifestaciones cutáneas atípicas.
La típica tríada clínica de cefalea, fiebre y exantema, se observa en el 44% de los pacientes, pero en tan sólo el 3% de ellos al inicio del cuadro. Tanto la fiebre como la cefalea persisten en los casos no tratados, aunque la cefalea puede aparecer o puede detectarse de forma menos constante en los niños de menor edad. La fiebre puede sobrepasar los 40 ºC y mantenerse permanentemente elevada o con bruscas fluctuaciones.
La cefalea es muy intensa, sin remisiones, y con escasa respuesta a los analgésicos. El exantema se produce de forma más constante en los niños que los adultos. Inicialmente se observan discretas máculas o maculopápulas –pálidas, rosadas o rojizas, que palidecen a la presión– en extremidades, de forma característica, incluyendo tobillos, muñecas y piernas. El exantema se extiende entonces rápidamente por todo el cuerpo, incluyendo plantas y palmas. Tras varios días, la erupción se hace más petequial o hemorrágica, a veces con púrpura palpable.
En la enfermedad grave las petequias pueden evolucionar a equimosis y llegar a necrosarse. Son infrecuentes la obstrucción vascular severa secundaria a la vasculitis rickettsial y la trombosis, las cuales pueden gangrenar dedos, lóbulos auriculares, escroto, nariz o una extremidad entera. La infección del sistema nervioso central provoca a menudo meningismo y La enfermedad pulmonar se observa con más frecuencia en los adultos que en los niños, y se manifiesta con estertores pulmonares, infiltrados, y edema pulmonar no cardiogénico. También se pueden observar otros signos como edema periorbitario, edema del dorso de pies y manos, hepatoesplenomegalia, exudado conjuntival. En casos graves, puede aparecer miocarditis, insuficiencia renal aguda, y colapso vascular
Tratamiento de soporte
La mayoría de las infecciones remite rápidamente con un tratamiento antimicrobiano apropiado y no requieren hospitalización u otro tratamiento de soporte. En ocasiones las infecciones graves precisan cuidados intensivos. Es necesaria una especial atención al estado hemodinámico de los niños con enfermedad grave, debido a que los edemas pulmonar o cerebral iatrogénicos se pueden facilitar debido a las lesiones preexistentes microvasculares difusas pulmonares, meningovasculares y cerebrovasculares
Complicaciones
Las complicaciones de la fiebre de las montañas rocosas incluyen el edema pulmonar no cardiogénico por derrames microvasculares pulmonares, el edema cerebral por meningoencefalitis y el daño multiorgánico (hepatitis, pancreatitis, colecistitis, necrosis epidérmica y gangrena) mediado en parte por la vasculitis rickettsial o por los efectos acumulados de la hipoperfusión e isquemia (insuficiencia renal aguda).
Las secuelas neurológicas a largo plazo son más frecuentes en pacientes que han permanecido hospitalizados durante 2 semanas, e incluyen paraparesia, hipoacusia, neuropatía periférica, enuresis y encopresis, disfunciones cerebelosa, vestibular y motora, y trastornos del lenguaje.Las secuelas neurológicas más frecuentes en los niños que sobreviven a cuadros graves de la enfermedad son discapacidades del aprendizaje y problemas de comportamiento.
Prevención
No existen vacunas. Como mejor se previene la FMMR es eliminando las garrapatas de los perros, evitando áreas silvícolas o prados donde éstas residen, usando repelentes de insectos que contengan DEET (dietiltoluamida), llevando ropa protectora y examinando a conciencia a los niños que hayan estado jugando en el bosque o en el prado. La recuperación de esta enfermedad deja una sólida inmunidad de por vida.
La rápida y completa extracción de las garrapatas ayuda a reducir el riesgo de transmisión, ya que la reactivación de la virulencia de las rickettsias en la garrapata requiere, al menos, de horas a días de exposición al calor corporal o a la sangre. En contra de la creencia popular, la aplicación de vaselina, isopropil alcohol al 70%, esmalte de uñas o una cerilla encendida no es eficaz para extraer las garrapatas de personas o animales.
Las garrapatas pueden extraerse con seguridad agarrando sus piezas bucales con unas pinzas y tirando de ellas de forma lenta pero mantenida sin giros, para poder extraer la garrapata entera, incluida su boca. Acto seguido debe desinfectarse el sitio de la picadura. No se debe estrujar a la garrapata ni aplastarla, ya que sus fluidos pueden ser infecciosos. Para eliminarlas deben empaparse en alcohol o arrojarse al inodoro, lavándose las manos a continuación.
No deben administrarse tratamientos antimicrobianos profilácticos en la fiebre de las montañas rocosas debido a que las tetraciclinas y el cloranfenicol sólo son bacteriostáticos para las rickettsias; dicho tratamiento sólo retrasaría el inicio de la enfermedad y añadiría confusión al cuadro clínico al prolongar el período de incubación.
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