En el caso de un prolapso o protusión el núcleo del disco se mantiene dentro del anillo sin causar ruptura. Sin embargo, cuando el anillo se rompe y expone el núcleo estamos en presencia de una hernia discal.
La protusión discal puede ocurrir a lo largo de toda la columna vertebral desde el cuello hasta la espalda baja.
La protusión discal puede generarse en el cuello (columna cervical), parte posterior del tórax (columna torácica) o parte inferior de la espalda (columna lumbar).
Una protusión discal, puede presionar o irritar el nervio que sale de la columna. Causando dolor de espalda, espasmos, calambres, entumecimiento, pinchazos o dolor en las piernas. A continuación, veremos las causas, los síntomas, el diagnóstico y tratamientos frecuentes.
¿Qué causa una protusión discal?
Cuando se produce un disco abultado o protusión discal, generalmente se debe una debilidad preexistente en el anillo o debido a un aumento repentino de la presión a través del disco que hace que se rompan las fibras del anillo.
Otros factures que pueden causar esta condición son:
Mala postura que estrese la columna vertebral
Estiramiento excesivo y debilidad del fibrocartílago posterior de los discos espinales
Situaciones traumáticas como un accidente automovilístico
Levantamiento incorrecto de peso
Predisposición genética
Espondilosis
Envejecimiento
Obesidad
Protusión discal síntomas
Se sospecha de este tipo de lesión, cuando el dolor de espalda se agrava en casos como: estar sentado, toser o estornudar, flexionarse hacia adelante y levantarse. La alteración de la función de la vejiga y el intestino, pueden ser síntomas más graves de una protusión discal.
De acuerdo a la posición de la protusión dentro de la columna vertebral, los síntomas pueden variar. Aquí te explicamos, en tres áreas separadas, las manifestaciones más frecuentes de una protusión discal.
Región cervical (cuello)
En esta zona, el dolor puede sentirse en el cuello, pero también puede irradiarse a los brazos, los hombros e incluso hasta las manos y los dedos. Además, puede ocurrir una sensación de pinchazos de agujas. Otro síntoma incluye debilidad muscular en las extremidades superiores.
Región torácica (espalda media)
Una protusión discal no es muy común en esta región; sin embargo, cuando puede comprimir las raíces nerviosas cercanas o incluso la médula espinal. La compresión de la médula espinal puede provocar síntomas mucho más graves, como paraplejia e incontinencia.
Sin embargo, la compresión de la raíz nerviosa puede causar una variedad de síntomas similares a los de la ciática. Esto puede incluir; dolor en el torso, dolor en las extremidades inferiores, pinchazos y entumecimiento en las piernas, pies y dedos de los pies.
Región lumbar (parte inferior de la espalda)
Los síntomas en esta región pueden causar dolor en la parte inferior de la espalda, pero la mayoría de las veces, el dolor se irradia desde la espalda hacia las piernas y se siente en los glúteos, piernas y pies.
Los pinchazos y el adormecimiento también se pueden sentir a través de toda la extremidad inferior. El dolor en la pierna a menudo es más intenso que el dolor de espalda y puede empeorar al estar sentado durante largos períodos de tiempo, o durante largas caminatas.
¿Cómo se diagnostica una protusión discal?
El diagnóstico convencional generalmente es inexacto. Este se basa en patrones de distribución del dolor. El especialista puede usar rayos X, IRM, TAC, Dexa y EMG. La mayoría de los pacientes tienen múltiples fuentes potenciales de irritación de los nervios e incluso compresión.
Un diagnóstico correcto de una protusión discal se basa en un historial médico detallado y los especialistas prestan mucha atención a los síntomas, ya que desempeñan un papel vital en el diagnóstico. La primera característica a evaluar, es el patrón del dolor en evolución y el sitio.
Después de un estudio detallado de los síntomas, las pruebas de diagnóstico más precisas para confirmar la extensión de su lesión de disco espinal son las imágenes por resonancia magnética y tomografías computarizadas.
Tratamientos frecuentes
El tratamiento durante el primer período de la enfermedad se enfoca en el uso de medicamentos antiinflamatorios, control del dolor con analgésicos comunes y corrección de la postura.
Los síntomas duraderos necesitan un tratamiento más radical, y estos pueden agruparse en tres vías de tratamiento; terapia conservadora, cirugía abierta convencional y cirugía endoscópica mínimamente invasiva de columna vertebral.
El tratamiento conservador suele ser el primer paso, ya que los síntomas generalmente mejoran en la mayoría de los casos en unas pocas semanas. Esta terapia implica una combinación de medicamentos para el dolor, fisioterapia, reposo en cama y tratamiento psicológico cognitivo.
La cirugía abierta convencional conlleva un mayor riesgo que la terapia conservadora y no puede garantizar el éxito. La cirugía endoscópica mínimamente invasiva ha mostrado resultados alentadores en más del 80% de los casos.
El ejercicio general es un tratamiento importante para prevenir con éxito una recurrencia. Su fisioterapeuta puede recomendarle pilates, yoga, natación, caminata, hidroterapia o un programa de gimnasia para ayudarlo a largo plazo.
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