Actualmente se emite en La 1 el documental OT: El Reencuentro, un ejemplo de cómo la nostalgia no es el mejor sentimiento cuando se trata de ser feliz. La nostalgia invita a mirar al ayer cuando en realidad, el presente y la proyección de futuro es la mejor dirección para descansar aquí y ahora con las expectativas de realización personal.
Los riesgos de alimentar la nostalgia
El peligro de vivir de la nostalgia es perder una gran cantidad de tiempo presente recordando un ayer totalmente desdibujado en la memoria y es que, como si fuésemos artistas, quitamos y ponemos detalles a nuestros propios recuerdos. La realidad no fue tal y como la recordamos en nuestra memoria puesto que cualquier escena está determinada por el filtro de la subjetividad y también, de la emoción.
La nostalgia puede llevarnos incluso a convertir en eterno un amor muy breve que tuvo fecha de caducidad y que, sin embargo, nos negamos a olvidar. La nostalgia es una herida abierta en la memoria que nos recuerda que con el transcurrir de la vida vamos perdiendo bienes muy preciados: seres queridos que fallecen, etapas que terminan, amores que ya no vuelven, amigos que se distancian… Y sin embargo, la nostalgia es muy tentadora, es como ese caramelo que te recuerda un sabor dulce del ayer y que, sin embargo, no puedes revivir en la realidad porque las circunstancias de entonces no son las de ahora.
¿Y cómo ir en contra de la inercia de la nostalgia? ¿Cómo dejar de llorar por aquello que pudo ser y no fue? Buscando objetivos, metas y planes que enganchen tu mente y tu corazón con este instante. Siguiendo el ritmo de la realidad, actualizando tus metas y dejando en donde tiene que estar todo aquello que terminó en su día.
Incluso las cosas más bonitas lo son porque tienen fecha de inicio y de cierre. Así se producen ciclos personales de evolución y desarrollo.
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