Existen dos pérdidas personales que son inevitables para cualquier hijo que por ley natural vive la muerte de su padre o de su madre. Vínculos que son vitales, tanto es así que incluso cuando los padres han fallecido, siguen siendo una referencia en la memoria del hijo, en sus valores, en sus recuerdos e incluso, en el amor. El amor incondicional que los padres sienten por sus hijos alimenta la autoestima de estos incluso, una vez fallecidos. Saber que una persona ha tenido una vida larga y que ha muerto a avanzada edad es motivo de consuelo.
Sin embargo, eso no significa que se minimice el dolor para aquel que, más allá de la edad, pierde a su padre o a su madre para siempre. El duelo por la pérdida resulta inevitable, y la complejidad del mismo puede ser mayor en el caso de que el hijo tuviese una relación muy cercana con sus padres pero cuente con pocos entornos de socialización de amistad. En ese caso, la soledad es mayor ya que además del peso de la ausencia, el hijo se enfrenta a la asignatura pendiente de tener que recomponer parte de su mundo, empezar de nuevo y hacer nuevos amigos. Sabiendo además, que el cariño de cualquier persona es incomparable con el de los padres.
¿Cómo superar el duelo?
1. En la actualidad, existen instituciones como el Teléfono de la Esperanza que organizan talleres de superación del duelo que son muy valiosos para que aquellas personas que están pasando por una situación de este tipo, puedan obtener apoyo emocional y desarrollar nuevas competencias de felicidad.
2. No se trata de olvidar sino de aprender a sobrevivir con la ausencia. Aún así, habrá momentos en los que la añoranza pueda brotar con más fuerza. Por ejemplo, en Navidad. En este caso, es saludable aprender a dar las gracias por todo lo bueno vivido cerca de estos seres queridos porque antes de la ausencia, pudiste disfrutar de su presencia.
3. Conviene vivir el día a día y buscar ocupaciones a corto plazo.
4. Pero también es muy importante llorar, las lágrimas son como una medicina para el espíritu.
5. Conviene confiar en la sabiduría de la propia vida y en la naturaleza. Las historias tienen sus ciclos y debemos aceptarlo así (en caso de no resignarnos sufrimos más todavía).
6. No evites los recuerdos. Por ejemplo, conviene no apartar las fotografías. Esos momentos que producen emoción, también son un anclaje para ir aceptando la nueva realidad.
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