El tema de hoy es sin duda uno de los más complicados que puedan tocarse en cualquier lugar del mundo. Perder a un hijo compone uno de los duelos más difíciles de sobrellevar y de los que más tiempo demanda, no para superar, sino para aprender a vivir con el dolor y la desesperanza que deja la muerte de quien se ha criado, amado y con el cual se tenían tantos planes.
¿Qué es lo que me sucede?
¿Por qué el dolor es tan grande?
Son estas 2 preguntas las que más te haces y las que menos explicaciones tienen. El dolor por la pérdida de un ser humano que se formó o no dentro de ti, pero que creo un vínculo tan estrecho, es el resultado de días, o meses o años de continua y total dedicación. Muy seguramente estabas realizando planes de vida, creando escenarios, perspectivas de todo tipo, analizando situaciones, mejor dicho, muy seguramente aparte de tu vida, estabas construyendo una paralela que era la de quien tanto amabas, y cuando murió él o ella, se derrumbó también esa existencia paralela.
¿Es normal que afecte toda mi vida?
La siguiente pregunta muy seguramente será esta. Y la haces porque has perdido el interés por el trabajo, las labores del hogar, e incluso puede que te estés alejando un poco de tus otros hijos o que estés dejando de lado las cosas que antes te causaban algún bien. Y es que el golpe (shock) emocional es muy complejo de sobrellevar. Por un lado te sientes agradecido por el tiempo que pudiste disfrutar de tu hijo, pero por el otro estás furioso porque ni él ni tú se merecían tan poco tiempo o morir de forma tan intempestiva o brutal como seguramente lo hizo.
Pero también verás cómo tu salud física empieza a deteriorarse, cómo empieza a cambiar. Podrás bajar considerablemente de peso en los próximos meses, tus hábitos alimenticios se moverán de forma radical hasta disminuir las porciones y es muy probable que te tengas que enfrentar a dolores musculares y de cabeza continuos, así como posibles daños en las articulaciones. Pero no te angusties, la mayoría de estos suelen desaparecer con el tiempo y son el resultado de la exposición de tu cuerpo a altísimos niveles de estrés; no obstante es ideal que al cabo de un par de semanas, vayas con tu médico de confianza y le comentes los cambios que has experimentado tras el suceso. Él podrá recomendarte algunos tratamientos o cambios de hábito, incluso medicamentos que te ayuden a conciliar el sueño más fácilmente.
¿Cómo lidio con los pensamientos?
Todo tu sistema de creencias, así como tus pensamientos y tal vez las bases más fuertes construidas desde tu infancia, se ven completamente afectadas. La pérdida de un hijo hace que dudes hasta de los días que ves, y es una etapa que debes cruzar con todas sus incidencias. Así que es muy probable que olvides cosas con más facilidad por tu concentración en otros asuntos que están en tu cabeza y por los cuales no te debes dejar consumir.
En este momento es muy importante contar con la ayuda de tu pareja, si la tienes o de alguien querido como un muy buen amigo, un hermano y mejor aún, tus padres. Es bueno que dejes las rutinas a otro, para que tú puedas salir al aire libre, hacer un poco de deporte, que, aunque suene absurdo, es lo mejor para liberar sustancias químicas en tu cerebro, que contrarresten el duelo y el estrés.
Ten cuidado con la depresión:
Hay 2 asuntos muy diferentes y que debes tener en cuenta.
El primero tiene que ver con la tristeza, el estrés y las demás incidencias que contiene el duelo; esto es total y completamente normal y parte esencial de todo ser humano.
Pero hay otro asunto muy diferente y tiene que ver con la depresión, que es muy probable que se vea en un gran porcentaje de las pérdidas de hijos. Esta llega sin previo aviso y te deja en cama, sin ganas de comer o salir y con ánimos únicamente de llorar.
Es bueno que si te sientes muy desesperado, no permanezcas solo ni un segundo, lo que no implica que debas perder tu espacio. Puedes tenerlo, pero siempre y cuando haya alguien en casa contigo, que te esté hablando y acompañando, que te pueda llevar alimentos, y gestionar a despejarte un poco. La depresión es una condición mental que se aprovecha de la vulnerabilidad de las personas en ciertos momentos, para subyugarla, marginarla y volverla un títere, y es justo cuando sabes que tienes depresión, que eres consciente de que necesitas ayuda profesional. No dudes en tomarla antes de que te absorba por completo.
Llega a la espiritualidad:
Hay muchos especialistas médicos, psicólogos y psiquiatras que han visto como la vida espiritual puede hacer más sencillo el duelo. Y decimos sencillo no porque todo se resuelva literalmente como un milagro, sino más bien porque los síntomas, tanto mentales como físicos, pueden verse reducidos cuando el padre o madre que enfrenta la perdida, ha tenido o comienza a tener una relación más cercana con un Ser superior. Se puede encontrar paz, consuelo y una gama completa de nuevas sensaciones que pueden, al menos en parte, mejorar el duelo.
Lo valioso de tu pareja:
No olvides que tu pareja (según sea tu caso: hombre o mujer), está pasando por lo mismo, siente lo mismo quizás en menor o mayor grado que tú. Y es común que en este tipo de circunstancias, uno de los 2 tome el papel del fuerte, el que debe ser el apoyo para el otro, lo que no demanda necesariamente, que ese otro no se “esté muriendo por dentro”. Muchas relaciones se destruyen tras la muerte de un hijo, incluso cuando hay otros hijos de por medio, y es habitual ver el nacimiento de adiciones, manías y personalidades que antes no se habían dado a conocer. Pero la buena noticia es que, si se toman las armas necesarias desde el principio (como la ayuda profesional y en pareja), todo esto se puede disipar muy rápido y volver a la normalidad sin tener que cortar más lazos y causar más traumas.
Cambia de casa:
No hay nada peor que sepultar a un hijo y volver en la tarde a casa: ver su ropa, sus libros (si estudiaba), sus juguetes, sus recuerdos… cada esquina de la casa tendrá una historia propia que en vez de causar alegría comenzará a doler profundamente. Lo mejor en estos casos, es hacer las paces con ese lugar, agradecer lo vivido y dejarlo para siempre. Intenta buscar otro sitio, vivir una nueva experiencia en un lugar que al menos no tenga tantos aromas y recuerdos que puedan hacer más difícil este proceso.
Pero ten cuidado de no huir de todo de forma brutal, esto te causará tramas de por vida; mejor intentándolo despacio, realizando movimientos de artículos de tu hogar, de tu habitación, creando otras perspectivas, incluso puedes irte unos días a casa de tus padres o de una amiga y regresar después por unos días más a tu hogar, quizás todo haya mejorado, pero si no es así, tómalo todo y consigue un nuevo lugar.
Muy seguramente si leíste este artículo tú o alguien muy cercano a ti está pasando por esto. Lo lamentamos mucho y esperamos que, al menos en parte, estas palabras sirvan de algo.