Hasta hace unos años, la comida escaseaba y nos tomábamos muy en serio eso de alimentarnos ya que de ello dependíamos. No importaba lo que se comiese ya que había escasez y costaba mucho esfuerzo físico conseguir esa comida. Hoy en día sabemos que la comida es mucho más calorías. La comida es nuestra vía directa a tener una vida saludable y sin enfermedades.
Sin embargo hace un tiempo, algunos señores, aprovechando el exceso de demanda de alimentos debido a la accesibilidad a ellos, que traía consigo el desarrollo económico, decidieron ampliar la oferta, como no, de los alimentos que a ellos le interesaban comercializar, es decir, aquellos de bajo coste de producción, gran sabor, bajo valor nutricional pero alto valor calórico y por qué no decirlo, algo adictivos ¿Qué más da que el trigo refinado pierda sus nutrientes, que se te irriten los intestinos y que te suba el nivel de azúcares en sangre, llevando a la obesidad, al aumento de colesterol y a la diabetes, si el precio de fabricación es ínfimo?. El tema es muy complejo.
No sólo se trata de vender a través del marketing, sino de modificar tu estilo de vida. ¿Cómo vas a cocinar después de un duro día de trabajo? Cocinar es feo y aburrido, no te preocupes que para eso está la industria que te prepara los alimentos y te los deja listo para calentar en microondas y listo! El problema es que esos alimentos precocinados, quizás no podamos calificarlos ni como alimentos.
Cómo la sociedad percibió un exceso de peso y empezó a preocuparse por su estado de salud, había que cambiar la estrategia y empezó el boom de lo light. Productos light por doquier que no deja de ser el mismo producto sólo que tiene como mucho un 30% menos de calorias. Pero ¿una caloría es una caloría? NO. Lo light (en general) está lejos de ser saludable puesto que sustituir calorías de lípidos por azúcares, potenciar sabores con dudosos aditivos y cargar la comida con sal quizás no sea la mejor solución.
Todavía me hace gracia cuando voy al súper y veo leche condensada (leche de bote cómo algunos le dicen) pero en su versión light. Le quitan la grasa de la leche (que por cierto no le veo demasiado problema a esa grasa y más aún cuando la necesitamos para absorber la preciada vitamina D que es liposoluble) pero sigue teniendo el mismo azúcar que es el gran problema de ese tipo de “leche”. Vamos que le quitan algo que a priori no está muy mal y le dejan lo perjudicial, sin embargo puede llamarse light porque comos sabéis 1 gramo de grasa tiene más calorías que un gramo de azúcar y por tanto al cómputo global, el valor calórico es inferior al producto original. Otra cuestión es: si a la leche convencional le quitamos la lactosa y la grasa….¿que nos queda?
La comida ha pasado de ser aquello que nos mantenía en vida, a aquello que nos hace la vida más placentera. Es nuestro refugio emocional delante de disgustos, ansiedades, estrés, etc. Hasta hace poco la gente corriente no tenía ni un súper, ni una tienda de golosinas, ni una despensa ni un frigorífico repleto de productos listos para su placer.
Si le diésemos la importancia que tiene la alimentación, nos enseñarían en la escuela sobre el tema, habrían programas específicos por la televisión y se fomentaría una educación nutricional. Nadie nos cuenta que el azúcar es el mayor contribuyente a problemas cardíacos, de colesterol, sobrepeso, artríticos, entre otros. Sólo nos hablan de placer y recompensa.
La entrada De la revolución industrial a la revolución nutricional aparece primero en Practica Vida.