Nuestra infancia está llena de condicionamientos que nos llegan por todos los lados. Principalmente son nuestros progenitores los que nos moldean y van marcando un rumbo a nuestra existencia.
Pero no solo los padres y la familia nos condicionan. Los medios de comunicación, la escuela, el ambiente socio-cultural... y demás elementos que sutil y silenciosamente nos van influyendo, tienen un gran poder sobre nuestra formación como personas.
Nos hacemos mayores y descubrimos que seguimos siendo objeto de influencias, condicionamientos y manipulaciones que nuestro ego de adulto se niega a aceptar hasta que no queda más remedio.
Por supuesto que lo que hemos expresado hasta ahora es cierto y que lo podemos comprobar con nuestros propios ojos y nuestra memoria. Pero no es menos cierto que nosotros tenemos la libertad y la capacidad de gestionar este conjunto de determinaciones e influencias.
Tenemos en nuestras manos el poder de la interpretación, el análisis y de la acción para hacer lo que queramos con ello. En el fondo estamos hablando del caso de la botella medio llena o medio vacía; todo depende de cómo queramos verlo.
El pasado ya no existe. Existe nuestra voluntad de actualizarlo y vivir su interpretación en el presente. Vivimos un recuerdo transformado y manipulado que no corresponde exactamente a lo pasado.
Lo problemático de esta cuestión es cuando nos acogemos a la voluntad de actualizar el pasado para hacerlo presente y excusarnos en ello para no vivir y justificar nuestra inacción y nuestro comportamiento.
¿Cuántas veces hemos escuchado eso de: es que de pequeño me pasó eso o es que mis padres me trataban de esta manera? y ¿cuántas veces no hemos tenido la sensación de que realmente eran excusas para no afrontar una situación?
Esta huida o manera de esconderse genera ansiedad, depresión y enfermedades somáticas. Además, hace que la persona se vea atraída por la negatividad, la exprese y acabe convirtiéndose en un vampiro energético.
Excusarnos en el pasado es dejarnos llevar por las circunstancias y construyendo así, a su vez, nuevas excusas para seguir en nuestra actitud. Es también una forma de victimismo que nos hace comportarnos como manipuladores sobre las personas que nos cuidan y están con nosotros.
Como ya hemos comentado, el pasado no es modificable pero su interpretación, la forma de verlo sí, y sobre ello tenemos el poder de trabajar; y qué mejor manera que hacerlo con la vista puesta en el futuro.
Si del pasado extraemos las innumerables experiencias, aprendizajes y sabiduría de las que está poblado, podemos construir un futuro ilusionante, retador, motivador... que nos haga vivir y ser felices.
Solo en el presente podemos interpretar el pasado para tener la visión del futuro que queremos. ¿Te atreves a mirar hacia delante?
Carlos Postigo
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