La crisis existencial determina que la vida no anda por donde queríamos caminase. Elegir un nuevo rumbo es una buena vía de salida.
No es un tema de edad aunque, curiosamente, la crisis existencial suele rondar en cada una de las décadas que vivimos. Yo tuve una enorme a los 40 y ahora, cuando esto escribo, a punto de entrar en 49 camino de los 50, me parece un momento idílico por muchas circunstancias (entre otras, haber aprendido de la de la “cuarentena” y salir reforzado).
Una crisis existencial es más bien un asunto de haber errado en el enfoque de nuestra propia vida.
Cuando la crisis existencial llega, suele venir precedida de una dura época en la que hemos venido saltando en el tiempo desde el pasado al futuro, sin anclarnos en el momento presente. Algo va mal y entonces miramos sin pudor hacia el pasado para echar la culpa de lo que ocurre y lanzamos una mirada de preocupación sobre el futuro, jugando a pitonisos y pitonisas, dispuestos a inventar un tiempo de caos y apocalipsis.
Cada vez estoy más convencido de que cuando una crisis existencial llama a la puerta, lo mejor es pararse y dejar un razonable periodo de tiempo para organizar nuestra propia reconstrucción y uno de los pasos fundamentales es la aceptación.
Aceptar que se está atravesando por una crisis existencial es el primer movimiento de nuestra personal orquesta interior para iniciar los pasos adecuados hacia un nuevo tiempo que, lo queramos o no, va a aparecer.
La crisis existencial personal, tiene mucho que ver también con las crisis económicas, políticas o sociales. Resulta que, habituados a una particular forma de habitar y de hacer las cosas, hay algo que promueve un cambio radical de la situación, pero nos esforzamos por no aceptarlo mientras todo cambia a nuestro alrededor.
Se produce un cambio de paradigma, pero nosotros y nosotras seguimos anclados en lo que funcionó en el pasado, aunque ahora estemos incluso seguros de que ya no marcha bien, pero lo intentamos pese a todo, agravando de esa forma las crisis y, en lo íntimo, nuestra crisis existencial.
Sin duda, una de las formas de realizar ese “parón” para retomar las riendas de nuestra vida es anclarnos en el aquí y ahora por muy mal que veamos la situación y, desde ahí, preparar “el terreno” para ir construyendo desde el aquí y ahora, nuestro nuevo camino.
Desde la práctica de la atención plena o mindfulness, ese nuevo camino ha de determinarse a través de una continua práctica que nos irá haciendo ver que, aunque nos parezca raro, lo extraordinario está en lo cotidiano.
Aceptar que todo es cambio, aceptar que nada permanece, que hay que salir de la zona de confort y que vencer el miedo es fundamental para construir una vida serena y sencilla, son los primeros pasos a dar cuando estalla la crisis existencial.
El problema es que le solemos poner la culpa en lo exterior, cuando el verdadero problema está en nuestro interior. En la manera en la que vemos la realidad.
Una crisis existencial, a veces también determina la necesidad de un camino más espiritual de nuestra vida (por favor, no llevarlo al ámbito de lo religioso). Me refiero al espacio de nuestro propio YO ESENCIAL. Abandonamos el campo de nuestro íntimo ser para abrazar lo exterior. Corremos demasiado para ir a ninguna parte.
Una crisis existencial es también un aviso para crecer como seres humanos.
En las prácticas de mindfulness tanto individuales como en grupo, se siente la necesidad de avanzar con otras miras por la vida, pero el miedo al cambio, a veces frena esa necesidad imperiosa de cambio que se siente en la tormenta personal que significa habitar una crisis.
Así que estés en el momento que estés de una crisis existencial, permíteme que te recomiende la práctica de mindfulness o de atención plena durante un periodo de tiempo para que vayas introduciendo esa forma de habitar tu cotidianidad y puedas darte cuenta de cómo ha sobrevenido esa crisis y cómo es posible una salida sólida hacia un nuevo tiempo.
Lo que sí tienes que tener claro es que, ese nuevo tiempo, nada tendrá que ver con lo anterior pues se suelen producir rupturas, tensiones y distensiones, normales en el espacio de tiempo entre un SER y otro SER que irá emergiendo.
Sentar una buena base es fundamental para salir reforzado o reforzada de esa crisis existencial.
Estoy seguro de que mindfulness puede ser de gran utilidad para marcar esa diferencia entre quedarse anclado o anclada en un espacio de tiempo que ya es pasado, o saltar en la serenidad de un nuevo tiempo que necesitas atravesar.
Ánimo porque una crisis existencial no es más que el aviso de que has de estar dispuesto o dispuesta a cambiar.
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