Me encuentro con muchas personas que me preguntan muy a menudo cómo es ir a terapia, ya que nunca lo habían hecho anteriormente. Casi todos tienen las mismas dudas antes de entrar a consulta y la gran mayoría tiene ideas preconcebidas erróneas.
De antemano y sin siquiera hablar una sola palabra y entre otras muchas más cuestiones, lo que muchos desean saber es si se “curarán” en breve, el número exacto de veces que tendrán que asistir, cuánto va a durar su proceso, si es cosa sólo de hablar y si con un par de veces que atiendan ya estará todo hecho en fin, toda una serie de apreciaciones al más puro estilo hollywoodense que, cual mitos y leyendas urbanas, rodean a la figura del terapeuta y que en nada tienen que ver con la forma de hacer terapia moderna.
Por ello, y con este escrito, pretendo explicar en base a mi experiencia cotidiana cómo es realmente eso de ir a terapia, en qué consiste y qué papel juegan cada uno de sus integrantes: terapeuta y persona que recibe terapia.
La terapia moderna (gracias a Dios) va mucho más allá del individuo tumbado en el diván de espaldas a su terapeuta, aunque como en todo, habrá quien lo siga usando. En terminología clásica y para los fervientes seguidores de Freud, el diván se usa porque se supone que con él y con esta actitud del terapeuta, la persona tiene más libertad para expresarse. Obviamente esto no es ley ni funciona para todos, ya que para muchos será una situación cuanto menos extraña hablar con una persona cuyo objetivo es ayudarte sin siquiera mirarle a la cara. No obstante, desde mi punto de vista, la terapia debe estar adaptada en todo momento a las necesidades de la persona y habrá quien se sienta más cómodo con el cara a cara que con el cara espalda y viceversa.
Sea como fuere, nuestra misión es la de hacer sentir cómoda, segura y tranquila a la persona, con o sin diván. Y eso lo hace el propio terapeuta, no el mobiliario. Luego las expectativas de la persona no han de estar en la puesta en escena del terapeuta, sino en sus habilidades, sus conocimientos, su capacidad de análisis, su ética y su buena praxis.
¿Por qué vamos a terapia?
Abunda la idea errada de que uno va a terapia sencillamente para hablar sobre las preocupaciones y el complicado día a día y que eso es algo que se puede hacer con un amigo en un café. Bien. Para todos aquellos que creen esto, debo decirles que nada más lejos de la realidad.Ir a terapia implica un serio compromiso por parte de la persona que la recibe, debiendo involucrarse en ejercicios y actividades reales donde el propio individuo sea el que trabaje sus actitudes, sus creencias y su forma de pensar en pos de alcanzar una nueva y más adecuada forma de manejar su propia realidad en la que, obviamente, encuentra dificultades. Siempre teniendo al terapeuta como guía, claro.
Y si la persona no está dispuesta a esto, mucho me temo que ni el mejor terapeuta del mundo pueda ayudar. La terapia es un entrenamiento personal mental individualizado, adaptado a la propia persona. Si un amigo fuera capaz de hacer eso, nuestra profesión no existiría, amén de la cantidad de supuestos amigos cuya presencia e ideas distan mucho de hacer bien.
Hay que dejar muy claro que a terapia no van “los locos”. Un loco es una persona cuyo comportamiento es simple y llanamente imprudente, atrevida, exagerada o incluso extravagante en un momento determinado, todo ello comparado con la que nuestra sociedad categoriza como “normal”. Pero recuerdo que estamos en una sociedad donde “lo normal” ha traspasado sus propios límites y damos por normal hechos que en realidad para nada lo son. ¿Acaso tengo que hacer una lista? Sólo hay que mirar las portadas de cualquier periódico. Y por si quedan dudas, la locura no es ninguna categoría clínica.
Ir a terapia tampoco es sinónimo de debilidad. Muy al contrario, es una muestra personal de una ética y una integridad total y absoluta al reconocer que uno a veces necesita ayuda exterior de profesionales. Todas las personas sufrimos y atravesamos situaciones complicadas en la vida en las que son necesarias ayuda específica y cualificada.
¿Cuántas sesiones de terapia son necesarias?
No hay ni habrá jamás un número exacto de sesiones para tratar ninguna cuestión. Ni en dos días uno se recupera de una situación traumática, dolorosa o importante en su vida. Las cosas llevan tiempo. ¿Cuánto? Depende de la persona, de su situación, de lo en serio que se tome las sesiones, de si está dispuesto a seguir las indicaciones del terapeuta, de la dificultad y profundidad del problema y un largo etcétera.Por ello, no se entiende que la preocupación de la persona que realmente quiere encauzar su vida, sea el tiempo o el número exacto de sesiones con su terapeuta, ya que eso no debería ser la cuestión principal, sino el resultado de todo el proceso.
Ir a terapia es una maravillosa oportunidad de entender tu vida de un modo completamente diferente, de tratar tus problemas de una forma alternativa, con una persona capacitada y cualificada para ello, que no te juzgará haya pasado lo que haya pasado. En terapia lo que encontrarás será la forma de hacer de la tuya una existencia coherente, amable y acorde a tu propia persona. Encontrarás la forma de hacer tuya tu propia vida. ¿Alguien da más?
Nota: El artículo ha sido publicado originalmente en Saludterapia.