No es un mito, es una realidad que el consumo exagerado de azúcar se ha convertido en un verdadero problema de salud pública.
Por desgracia la industria alimentaria no nos vende lo mejor, nos vende lo más rentable (para ellos, claro está). No es que desconfíe de sus buenas intenciones pero dentro de sus prioridades no está mi salud sino su cuenta de resultados. El azúcar es, en este sentido, un gran chollo; es barata, fácil de manipular y adictiva. Si, es realmente un chute de placer que el cerebro recibe desatando una tormenta de serotonina y activando las zonas del cerebro asociadas al bienestar. Las ratas de laboratorio prefieren el azúcar a la cocaína, por algo será.
Pero nosotros no somos ratas, por favor plantemos cara al azúcar, no me interpretes mal, no quiero que te lances por la cocaína.
Existen cientos de estudios que corroboran la relación entre el alto consumo de azúcar con obesidad, diabetes y todas las complicaciones de salud que de ellas se derivan. No puede dejar de recomendaros un estupendo documental hecho en Brasil, se centra en la alimentación de la infancia y pone los pelos de punta.
El azúcar o sacarosa es un producto refinado procedente de distintos vegetales, se suele fabricar con caña de azúcar o con remolacha. Es un disacárido formado por una molécula de fructosa y otra de glucosa. Son moléculas muy pequeñas que son rápidamente absorbidas.
Esa absorción tan rápida produce un aumento veloz de los niveles de insulina en la sangre para hacer frente a esa avalancha de dulzor, el problema es que igual que suben rápido, bajan rápido. Este proceso químico repetido día tras día a lo largo de los años termina provocando en muchas personas un síndrome metabólico conocido como resistencia a la insulina. Podemos decir que es un estado pre-diabético del organismo, si no se toman cartas a tiempo desembocará inevitablemente en la enfermedad diabética y en todas las complicaciones que conlleva. Os enlazo una presentación bastante esclarecedora de la doctora Kimber L. Stanhope sobre este asunto. En ella trata del consumo de sacarosa pero también de la fructosa, con mejor prensa pero de efectos también cuestionables.
¿Esto significa que el cuerpo no tolera el azúcar? ¿Y no la hemos tomado durante siglos sin que pasase nada?, pues sí y no. El azúcar, como tal, es un invento bastante reciente. La remolacha se empezó a convertir en azúcar a principios del siglo XIX, y aunque se utilizaba la caña de azúcar desde siglos antes, era un producto caro y escaso, solo para las clases pudientes.
Al hombre siempre le ha gustado el dulce, con seguridad nuestros antepasado primates ya robaban la miel a las abejas, pero lo que es una circunstancia única en la historia de la humanidad y que nunca ante se había producido es la total accesibilidad a azúcares refinados siempre y en todo momento. Este hecho sí que es absolutamente nuevo y queridos amigos, desgraciadamente, el cuerpo humano no está diseñado para soportarlo. Durante los miles de años de evolución humana la relación con la comida ha sido siempre de escasez, de hecho la acumulación de la grasa en nuestras células es una respuesta del cuerpo a este hecho habitual. Nuestro cuerpo está perfectamente equipado para soportar una atracón de vez en cuando, pero difícilmente resiste la incontinencia alimentaria moderna, productos hiper refinados y azucarados siempre y en cualquier circunstancia.
El otro hecho fundamental en los dulces manufacturados son las malas compañías, porque no contentos con tener de protagonista a nuestro edulcorado amigo se acompaña de un elenco de figuras de tercera fila de muy mala reputación: la harina blanca refinada y las grasas hidrogenadas, sin olvidarnos de unos secundarios que tampoco ayudan: colorantes, saborizantes y conservantes varios. De hecho, tenemos el producto perfecto que abarrota los estantes de los supermercados y que son un chollo para la industria alimentaria; están muy ricos y tienen unas condiciones de conservación y caducidad estupendas. Además son muy baratos, me atrevería a decir que es probablemente más caro el envoltorio que el contenido.
Por otro lado, también tenemos el azúcar para beber, porque son eso y nada más que eso los refrescos carbonatados. Una lata de cualquiera de ellos contiene unos 40gr de azúcar. Realizando unas sencillas operaciones aritméticas llegamos a la conclusión de que con una lata al día, en un mes nos habremos zampado más de un kilo de azúcar. Algo menos será si optamos por zumos envasados o batidos, aunque también convendría evitarlos.
Pues llegados a este punto nos encontramos con otro actor que también tiene papel en esta película, podemos decir que es el bandido enmascarado, su nombre suena casi saludable pero nada más lejos de la realidad, nos referimos a la fructosa (no perdamos de vista que la sacarosa está compuesta por una molécula de fructosa también) y sus colegas el jarabe de maíz de alta fructosa y el jarabe de maíz. El metabolismo de la fructosa es realmente perverso, llega al hígado sin trabas, incluso aunque ya haya de sobra, y su exceso provoca hígado graso, colesterol y triglicéridos elevados. Es por eso que no solo de grasa saturada vive el colesterol.
¡¡¡Socorro!!!, entonces, ¿no podemos comer fruta? tranquilos, la fruta sigue siendo saludable.
Para obtener la misma cantidad de fructosa comiendo frutas que bebiendo refrescos no deberíamos comer otra cosa, por ejemplo las cerezas, que es de las variedades con más fructosa, poseen algo más de 6 gramos por 100 de fruta. Además la fibra que aporta la fruta dificulta la absorción de la fructosa, sin olvidar el efecto compensatorio que tiene los aportes de vitaminas, minerales etc.. de la fruta fresca.
Ya hemos visto todo lo malo que se usa para endulzar, ahora tocará ver lo bueno. Realmente esta parte es la complicada porque básicamente está todo dicho, el resto de productos naturales que podemos utilizar para endulzarnos la vida se compone básicamente de fructosa, glucosa y sacarosa.
Miel: fructosa 38%, glucosa 31%, sacarosa 1.5%, maltosa 7.5%.
Sirope de agave: 57% fructosa, 17% glucosa.
Azúcar de coco: 92.8 %sacarosa, 1.5% fructosa.
Por poner algunos ejemplos.
Y entonces ¿cuál es la diferencia con el azúcar refinada?, la diferencia radica en que el resto de endulzantes naturales poseen un extra beneficioso en forma de minerales u otras sustancias, el azúcar refinada es únicamente carbohidrato vacío que no aporta más que eso. Puestos a elegir es mejor quedarse con los productos menos refinados y aún así moderar su consumo. Y entre el azúcar o fructosa, mejor el azúcar, engorda igual pero no te sube tanto el colesterol y los triglicéridos ; la fructosa solo en la fruta por favor.
Tenemos también una serie de edulcorantes sintéticos (aspartano, sacarina …) cuyo uso es bastante controvertido, lo último que he podido leer al respecto habla de que son perjudiciales para la flora intestinal y provocan daños como la diabetes, justo lo que queremos evitar.
Hay también otro tipo de endulzantes, son alcoholes de azúcar, los reconocerás porque acaban en -ol: sorbitol, xilitol, lactitol etc...son de absorción más lenta que el azúcar y su aportación calórica es baja. Algunos tienen efectos laxantes y en general no se deben tomar en grandes cantidades.
Yo no sé cuál será vuestra conclusión, la mía es clara, utiliza endulzantes naturales siempre en cantidad moderada cuanto menos refinados mejor; y cuida mucho con qué los acompañas. Evita las bebidas azucaradas y los dulces manufacturados. Creo que es una opción saludable y sencilla que cualquiera puede llevar a cabo.
Este post se ha publicado primero en El blog de Árnica digital..