Las nuevas modas gastronómicas, en las que el consumo de pescado crudo o poco hecho se están haciendo cada vez más habituales, y el agotamiento de los caladeros tradicionales de pesca, que han obligado a adentrarse en zonas más lejanas donde el parásito es más frecuente, hacen imprescindible que el sector de la restauración y cada consumidor en casa tengan claros los tres consejos básicos para prevenir la anisakiasis: limpiar el pescado lo más pronto posible, cocinarlo correctamente, ya que el calor destruye las larvas, y congelarlo en caso de que se vaya a consumir crudo o poco hecho a una temperatura inferior a -20º C durante al menos un día.
Una infección muy molesta
Sólo tienen que pasar unas horas para que los síntomas de esta infección se manifiesten. Suele aparecer dolor abdominal, náuseas y vómitos. Las larvas, que suelen medir hasta 2 cm, se pueden llegar incluso a expulsar tosiendo. Si pasan al intestino, la respuesta se puede producir hasta una o dos semanas después y causa síntomas similares a la enfermedad de Crohn.Las personas sensibles pueden llegar a sufrir severas reacciones anafilácticas después de comer pescado infectado por anisakis y la reacción puede confundirse con alergia al marisco, ya que los anisákidos son difíciles de encontrar en una prueba. Además, este parásito a menudo produce una reacción en pruebas para otros alergénicos. En la mayor parte de los casos, el tratamiento de esta infección es sintomático porque el parásito, por su propio ciclo de vida, no puede sobrevivir en los humanos y al final muere.
Una vida marcada por el anisakis
El 95% de los casos de enfermos de anisakiasis se registran en Japón por el alto consumo de sushi o sashimi. En España, la incidencia empieza a crecer y las propias autoridades sanitarias españolas reconocen que ahora se detectan casos que hace años no se diagnosticaban como infecciones por anisakis. Ese fue el 'calvario' de María del Carmen Jiménez, que hace 40 años comenzó a sufrir tremendas reacciones alérgicas en las que llegaba incluso a perder el conocimiento. "Los ataques duraban unas 72 horas en las que llegaba a deshidratarme por la cantidad de agua que expulsaba por la nariz", recuerda.Su caso se convirtió en una incógnita para los expertos y en una peregrinación de hospital en hospital, donde los médicos se daban por vencidos una y otra vez tras agotar todo tipo de pruebas. La frecuencia con la que María del Carmen debía viajar a Madrid para seguir las pruebas obligó a que finalmente tuviera que fijar allí su residencia. "Esta enfermedad ha sido la sombra de nuestra vida" durante más de 20 años, el tiempo que emplearon en pasar por los mejores alergólogos españoles, tanto de la sanidad pública como de la privada, que finalmente se reconocían incapaces no sólo de aliviar sus síntomas, sino de diagnosticar su enfermedad.
"Era un caso muy raro", reconoce, "y me hicieron todo tipo de pruebas, algunas que es mejor olvidar". Recuerda con cariño al doctor Bartolomé, su médico del Hospital Clínico de Madrid, que ha seguido su periplo y al que llevaba los resultados de cada especialista al que acudía. Y así un año tras otro en los que incluso María del Carmen fue a Lourdes. "Mi marido no creía en esas cosas, pero ya estábamos en un punto en el que había que probarlo todo", admite.
De Málaga a Japón
Tras 25 años de incógnitas, de la impotencia de los especialistas, de que el caso de María del Carmen pasara por las manos de los más prestigiosos alergólogos de nuestro país, la solución la encontraron en Japón. Corría el año 1993, cuando en España no existían pruebas para diagnosticar alergia al pescado y el anisakis era un auténtico desconocido. Su historial viajó desde el Hospital Clínico de Madrid hasta Japón, y a su vuelta traía lo que tantas veces habían esperado, un diagnóstico: anisakiasis.Han pasado 15 años desde entonces y María del Carmen sólo come merluza ultracongelada, ni siquiera se atreve a congelar el pescado en casa. Sus tres hijos y uno de sus nietos también son alérgicos al anisakis, aunque no les ha condicionado tanto la vida como a ella. "Mi enfermedad fue la destrucción de mi casa", admite. Eso sí, recuerda con una sonrisa lo que siempre decía en aquellos tiempos, "después de todo lo que estoy pasando en mi juventud, al final me convertiré en una abuela ye-ye". Y lo ha cumplido.