La tradición de este postre llega a nuestra gastronomía cada día 1 de Noviembre, y hay que darles las gracias de ello a los árabes, como gran parte de la repostería de España, ya que durante los siglos de ocupación árabe, la gastronomía se enriqueció gracias a ellos.
Se cree que el origen de la receta se sitúa en un pueblo malagueño, en Almogía, en el año 1090. Debido a que el rey sevillano Mohamed ben Abad Al Motamid cercó la fortaleza de la ciudad.
Al estar completamente fortificada, la ciudad se quedaba sin suministros tan básicos como la comida y la leña que usaban para los hornos, por lo que Abdelaziz ben Drisi el Jabazún, un panadero, hizo recuento de vituallas y decidió preparar unas tortitas de masa de agua y harina; luego las subió a lo alto del castillo y las metió en los calderos de aceite hirviendo que se usaban para arrojarlos a los asaltantes.
De esta forma se originó los ya famosos los buñuelos de viento. Y después de conocer la tradición pasamos a la cocina a preparar… Buñuelos de viento.
Ingredientes
§ 4-5 huevos
§ 300 ml de agua
§ 125 gr de harina
§ 25 gr de mantequilla
§ 2 cucharadas soperas de azúcar
§ Ralladura de 1 limón
§ Sal
§ Aceite de oliva
§ Azúcar glass para espolvorear
Elaboración
Ponemos un cazo al fuego con el agua, la mantequilla, el azúcar, la ralladura de limón y una pizca de sal. Vamos removiendo y, en el momento en el que empiece a hervir, echamos de una vez toda la harina y removemos enérgicamente con una cuchara de madera hasta conseguir que la mezcla se desprenda de las paredes del cazo. En ese momento, retiramos del fuego y dejamos enfriar.
Cuando temple, incorporamos 1 huevo y mezclamos bien. Cuando la masa haya absorbido la totalidad del huevo, echamos el siguiente. Repetimos el proceso con los 4 huevos y dejamos reposar la masa durante 2 horas.
Pasadas las 2 horas, ponemos a calentar una sartén honda con abundante aceite. Cuando esté caliente (pero no demasiado), con la ayuda de dos cucharitas de las de café cogemos una porción de la masa y la echamos en el aceite. La masa al principio se quedará en el fondo, pero en seguida se inflará y subirá a la superficie del aceite. Cuando estén doraditos, con la ayuda de una espátula, los sacamos a un papel absorbente y dejamos que se enfríen.
Tal cual los tenemos se pueden servir, sin embargo, lo común hoy en día es rellenarlos del sabor que más nos guste y además, espolvorear con un poco de azúcar glass.
Con esto nos despedimos, ¡Hasta el mes que viene! :)
Realizado por Jorge Ibarra Morato y Cristina Vallespín Escalada