Definitivamente se acerca una época en la que ese concepto que dice que los seres humanos poseemos la capacidad de adaptarnos de manera eficaz, efectiva y positiva a toda circunstancia o situación adversa que nos pueda acontecer, está empezando a calar hondo y con fuerza en nuestras mentes y en nuestros espíritus. Y mejor que sea así porque de otra forma, las épocas venideras serán mucho más amargas para el hombre. Eso sí, el hecho de que el humano sea o tenga la capacidad de ser resiliente no quiere decir que las adversidades, los problemas y las dificultades no le afecten. Únicamente quiere decir que dispone de todo el potencial necesario para hacerles frente. La forma en que aborde el problema en cuestión es harina de otro costal, aunque tenga mucho que ver.
Si no recuerdo mal, no terminábamos de salir de una crisis fuerte, la que empezó allá por el año 2007 que, lejana parece pero aún a día de ayer se seguían sintiendo sus consecuencias en la población mundial, cuando el ser humano ha tenido y tiene que hacer frente a otra enorme crisis de descomunales dimensiones y de la que no se vislumbra si quiera, no ya el final, sino su paso y transición por la misma. Desde luego, la capacidad de recuperarnos la tenemos, pero no puedo evitar preguntarme por el coste mental, espiritual e incluso físico que estos cambios feroces tendrán en las personas. Tener una buena autoestima, en su justa medida y nunca en los extremos, y un ambiente personal y familiar positivo y afectuoso desde luego son elementos claves para poder hacer frente a cualquier momento de dificultad que la vida pueda deparar que, como vemos, los deparará sin duda alguna. Pero, ¿cuántas personas disfrutan actualmente de este entorno íntimo, personal y hogareño, completo e ideal? Las crisis, del tipo que sean, también han puesto de manifiesto este tema al que, tarde o temprano, la sociedad tendrá que hacer frente si de verdad quiere estar sana.
Pero retrocedamos un poco más en el tiempo. Es desconocido para muchos que la noción de resiliencia procede del latín “resilio”, donde originalmente significaba “volver atrás”. En un principio, esta idea se usó en el campo de la física donde hacía referencia a la resistencia de un determinado material al impacto de un choque o golpe. Pasarían años hasta que el concepto saltara al campo de las ciencias sociales para hacer referencia a lo que ya hemos definido anteriormente: nuestra capacidad de resistencia al dolor y la creencia de que se puede salir de toda situación desfavorable por dura que ésta sea.
En esta época que se nos presenta por delante no sólo va a ser necesario sobrevivir a las duras circunstancias, sino que se impone además el avanzar con pasos firmes y serenos, afrontando las situaciones que vengan no sólo sin miedo, sino con valentía y como auténticos guerreros, dejando atrás de una vez por todas el papel de víctimas. A pesar de la crudeza de la situación, no tenemos opción si queremos llegar “a buen puerto”. Sí. De nuevo se nos exige otro esfuerzo de monumentales dimensiones, pero es necesario entender de una vez por todas que, aunque no podamos cambiar las circunstancias en sí mismas, sí podemos hacer, y mucho, por la actitud con la que nos enfrentamos a ellas. Sólo de esta manera, con un cambio positivo de talante y mentalidad, podremos conseguir a su vez responsabilizarnos por nuestros actos, pues de otra forma, con el lamento constante, sólo nos bloquearemos más, lo cual nos llevará a la pasividad, a la aceptación victimista y a la paralización total y global y no es momento para tales lujos.
Aceptar la realidad para nada implica conformarse o resignarse. Implica madurar a través del entendimiento de cuáles han sido los errores cometidos, analizarlos y aprender de ellos. El humano tiene miedo al cambio, pero aún más al sufrimiento. Desarrollar una auténtica resiliencia nos llevará a entender lo negativo como algo momentáneo, temporal, con lo que se puede aprender y mejorar, manteniendo así una verdadera esperanza en los corazones de todos y, ¿no es eso lo que realmente necesitamos?
Nota: El artículo ha sido publicado originalmente en Saludterapia.