Hay unos signos que nos pueden indicar que nuestro organismo está necesitando más proteínas de las que le estamos aportando con la dieta.
¿Quieres saber cuáles son?
La dieta Montignac, la dieta Dukan, la dieta Atkins, la dieta paleo... todas tienen un denominador común: apuestan por una ingesta mayor de proteínas que la que recomienda la pirámide nutricional estándar a la que estamos acostumbrados, y cuya base la forman los hidratos de carbono. Ante esto, la mayoría de los expertos se han lanzado a advertirnos sobre los peligros de un consumo excesivo de proteínas, principalmente el daño renal, y muchas personas han llegado al punto de rechazar por temor estos nutrientes.
Recordaréis que en consulta siempre hablamos de la importancia de proteger la masa muscular cuando queremos bajar de peso: se trata de disminuir la proporción de grasa y no de músculo. Por ello, hacemos bastante hincapié en los ejercicios de tonificación y en un consumo adecuado de proteínas en cada comida principal.
Quizás eres de los que piensa que siempre será más sano una ensaladita que una tortilla o unas verduras que un filete de pescado y un día por esto y otro por aquello, vas dejando de lado las proteínas en tu dieta. Si perteneces a este grupo, fíjate bien si contestas afirmativamente a alguna (o varias) de estas preguntas, porque quizás tengas que revisar tu dieta.
1. ¿Tienes ansiedad por comer dulces?
Quizás creas que , como nuestro organismo es tan inteligente, si tuviera falta de proteínas nos daría una ansiedad tremenda por comer carne y huevos, mientras que si lo que nos apetece dulce, es porque verdaderamente nuestro cuerpo lo necesita.
Sin embargo, dejando aparte que tan común es la segunda situación como inusual la primera, te diré que la ansiedad por los dulces es uno de los primeros signos de que nuestra dieta es deficiente en proteínas, ya que una de sus funciones es mantener estables los niveles de azúcar en sangre. La caída de éstos provocará que literalmente el cuerpo "nos pida" algo dulce para reponerlos.
2. ¿Te sientes mentalmente "espeso"?
Es decir, ¿te cuesta concentrarte en lo que lees, recordar lo que ibas a buscar hace un momento o no olvidar algo cuando vas a la compra?
Cuando nos faltan proteínas, los niveles de glucosa de nuestra sangre fluctúan haciendo que no exista el equilibrio necesario para una buena concentración mental. Cuando comemos carbohidratos con proteínas, estas últimas hacen que la liberación de azúcar en sangre que producen los primeros sea mucho más paulatina que si los consumiéramos aisladamente.
El tomar azúcares como forma de "espabilarnos" solo consigue pequeños repuntes de energía seguidos de un estado de embotamiento mental aún mayor que el que teníamos al principio.
3. ¿Cualquier pequeño esfuerzo te deja como si hubieras corrido una maratón?
De todos es sabido que las proteínas son esenciales para la reparación y construcción de nuestros músculos. Una dieta deficitaria en ellas provocará que vayamos perdiendo masa muscular y con ella nuestra fuerza y resistencia, notándolo incluso en las tareas más rutinarias.
Y si esto no te ocurre, quizá sea porque no tienes que realizar ningún esfuerzo en tu vida diaria pero, mírate sin miedo al espejo: ¿tienes un cuerpo tonificado o al adelgazar lo que estás consiguiendo es simplemente que el número en la báscula sea menor pero que tu piel parezca un traje que se te ha quedado grande?
4. ¿Vuelves a sentir hambre al poco tiempo de haber comido?
Si te ocurre esto, como ya vimos más extensamente aquí, seguramente la proporción de proteínas que incluyes en tu comida es demasiado pequeña y en cambio predominan los hidratos de carbono que producirán picos de glucosa en sangre, liberación de insulina y la pronta aparición del hambre como consecuencia de que esta hormona ha disminuido nuestros niveles de glucemia y esto envía al cerebro la señal de que debemos comer para recuperarlos.
Así que, por una parte, un plato de macarrones te dejará saciado de momento, pero por menos tiempo que si los acompañas por ejemplo con atún, y, por otra, si lo que buscas es adelgazar y cambias la pasta por unas legumbres, una ensalada o un buen plato de verduras con el mismo atún, mantendrás el apetito bajo control con más facilidad hasta la próxima comida.
5. ¿Barres más pelo tuyo que de tu perro?
Los aminoácidos que componen las proteínas son los ladrillos con los que se fabrican también los folículos pilosos, y un folículo piloso sano nos asegura un cabello fuerte. Cuando consumimos menos proteínas de las que necesitamos, el cabello se vuelve débil y quebradizo al no tener una buena nutrición desde la raíz y su caída aumenta.
6. ¿Te "apuntas" a todos los virus estomacales, gripes y resfriados?
Las proteínas no sólo se encargan de reconstruir nuestros músculos, son esenciales para que tengamos un sistema inmunitario sano. Si te parece que enlazas un resfriado con otro o que basta con acercarte a alguien enfermo para contagiarte, revisa tu alimentación porque puede que no estés ayudando a que tengas unas defensas adecuadas por un consumo deficitario de proteínas.
Como conclusión, te recomiendo que lo pienses dos veces cuando decidas cambiar esas lonchas de jamón, ese revuelto o ese pescadito por el postre pensando que el número de calorías es lo que importa a la hora de adelgazar. No somos un balance de cuentas y tan , incluso yo diría que más, importante es qué comemos frente a cuánto comemos.
Es cierto que una dieta hiperproteica no es sana pero tampoco lo es una dieta deficitaria en proteínas o muy rica en cualquiera de los otros dos macronutrientes, carbohidratos y grasas, y los expertos aún no se ponen de acuerdo en la que sería la pirámide nutricional adecuada. Yo creo que cada individuo es "un mundo" con un equipaje propio (genética) y unas influencias externas particulares (familia, entorno, costumbres,...) por lo que es absurdo generalizar e intentar cortarnos a todos con el mismo patrón.
En consulta, cuando alcanzáis un peso sano y con el que os sentís a gusto, cada uno de vosotros habéis llegado a un punto en el que conocéis vuestro propio cuerpo; sabéis qué es lo que os da energía y lo que os la quita, qué alimentos harán que mañana la báscula os dé un aviso y con cuáles podréis conseguir que "rectifique" y, en definitiva, habréis aprendido (y ese era mi objetivo desde la primera consulta) de qué forma debéis alimentaros cada uno de vosotros en particular para que el resto de la vida disfrutéis del placer de comer sin que ello signifique perjudicar vuestra salud.
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