Cuando salí de la universidad no tenía idea de muchísimas cosas pero sí sabía lo que los 35 significarían para mi. Antes de la graduación ya tenía mi primer trabajo formal. Le decía adiós a limpiar mesas en los cafés de la Condesa y mi guardarropa buscaba ser más chic y formal. Adopté el estrés laboral a los 23 y el sueño de convertirme en una flamante ejecutiva a los 35 era tan fuerte que hasta empecé un ahorro risible para que a los 40 pudiera retirarme; comprar un viñedo en el sur de Francia y decirle bye bye al traje sastre.
Con 35 años recién cumplidos abro la vieja libreta donde escribí aquel sueño, suspiro y no me queda más que decir; esta vez no lo conseguí.
Confieso que días antes de mi cumpleaños tuve un ligero bajón de ánimos. Comencé a cuestionar todo. Desde el por qué no tuve hijos a los 29 como estipulaba el plan hasta los trabajos que por mucho amor que les tuviera no aportaban nada para cumplir mi sueño. El paro laboral que decidí hacer a finales del 2011 para darme un respiro y empezar a vivir de otra manera, las metidas de pata, los corazones rotos y en sí todo lo que he hecho y no he hecho desde que cumplí 30.
Decisiones buenas, decisiones malas pero al fin y al cabo decisiones.
En instantes la frustración me carcomía pero si algo he aprendido en los últimos dos años, es que las cosas por muy planeadas que estén, cuando te toca aunque te quites y cuando no aunque te pongas.
El plan de retirarme en el sur de Francia, tendrá que aplazarse un par de años más. Por lo pronto esos ahorros me han mantenido en un país vecino y quien sabe a lo mejor cambio el vino por el olivo. Los hijos, pues en mi familia llegan sin previo aviso así que los tendré cuando menos los espere. Mi visión del mundo ejecutivo cambió desde el momento en que firmé mi renuncia para comenzar a vivir de otra manera y hoy, amo lo que hago. Y si dicen que dejas de trabajar cuando amas lo que haces, pues yo no trabajo escribo.
Del amor huuuuy el amor. Si me has seguido durante el año que lleva este blog sabrás que vivo, sueño, respiro, suspiro y amo el amor.
Soy afortunada por haberme topado con él, por compartir sueños, metas y sobretodo por haber encontrado a alguien que me respete y que me ame por quien soy. Decidir vivir tu vida con alguien requiere de cierta responsabilidad y no hay día en el que no me sienta feliz por ello. Lo encontré y me desperté.
35 fabulosos años con salud, con amor y con un techo calientito donde dormir es más de lo que podría pedir.
Mi papá que me conoce bien, a los tres años me dio el mejor regalo de cumpleaños que alguien puede tener:
Un poema hecho canción.