El desayuno tiene que ser la comida más fuerte del día. Recuerda que de él cogeremos todas las energías para afrontar el día y se desgastará absolutamente todo de lo que consumamos. No te olvides de incluir fruta, que es muy rica en glucosa.
Durante la hora de comer también tenemos que ingerir buena cantidad de alimentos para recuperar todas las fuerzas perdidas a lo largo de la mañana y afrontar la tarde con fuerza. Aún así, no debemos realizar comidas copiosas que luego nos dejen ‘adormilados’. Como acompañamiento toma agua en lugar de una bebida gaseosa o azucarada para no hincharte y dejar la mitad del plato sin tocar.
A media tarde conviene que realicemos una pequeña merienda para llegar con menos apetito a la cena, que debe ser lo más ligera posible. Opta por un vaso de leche, una fruta o algún dulce.
La cena es la comida del día en la que menos alimentos debes ingerir para que la digestión no se haga pesada y llegues a la cama con ella hecha. Prueba a tomar un plato único con un postre detrás y omite las bebidas gaseosas y azucaradas, al igual que en la comida.
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