Se utilizó primero en polvo, fabricado a partir de las hojas secas de la planta que se podían transportar, y también se utilizó, en los países productores, la savia rosácea secretada por la piel superficial de la hoja del áloe. Este método de primeras curas se emplea todavía en las Antillas y en otros numerosos países del Tercer Mundo. Ha sido tan solo recientemente que se ha conseguido estabilizar el gel activo pero inestable de la pulpa del aloe vera, para uso prolongado. Actualmente es este gel mucilaginoso que contienen las hojas, la parte más activa del aloe vera lo que se utiliza.
La aloína, colagoga, estomacal, laxante y purgante, contenida en la "savia" de las células pericíclicas del aloe vera representaba para los antiguos un verdadero elixir de larga vida.
Pero eran pocos los entendidos capaces de diferenciar esta savia amarillo-rosácea del gel incoloro del corazón de las hojas del aloe vera. Sin embargo es este gel astringente, bactericida, béquico, cicatrizante, fungicida, antiinflamatorio, hemostático, y virulicida, la parte más activa de la planta. Anestesia los tejidos, suprime los picores, (alivia las picaduras de insectos). Combate también con éxito la fiebre y el estreñimiento, dilata los vasos capilares y clarifica la sangre. En dermatología, el gel del aloe vera revitaliza los tejidos, "digiere" las células muertas, hidrata las pieles secas y penetra profundamente la dermis para su mayor beneficio.
En el curso de la última mitad del siglo, varios investigadores han enriquecido la lista, ya larga, de sus propiedades tradicionales, con nuevas funciones : el aloe vera demuestra ser un excelente regulador biológico y un excelente inmunoestimulante. Es apreciado por su facultad de acelerar la regeneración celular postoperatoria. Actualmente, algunos médicos americanos afirman obtener incluso buenos resultados en el tratamiento del cáncer y del sida.
La rica composición en elementos nutritivos variados hace también que la pulpa del aloe vera sea un alimento energético muy completo.
Pero seamos prudentes. Esta reputación de "planta milagrosa", estos elogios, este ditirambo, ¿No es demasiado bonito?
¿No parece más bien una bella leyenda? ¿O quizá una campaña propagandista vulgar y corriente para promocionar los mil productos más o menos puros y más o menos eficaces que se disponen a invadir el mundo?
Lo que habla en favor de las virtudes intrínsecas del aloe vera es que su uso fue adoptado por pueblos muy alejados geográficamente, como el antiguo Egipto, la India (medicina ayurvédica), la América precolombina, Madagascar, la Australia primitiva, etc.
Está claro que esta fama "mágica" desanima y molesta a la mayoría de científicos; los mismos, por cierto, que se burlan de las medicinas suaves y niegan la eficacia de la mayoría de las terapias naturales, que califican de placebos.
Pero eso no impide que un gran número de farmacéuticos, biólogos y médicos serios estudien el aloe vera y confirmen algunas de sus propiedades legendarias. ¡Mejor todavía! Incluso le han descubierto nuevas virtudes, en particular sus propiedades nutritivas.
La pulpa extraída de las hojas de esta planta es rica en vitaminas, en sales minerales, en aminoácidos, en enzimas, y también ofrece un alimento energético muy completo.
Pero este gel que se encuentra en las largas y carnosas hojas de la planta se oxida rápidamente en contacto con el aire, y esta corrupción le quita la mayoría de sus principios activos. Para conservarlo, ya lo hemos visto, antaño se hacían secar las hojas antes de reducirlas a polvo. Este proceso se utiliza aún en países tercermundistas, pero en nuestros países industrializados se ha sustituido por métodos de conservación igualmente naturales pero más modernos.
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