Lunes a las 20h entro en el box. No estoy en la sala de urgencias, es el nombre que recibe la sala en la que se practica este deporte fitness. Llevo todo el día temblorosa pensando en ese momento y cómo me dejé convencer para entrar por esa puerta de nave industrial.
El crossfit tiene esas cosas de hacerlo a lo bruto con toda la táctica que se debe manejar y, por eso, los box no son finolis. No hay ni taquillas ni moderneces de expendedores de champú en los baños. Es más bien como regresar a los vestuarios del colegio pero sin el chandal reglamentario. La vestimenta es otro tema. Salgo yo de los veatuarios con mi atuendo de gimnasio decathlonero con todo mi flow y las piernas temblando. Me fijo que, especialmente en los chicos, abundan las mallas cortas de licra y los calcetines hasta las rodillas. ¿Sobrados? ¿Modernos? No, es que hay que ir cómodo a una clase y con las piernas cubiertas sease que te quemes escalando la cuerda.
Bien. Estoy a pocos minutos de empezar mi clase de prueba. “¿Es la primera vez que vienes? Sí, y no sé si la última.” Se ríen. Yo no, aunque hago una mueca. Pienso si podré regresar a casa tras este semi entrenamiento militar. Calentamos. Hay que coger la máquina de remo y ahí voy yo hecha un lío a por una decentemente colocadas de pie en la pared. Tienen ruedas, menos mal. 400metros de calentamiento porque a los que probamos no nos quieren asustar de buenas a primeras. Seguimos con una ronda de squats. Aprenderéis que en esto del crossfit también hay que ser moderni y decir las cosas en inglés. ¿Qué suena más duro-cruel-para-no-olvidar-
No mentiré, había buscado fotos en google, en instagram y pseudoanalizado-acosado a mis amigas que practican crossfit vaya a ser que me metiera en tal locura con desconocimiento absoluto. Al menos saber que iba a morir era todo un detalle.
Asumo que será la clase más humillante de mi vida. Que los squats, press y la madre que los trajo me comerían viva y que mis compis me mirarían con cara de esto no es lo tuyo. Una hora por delante. Veo a otra chica nerviosa. ¡Madre mía! Fucking crossfit no estoy sola en mi día de prueba. Menos mal…
Veo cuerdas colgando, barras en el techo, pesas, kettebells, cajones, gente gritando del esfuerzo… Estoy de los nervios pero ya estamos aquí, no hay vuelta atrás. Queda asumir que será la clase más humillante de mi vida, aunque intentaré superarla con la máxima dignidad que el cuerpo me permita.
Bueno, bueno, bueno. Llega el momento de coger una barra olímpica (¡WTF!). Mis brazos no están preparados para ello, pero eh, hemos venido a probar, ¿no? Se pasa por mi mente eso de ‘mátame camión’ creo que sería menos sufrimiento. Hago los ejercicios y superado. Ahora toca una de esas rutinas que tanto les mola y ese amigo que parece que son incapaces de olvidar: el cajón.
Llamadme cobarde pero tras 45min de ejercicio y mucho de no mover el ‘body’, me costaba bastante y me decanté por una de 30cm de altura. Un poco más de un palmo pensaréis. Sí, pero… no veáis la guerra que daba la jodida caja. Sin embargo, quería hacer lo máximo posible que una tiene orgullo. Empezamos con 3 flexiones, 3 saltos al cajón y 3 abodminales. Seguimos con una serie de 6, otra de 9, otra de 12 y termino el tiempo con las flexiones de la serie de 15 repeticiones. Por un momento pensé ‘va, quédate en la de 12, ya has hecho suficiente’, pero si hemos venido a jugar, nos lo jugamos todo al rojo y apuro el cronómetro hasta que suena. Nunca he sido capaz de hacer más de tres flexiones seguidas porque ya os dije, tengo cero fuerza en los brazos.
Acabamos. No me lo creo. He sobrevivido y vivo para contarlo. Termino y nadie me mira raro. Nadie pone esta mirada de gimnasio ‘tú aquí no pintas nada’. Todo el mundo me felicita por haber llegado hasta el final entre sonrisas. Estiramos y nos saludamos. Sí, otra cosa que aprendí es que en la secta (otro nombre como se conoce a este deporte) todos somos iguales indiferentemente del nivel, que todos nos animamos unos a otros. No sé porqué pero solo puedo pensar en cuándo volver y lo mucho que me costará sentarme en los siguientes días. ‘¿Te ha gustado? ¿Te apuntarás?’ Me preguntan y entre risas, cansancio y estirando los gemelos contesto: ¡SÍ! Aunque sé lo dura que será esta decisión.