Hay días en los que sientes una energía desbordante y, al instante siguiente, quizá te hundes en la más profunda de las oscuridades.
El planeta está en pleno proceso de ascensión y nosotros tenemos que hacer el trabajo de elevar nuestra vibración a su misma frecuencia, y todo esto en muchas ocasiones no nos resulta fácil.
Porque hay un trabajo pendiente para muchos, que es el volver a conectar con lo que realmente somos, y es reconectar con nuestra parte salvaje, con nuestra parte de seres que formamos parte de la tierra.
Parece que siempre que hablamos de desarrollo espiritual enseguida pensamos en elevar nuestros ojos hacia el cielo y ascender... subir de vibración nos tiene que conectar automáticamente con lo celeste, con los llamados reinos superiores, con lo que a nivel mental consideramos como espiritual.
¿Pero qué es lo espiritual?
Para los orientales, lo espiritual no se limita a lo que aparentemente viene de un plano “superior” sino que es una forma de estar y sentir en el mundo.
Cada día, cada cosa que hacemos debemos hacerla de manera consciente pues sólo desde la conexión y la integración con nuestro verdadero ser de manera completa, podemos alcanzar ese estado de “gracia” que conlleva el desarrollo espiritual.
En Occidente hace algunos siglos, también se vivía en conexión, de manera espiritual y sagrada en cada cosa que se hacía, en lo cotidiano.
Eran los tiempos en que se vivía en conexión con la naturaleza y sus ritmos, en que lo sagrado estaba en cada gesto cotidiano.
Se vivía agradeciendo cada día el amanecer, honrando al Dios Sol, cada noche recibiendo las bendiciones de la luna, se tenía una conciencia de que la tribu, el grupo del que formábamos parte era importante, nos ayudaba a avanzar y a aprender.
Los hombres y las mujeres eran libres y se respetaban, se reconocían como iguales, aunque complementarios porque cada uno tenía una misión y un papel fundamental para con los demás, se honraba a los ancestros, se entendía la muerte como un rito de paso a más vida superior, no era tabú, no se le tenía miedo.
Se bendecía y celebraba cada nacimiento, cada vez que una mujer tenía su primera regla todo el clan lo celebraba con una bendición, cada vez que un hombre joven alcanzaba su madurez también se celebraba.
Las uniones eran ritos de unión de manos, hasta que el amor durara, sin más ley que la ley del amor y la libertad como lazo. Todo estaba impregnado de espiritualidad.
Más tarde nos olvidamos de nuestro propio poder y se lo fuimos cediendo a agentes externos, cuando surgieron las principales grandes religiones, muchas de ellas unidas a poderes e intereses políticos de someter a pueblos y doblegar voluntades, cedimos nuestra parte espiritual y su desarrollo a poderes externos que nos hicieron olvidar, que lo divino, lo celestial, la espiritualidad forma parte intrínseca de nosotros y es esa desvinculación lo que nos ha llevado en muchos momentos históricos a olvidarnos de lo que realmente somos, a desvincularnos de nosotros mismos.
Volviendo a conectar con la naturaleza
Sin embargo hoy en día apoyados por la fuerza del planeta y de los lugares invisibles de los que también formamos parte, aunque no nos demos cuenta, o no queramos reconocerlo hay un movimiento que nos impulsa a muchos a buscar más allá, a redescubrimos, a volver a conectar con esa sabiduría antigua que un día olvidamos.
Volver a entender y sentir que no somos otra cosa que parte de la naturaleza y de la Tierra y que, cómo tales, debemos elegir estar en armonía con sus ciclos y sus movimientos.
Aprovechar esos movimientos para que estas fuerzas vayan a nuestro favor, porque la desconexión tiene un precio muy alto, el de perdernos a nosotros mismos. Vivir en armonía con la naturaleza, sin dañarla pues dañarla es dañar una parte de nosotros mismos, y honrar a los elementos pues es tiempo de recordar que son parte de nosotros.
Prestando atención a los 4 elementos
En nosotros están los 4 elementos presentes, hay una canción chamánica muy conocida:
Tierra mi cuerpo, agua mi sangre, aire mi aliento y fuego mi espíritu.
También desde las tradiciones paganas se nos habla de cómo los elementos representan nuestros cuerpos:
la tierra nuestro cuerpo físico
el aire nuestro cuerpo mental
el agua nuestro cuerpo emocional
el fuego: nuestra parte más espiritual y trasformadora
Pero debemos prestar atención a los 4, integrar todos.
Por encima de todos ellos está el éter, ese quinto elemento que nos conecta con lo Celeste y con los niveles de conciencia superior, pero que a la vez también es como el pegamento del universo, lo que da forma y contenido a todo.
Hoy en día, está habiendo un resurgir de estas antiguas enseñanzas y transmisiones para ayudarnos a volver a conectar con nosotros mismos y poder tener un verdadero desarrollo espiritual, porque somos almas viviendo en este plano físico.
Honrar nuestro cuerpo
Tenemos un cuerpo y vinimos a experimentar una experiencia humana, y a ser felices, a experimentar el gozo y la plenitud, el placer...
Y aunque a veces tengamos tendencia a vivir en “las nubes” pensando que con eso estamos más cerca de la llamada iluminación o ascensión, es muy importante estar arraigados, sentir que tenemos unas raíces fuertes en este plano para luego poder elevarnos hacia planos superiores.
No podemos empezar la casa por el tejado porque nos quedaremos a mitad de camino, vibrando en una falsa luz que en algún momento se apagará.
Si nos olvidamos de honrar nuestro cuerpo, nuestras emociones, nuestros pensamientos, si no amamos el ser que somos en la Tierra no estamos haciendo nuestra parte.
Hay un camino precioso por recorrer que es el de la conexión con los humanos que somos, con la tierra, con la verdadera alquimia de la tierra y es un trabajo hacia el interior, hacia nuestras profundidades, sanando nuestro interior, atravesando las sombras, los miedos, la oscuridad que en ocasiones nos da tanto miedo.
Pero sólo transitando el camino de las sombras podremos descubrir cuanta luz y cuando conocimiento se oculta en ella.
Todo está dentro de nosotros y tenemos a la Tierra y toda esa sabiduría antigua que integrar y conocer.
Igualdad entre hombres y mujeres
Este camino es para todos, para los hombres y para las mujeres, pues todos somos lo mismo y aunque durante mucho tiempo también desde el exterior se nos ha querido separar y dividir, ambos sexos hemos sufrido las consecuencias de esa separación y de ese desarraigo.
Ahora es un tiempo de Unidad, de reconocer que independientemente del sexo en el que hayamos encarnado, contemos dentro de nosotros ambas polaridades, tanto hombres como mujeres tenemos una sagrado femenino y un sagrado masculino que tenemos que sanar e integrar y el trabajo más importante reconocer que habita en nosotros.
Carl Jung habla de que tanto los hombres como mujeres tenemos una parte masculina y otra femenina.
La polaridad universal entre lo masculino y lo femenino tiene lugar también dentro de cada hombre y de cada mujer.
Somos la unión de un óvulo y un espermatozoide, tenemos hormonas masculinas y femeninas, lo que significa que estamos en conexión aunque a veces no lo percibamos, ni seamos conscientes de ellos, de energías masculinas y femeninas.
El animus y el ánima
El animus y el ánima son arquetipos internos o representaciones inconscientes. Jung, denominó "animus" a la parte masculina del alma de la mujer, y ánima a las cualidades femeninas del alma del hombre.
La polaridad masculina implica movimiento, es la acción de engendrar, de penetrar, la capacidad de explorar el mundo y de ir en busca de lo que se quiere. Es la iniciativa, la lógica, la mente.
La polaridad femenina es la capacidad de entrega y de receptividad, la ternura, fecundidad, contemplación e intuición. El cuerpo frente al espíritu.
El trabajo de integración de ambas polaridades se denomina «matrimonio interior» o «boda alquímica», consiste en aunar y equilibrar ambos principios complementarios dentro de uno mismo para completarse.
Para los orientales estaría representado por ese equilibrio entre el Yin y el Yang que todos conocemos.
La energía masculina y la femenina se relacionan también en las tradiciones orientales con el dios Shiva (conciencia) y la diosa Shakti (energía) los amantes universales de cuyo amoroso abrazo y de cuya unión nace todo.
Es la integración de las polaridades:
Sol / Luna
Cielo/ Tierra
Penetrabilidad / Receptividad
Mente / Cuerpo
Razón/ Intuición
Fuerza / Vulnerabilidad
Perseverancia / Flexibilidad
Separación/ Unión
Espíritu / Naturaleza
El alma del hombre es de naturaleza femenina, y la de la mujer masculina. Jung dice que los hombres son masculinos por fuera y femeninos en su interior, mientras que las mujeres son femeninas exteriormente y masculinas por dentro.
Las mujeres son receptivas por fuera pero penetrantes y duras en su interior, y los hombres son agresivos y fuertes por fuera pero blandos y protectores por dentro.
Cuando las mujeres conectan con su interior encuentran lógica, competitividad, firmeza, poder personal y reflexión.
Cuando los hombres vislumbran su interior muestran vulnerabilidad, compasión, sabiduría, deseo de unidad y tolerancia.
El animus es un arquetipo inconsciente que se revela como la imagen interna que tiene la mujer del hombre, lo masculino interno de la mujer.
Por su parte, el ánima es la imagen inconsciente de la mujer en el hombre, lo femenino interno del hombre.
Ambos arquetipos generan atracción a través de la proyección de esa imagen interna en el exterior.
Jung dice que en los amores a primera vista uno es “tomado” por la fuerza interna del arquetipo, es decir que aquello que nos atrae de un hombre o una mujer es el propio animus o ánima.
Cuando se habla de este proceso de ascensión planetaria hacia la cuarta dimensión, se dice que el ser humano de esa vibración es un ser andrógino que tiene integrado en él ambas polaridades.
Los efectos del patriarcado
El patriarcado, como sistema vigente durante tantos siglos nos arrebató a ambos sexos tantas cosas...
A las mujeres nos limitó nuestro papel a la reproducción y al cuidado de nuestra familia, fomentando que nos olvidáramos de nuestro poder, de nuestra sabiduría, de nuestra conexión, como sanadoras, chamanas, mujeres de poder, impidiendo que desarrollaramos nuestros talentos y que pudiéramos poner en marcha otros proyectos o tareas ajenas al cuidado de otros, no como libre elección si no como obligación impuesta.
Nos arrebató el poder conectar y reconocer nuestra parte masculina, honrarla e integrarla.
A los hombres se les privó de su parte emocional, limitados a ser lo que aprovisionaban a su familia, sin darles derecho a elegir otra función, en muchas ocasiones se les privó del derecho a poder sentir que ejercer una paternidad basada en el amor, el cuidado y el respeto era legítimo, privados de mostrar su emociones, censurados si se mostraban débiles. También se les enseño que tenían más derechos que sus iguales femeninos que eran superiores.
Les arrebató poder conectar con su naturaleza femenina, honrarla e integrarla.
Este sistema ha sido perpetuado por mujeres y hombres durante mucho tiempo, porque así se les iba transmitiendo que eran las cosas, generación tras generación, una y otra vez.
Pero como digo, hay un resurgir en los últimos años apoyados por el movimiento de la Tierra, por todas las personas que están despertando de ese “sueño” de ese letargo y que están cansados de sentir que la vida pasa por sus manos y no la viven, cansados de ceder su poder a otros.
Volviendo a reconectar con nuestro cuerpo
Y en este camino de toma de consciencia de lo que realmente somos, de tomar nuestro poder, surge esta oportunidad maravillosa de volver a conectar con nosotros mismos a través del interior y de lo que nos rodea, no ya para cederle nuestro poder, sino para ir a favor de lo que nos muestran, comprendiendo que somos parte de ello, que está en nuestra naturaleza tanto como cada respiración que hacemos cada día.
Y es este el tiempo de conectar con nuestra divinidad, con los seres completos que habitan en nosotros, hacer este trabajo de integrar ambas polaridades en nosotros y entrar en ese espacio de la verdadera conexión con lo que somos.
Y hacer este trabajo de reconciliación y de reunión con todos los hombres y mujeres, pues no hay separación, todos caminamos unidos hacia el mismo destino.
Este camino empieza en la Tierra, en reconocer nuestra conexión con nuestro cuerpo físico, con nuestro planeta y cómo parte de él empezar a vivir en conexión con el movimiento que en nosotros producen los ciclos de la luna y el sol.
Así por ejemplo llega este tiempo de ir a favor y en conexión con los ciclos lunares:
dejar marchar en luna menguante,
limpiar y regenerarte cada luna nueva
crecer y proyectar en creciente
sentir la plenitud en la luna llena.
Ir a favor de la rueda del año, que sería entrar en conexión con lo que nos van mostrando las estaciones y el Sol y las experiencias que nos ofrece:
El otoño con su movimiento de soltar, de liberarnos de lo que no queremos o no ha dado su fruto, y recoger la última cosecha tardía antes del invierno.
El invierno para la introspección, para coger fuerzas, para mirar hacia dentro, para cuidarnos, para resguardarnos, la primavera para despertar de nuestro letargo y proyectar nuestros sueños, plantar nuestras semillas y el verano para vivir la plenitud y el gozo y recoger lo sembrado.
Y es así como la rueda del año nos invita a girar al ritmo de sus tiempos, para estar en armonía con esta tierra sagrada en la que vivimos.
Y desde esa conexión surge la magia, la verdadera alquimia, porque nos hacemos responsables de nuestros tiempos y nuestros procesos y rueda tras rueda vamos ascendiendo, pues entramos en ese movimiento en espiral que rige el universo. Y desde este lugar entramos en conexión y celebración permanente, pues todo lo que nos ocurre son regalos y bendiciones, todos los tiempos son sagrados.
Bendecimos lo que tenemos, agradecemos lo que se va de nuestras vidas, proyectamos nuestros sueños y deseos y sentimos cómo germinan en nuestro interior pues ya hemos conectado con que somos tierra fértil, y nos rendimos al presente a vivir con intensidad cada experiencia que tengamos pues nada de los que nos sucede es ajeno a nosotros, todo es un reflejo y todo forma parte de nosotros.
Y lo que no queremos ver, nuestra sombra, está ahí para darnos la mayor de las oportunidades, pues una vez que somos capaces de mirarla a los ojos podemos ver la luz que se encuentra al final del camino y que sólo era una resistencia, una puerta que teníamos que atravesar para seguir avanzando, para seguir ascendiendo.
Desde la Tierra al Cielo, siendo cada día los seres espirituales que somos, en lo cotidiano, en cada paso, en cada amanecer, en cada anochecer... porque vivir CONSCIENTE es ser espiritual, moverte al ritmo de la vida, es ser espiritual, estar en conexión con tu cuerpo, honrarlo, disfrutar de él, gozar de la vida en plenitud, del placer es ser espiritual.
Porque no vinimos a este mundo a ser infelices, a desconectarnos de nuestra naturaleza, a sufrir, a vivir en las "nubes" deseando marcharnos.
Vinimos a aprender, fluir, experimentar, ser amor en movimiento, ser amor en plenitud, trascender los miedos....gozar, amar, llorar, reír, avanzar, retroceder... pero conscientes de que cada uno de los pasos que damos desde la conexión y la consciencia nos elevan y nos ayudan a ascender.
Aprendamos a danzar al ritmo de la vida, en armonía y sincronía perfectas.
Te invito a descubrir este camino espiritual que te lleva de la Tierra al Cielo, integrando TODO lo que realmente eres.
Awen