La duda que arrastra el infiel es la de calllar u ocultar una infidelidad. Una duda que no es más que fruto de los propios remordimientos de conciencia que surgen cuando una persona es consciente de su acto de deslealtad hacia otra. Con frecuencia, las personas quedan enredadas en si deben contar o no una infidelidad sin ir un paso más allá para valorar qué se esconde detrás de ese acto y por qué se ha producido.
No se puede ignorar la realidad
Quienes deciden callar los signos de infidelidad podrían optar por esta vía actuando en cierta forma como si no hubiera pasado nada cuando en realidad, sí que ha ocurrido. No importa que el otro no lo sepa pero sí lo sabe uno mismo. Conviene recordar que la verdadera honestidad en la pareja no solo surge del respeto hacia el otro sino también, del respeto hacia uno mismo. Quien ha cometido una infidelidad debería de estar también preparado para asumir las consecuencias de los actos.
Contar una infidelidad implica dar la oportunidad a la pareja de perdonar o no ese error. Un error que ha existido incluso en el caso de que quede en secreto. Decir la verdad también es un acto de amor en tanto que la sinceridad es uno de los pilares básico de una relación. Evidentemente, al otro le va a doler mucho conocer la verdad pero le dolerá todavía más descubrir el engaño a través de una tercera persona o cuando haya pasado mucho tiempo.
La infidelidad muestra cómo un instante aparentemente feliz puede convertirse en fuente de sufrimiento. Por eso, merece la pena hacer balance y descubrir que no compensa cometer una infidelidad ante el sufrimiento que produce en la pareja. Por eso, cuando una persona tiene pareja y empieza a sentir atracción por otra, lo más recomendable es marcar distancia.
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