Entre las especies más conocidas de sardinas, podemos resaltar la pilchardus pilchardus, que se localiza en el Atlántico y la pilchardus sardina, que habita en el mar Mediterráneo. A su vez, son de la misma familia, tanto los arenques, como las anchoas, la alacha o el espadín y el sábalo.
Las sardinas suelen ser pequeñas en tamaño y su color es entre azul y verde, además del plateado en el cuerpo. Como pescado azul, tiene muchas propiedades para el organismo y gran cantidad de nutrientes. Por ejemplo, posee casi 10 gramos de grasa por cada 100 gramos de carne, y entre sus vitaminas, es de destacar las B12, B1 o Niacina.
Además, lleva ácido graso omega-3, fuente de energía y principal propiedad para erradicar algunas enfermedades relacionadas con el corazón. Y no solo eso, el omega 3 reduce los niveles de colesterol y de triglicéridos, y presenta un contenido proteico elevado. Otras vitaminas que se le atribuyen son la A, D y E, que son buenas como resistencia a las infecciones, el crecimiento óseo, o para la absorción de calcio en los huesos.
Y la sardina contiene ciertos minerales, como fósforo, magnesio, potasio, hierro, zinc y yodo. Tales minerales son buenos para potenciar la actividad muscular, mejorar la inmunidad, para el funcionamiento de la glándula tiroides, entre otras.
Cómo comer sardina
Hay muchas maneras de comerla. Hay que recordar que una gran parte suelen degustarse en conserva, por lo que las podemos poner en bocadillos, ensaladas, pasta, etc. aunque como pescado fresco son excelentes a la brasa o fritas. Cada región tiene una forma distinta de cocinar las sardinas que pueden ser también en escabeche. Gracias a su textura fina, es un buen pescado para los más pequeños de la casa, aunque su sabor puede ser algo más fuerte. Las podemos hacer rebozadas o junto a otros platos como un pastel de sardinas que les va a gustar seguro.