Es entonces cuando nuestra personalidad se disfraza de un personaje con quien nos damos a conocer a los demás y, muchas veces, a nosotros mismos.
Puede que su origen esté en nuestro sistema familia o en nuestros ancestros (o quizás provenga de vidas pasadas que tenemos que ir limpiando durante ésta y las que nos esperan…). Por lo tanto venga con los rebirthing, con las practicas de bio-descodificación, con las constelaciones familiares, con todas y cada una de las practicas que permiten tomar conciencia y limpiar nuestro karma.
Cualquier tipo de terapia que resulte eficaz para cada uno es valida, al fin y al cabo.
Pues bien. Todo es valido.
También creo que sea igualmente valido considerar que cualquier clase de problema neurótico deriva de una falta. Y tendencialmente esta falta es una falta de cariño o amor, que digamos.
Una neurosis es un vacío, una necesidad primaria y básica que, en algún momento de la vida – presente o pasada, como queráis – se ha quedado desatendida.
Quizás William Cullen, quien en 1769 inventó este termino, no estaría de acuerdo con esta definición.
Pero si consideramos una neurosis como algo que distorsiona nuestro pensamiento racional, y que se convierte en una manera de relacionamos con el mundo, tal vez suena psico-clínicamente mejor.
Pues eso, a lo que iba.
¿Por qué es complicado sanarla o encontrar los medios para atenderla?
Pues porque nos causó un dolor al cual no estábamos preparados a enfrentarnos, no teníamos las herramientas, el tiempo, la lucidez, la voluntad o la fuerza de ponerle remedio cuando ocurrió.
Así que, borrón y cuenta nueva, a ponerle un parche y ala, a seguir, a ‘sobrevivir’… En aquel momento es la solución más valida (y provisional) que justamente tenemos y que debemos aplicar.
Perfecto, hasta aquí todos de acuerdo. Pero es justo en este punto cuando la cuestión se complica.
Si borras lo que pasó, allí se queda. Sofocado o escondido o como quieras. Antes o después vuelve a subir a la superficie. Cuanto más tarde, más fuerte y más difícil de descifrar.
Si le pones un parche, bueno, tampoco solucionas. El parche se irá despegando, tendrás que encontrar otro que cubra bien la parte, y venga allí con las energías centradas en tapar un dolor en lugar que en atender lo que lo ha causado, lo que está debajo de ese parche. Es una gran molestia y una gran contradicción que te corroe a medida que pasa el tiempo.
La evitación es una actitud engañosa. Muy engañosa.
Te da un beneficio provisional aunque inmediato. Pero luego, anda que no, te catapulta el problema encima cuando menos te lo esperas. Pues bien, qué hacer?
Nadie dijo que iba a ser fácil. Pero aún así, es solucionable.
Primero, asumir que estamos estructurados (mentalmente) para ser y vivir de forma neurótica. ¡Y que no pasa nada!
Segundo, ser consciente que lo interesante de la cuestión es que podemos vivir neuróticamente sanos!
Entonces es difícil identificar las causas que nos han hecho crear una personalidad determinada y neurótica. Esto requiere un trabajo de voluntad y compromiso firmes primero, y de toma de conciencia.
Lo complicado está en el hecho que nos genera pánico absoluto meternos en esto, rebuscar, mirar atrás, ¿y si me caigo? Y por el temor a lo desconocido, ¿con qué me voy a encontrar si me meto en esto? ¿Por qué debería ir rebuscando el cuándo o el qué, total, sigo viviendo igualmente mi vida? ¿Y si no me sirve? ¿Y si luego las cosas cambian? ¿Y cómo reaccionarán los demás? ¿Y si lo que descubro no me gusta? ¿Y si lo que descubro no le gusta a los demás? Y la gran pregunta: ¿Y si me duele?…..
Allí está! Clavado! Y sí, duele…
Pues claro que va a doler. Es como quitar el vendaje a una herida que no se ha cicatrizado y exponerla al aire, a todo, y estar allí toqueteándola todo el rato (o a que todos puedan verla y toquetearla todo el rato) hasta determinar como volver a poner el vendaje (siempre si es lo que hace falta) para que se pueda sanar.
Hecho esto lo bueno es que la herida hace por si sola lo que necesita para curarse.
Entonces, ¿vale la pena sufrir un rato, un periodo, un tiempo, para luego estar verdaderamente bien? Para simplemente probar la increíble sensación de mirarse al espejo y dejar de contarse la misma mentira día tras día? ¿Para empezar a sentir esa magia de estar conectado contigo mismo, de hacer y decir lo que sientes?
¿Vale la pena dejar de convivir con un vacío interior que, a medida que pasa el tiempo, se hace más grande? Y abandonar esa necesidad irrefrenable por la cual actuamos de forma a menudo violenta, forzamos cosas, personas, situaciones, nosotros mismos, para conseguir a toda costa intentar cubrir (y en este caso de forma distorsionada) ese vacío que ni sabemos conscientemente a qué se debe ni qué es?
Y allí también está el mega problema en las relaciones interpersonales. Porque nos pasamos una vida cargando al otro lo que no queremos solucionar en nosotros mismos. O bien exigiéndole que nos de algo que ya está en nosotros, que solo nosotros podemos encontrar y poner en su sitio, y culpándole por no cumplir! Es que de verdad…
Lo hacemos todo empujados por una tremenda necesidad de Amar y Ser Amados pero acabamos expresando todo lo contrario. Buscamos unión y causamos separación.
Y cuanto más estrecha la relación, más pesada la carga que le tiramos encima al otro. En cualquier contexto.
¿Por qué la otra persona debería estar aguantando algo que no es suyo?
¿Por qué debería tener la respuesta que nosotros necesitamos?
¿Por qué debería aceptar que, como lo tuvimos chungo de pequeños o cuando sea, ahora es legitimo que garanticemos nuestra supervivencia a costa de los demás y de nosotros mismos?
¿Por qué la otra persona, aunque le explicásemos todo este rollo, debería entendernos o aceptarlo?
Seguir sin tomar conciencia es como vivir toda una vida intentando tocarse los talones con la punta de la nariz.
Que si, cierto, puede que haya quien lo consiga. Contorsionistas hay muchos. Pero igual, aunque lo logren, no se pueden quedar en esa postura todo el rato. ¿Verdad?
La vida requiere también asumir otras posturas para hacer las cosas, hasta para simplemente relajarnos, comer, hacer el amor, leer un libro, nadar, bailar, respirar, hacer castillos de arena en la playa etc. Es decir, ¡lo mucho que nos perderíamos por estar tocándonos los talones con la punta de la nariz todo el tiempo! Entonces, digo yo, tenemos elección:
1) Dedicarnos al contorsionismo profesional
2) Decidir dedicar a nuestra persona toda la atención que se merece y abrirnos al amor, haciendo que esta vida valga la pena.
Sería un poco surrealista que ahora concluyera este escrito diciendo que me decanto por la primera opción.
De hecho mi voto rotundo va a por la segunda, sin lugar a duda. Y resumo con este manifiesto:
quiero vivir neuróticamente san@;
acepto que los demás no tienen porque aguantar mis historias ni hacerse responsables de mis problemas o vacíos interiores;
acepto mis miedos y los escucho como alertas, sin que bloqueen mis actos ni mis sentimientos;
me repito cada día que merezco ser feliz, que soy una persona maravillosa y que necesito cuidar de mi antes de empezar a cuidar, de forma igual de pura, a los demás;
pido ayuda por todos los momentos en que yo sol@ no tengo fuerza o voluntad para enfrentarme a mi mism@ ni a la vida
me abro al Amor;
me doy Amor;
confío en la vida;
confío en mi.
Ser Neuróticamente San@s implica que seamos libres de tener miedo, de expresar nuestras emociones, de equivocarnos, de golpear la cabeza contra la pared una y otra vez hasta entender una cosa.
Libres de sufrir el abandono, de sentirnos inadecuados e inseguros, de actuar según nuestro ego mande y luego aprender cómo mandarlo nosotros a callar.
Libres de ser nosotros mismos y descubrir que no se produce ningún drama por haberse atrevido a serlo.
Nuestro estado natural es un estado de Felicidad y Unión. Y el camino de la Felicidad y del Amor, una vez lo encuentras, no tiene vuelta atrás.
Anímate a enfrentarte a tus fantasmas y descubre la maravilla que llevan escondiendo desde tanto y tanto tiempo.
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Imagen destacada: Acuarela sobre papel Canson 100% algodón by Federico Milano
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© Autor: Vittoria Veri Doldo ~ Health Coach