La alimentación saludable y conciente está en un momento de pleno auge. Revisar las etiquetas de lo que comemos, evitar la comida chatarra y centrarse en una alimentación basada en el consumo de productos locales y estacionales, es una tendencia positiva para nuestro organismo y el cuidado del medio ambiente.
Pero ¿qué pasa cuando el cuidado se transforma en una obsesión?Primero dejar las carnes, después los huevos y los quesos, más tarde las harinas, el azúcar, los alimentos procesados y todo lo que venga en un envase. ¿Te parece una locura? La ortorexia es mucho más usual de lo que pensás: se estima que alrededor del 28% de la población de países occidentales tiene esta patología, aunque muchos ni siquiera lo saben.
A pesar de tener graves consecuencias para la salud, es difícil de diagnosticar porque a simple vista se cree que la persona es sana y que su preocupación por la alimentación es un hecho digno de ser admirado.
“Al principio me entusiasmé con la idea comer sano y empecé a comprar verdura orgánica y a dejar ciertos alimentos industrializados”, cuenta Agustina, de 29 años. “El problema fue que con el tiempo dejé cada vez más cosas y bajé mucho de peso. También se me complicó la vida social porque mis amigas se juntaban a cenar y yo nunca comía lo mismo. Si el plan era ir a comer una pizza ni siquiera iba. Para mí los equivocados eran los otros, tomé conciencia de que el problema era mío y de que se me estaba yendo la mano con la comida sana, cuando empecé a tener problemas de presión baja”.
Las personas con ortorexia tienen tal obsesión por comer sano que terminan enfermándose. En los casos más graves se puede padecer desnutrición, aunque también hay otras complicaciones como deficiencia de vitaminas, carencia de hierro y calcio, problemas cardiovasculares, baja presión y un nivel de masa corporal por debajo de lo que los médicos consideran saludable.
Gracias a la información que circula sobre el impacto de los productos transgénicos y la pésima calidad de vida de los animales que luego ingerimos —que pasan sus días hacinados y son inyectados con potentes medicamentos—, la conciencia de los consumidores creció, al igual que la oferta de productos ecológicos y libres de agrotóxicos.
Si bien esto es muy beneficioso para nuestra salud y el cuidado del medio ambiente, la ortorexia representa el lado oscuro de un cuidado que se transforma en obsesión. “El ortoréxico no sustituye los alimentos que rechaza por otros que puedan aportarle los mismos complementos nutricionales. Esto se traduce en anemia, carencias vitamínicas o de oligolementos o falta de energía”, dice la doctora Isabel Zamarrón, del Departamento de Nutrición del Hospital Ramón y Cajal, en Madrid.
Es muy común que las personas que sufren este trastorno alimentario dejen de comer fuera de su casa porque les preocupa la cantidad de sal, azúcar o grasas que tengan la comida que preparan otros. La paranoia, la culpa y los niveles de cuidado en relación a la calidad de los alimentos son tan extremos que ir a un restaurante o a una fiesta se convierte en una pesadilla.
La clave para una buena alimentación no es tener una dieta hiper restringida, sino comer variado y equilibrado. Saber disfrutar de un buen plato de comida y de una sobremesa con amigos, es también una manera de cuidar la salud. Ref: rumbosdigital
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