Efectivamente, hay determinadas modas que tras unos años inactivas, como si fueran pequeños virus maliciosos, de repente, salen del armario y toman las calles a traición. Tal ha sido el caso de los colores flúor, porque dime tú a mí qué necesidad había de volver a meter en nuestros armarios ese verde eléctrico, ese amarillo cegador, ese rosa quemarretinas que, si ya eran espantosos en los años 80, no han mejorado tras treinta años en barbecho. Claro, que en los 80 aún podías echar la culpa a que si éramos una sociedad muy nueva, que si la democracia estaba en pañales, que si la movida, el que no esté colocao que se coloque (esto lo dijo Tierno Galván, ojo) y tal y cual.
Pues oye, hace dos veranos, como el que no quiere la cosa, entré a una tienda de esas en las que no te oyes ni pensar y, chica, me coloqué las gafas de sol porque había más fluorescentes que en mi mesa de estudiante.
Yo pensaba que en esto del revival ochentero habíamos tocado techo cuando vi que volvían a las tiendas las Dr. Martens, esas horribles botas de estilo militar cuyo máximo grado de horterez era su variante en colorines y/o estampados variados. Y lo que es peor, volvían en versión infantil, print animal y con Hello Kitty como protagonista; dime tú a mí si esto no es para salir corriendo.
Imagen vía H&M (www.hm.com)
Aunque no os vayáis a creer que esto de las modas boomerang afecta sólo a la ropa. Hace unos días descubrí que mis dos hijas mayores eran fanses de la Abeja Maya, pero no de la Abeja Maya de toda la vida, no, de una Abeja Maya que se ha puesto bótox, ácido hialurónico y una mijita de veneno de serpiente. Y por lo visto, Los Osos Amorosos y Calimero (¡Calimero!) han seguido sus pasos. Juzguen ustedes mismos el antes y el después de estos famosos tras pasar por las manos del Dr. Hollywood:
Y mi despiporre total vino cuando la semana pasada, dándome una vuelta por ese submundo que es Instagram (que eso da para otro post...) vi que lo más in del momento en moda infantil femenina, lo que todas las itgirls de menos de diez años tienen que tener en su fondo de armario, el complemento estrella de la temporada es... ¡LOS CORDONES DE LANA PARA EL PELO!
Ahí sí que ya dije ¡virgendelamacarena! ¡Anda que no me he pasado yo tardes viendo los osos amorosos (antes de operarse), comiendo pan con nocilla y haciendo cordones de lana de todos los colores!
Sí, me has leído bien, haciéndolos, porque si algo molaba de estos lazos era hacértelos tú misma. Y es facilísimo además. Sólo necesitamos lana o hilo de algodón del color o colores que más nos guste y, como en la vida misma, alguien que nos eche una mano.
Primer paso: cortar hebras de unos 3 metros de lana o hilo de algodón (del grueso). Cuantas más hebras pongamos juntas, más grueso nos quedará el cordón.
Segundo paso: (aquí es donde necesitamos ayuda). Pedimos a alguien que coja de un extremo de las hebras, mientras que nosotros cogemos el otro y nos colocamos cada uno en una punta, sin llegar a tensar el hilo (porque se nos escapará seguro y vuelta a empezar). Entonces, comenzamos a retorcer el hilo, en direcciones opuestas, cada uno hacia un lado, de forma que quede así:
Tercer paso: cuando veamos que ya no podemos retorcer más el hilo, una de las dos personas se acerca al centro, CON MUCHO CUIDADO de que el hilo esté estirado (alargamos el brazo) sujetamos el centro de los hilos con una mano. Con la otra, juntamos nuestra punta con la que tenía nuestro ayudante, de forma que doblemos las hebras por la mitad. Es muy importante que hasta que no esté el hilo doblado, lo mantengamos estirado.
Cuarto paso: soltamos. El hilo empezará a retorcerse sobre sí mismo, enrollándose. Si quedan partes sin enrollar o no nos queda uniforme, simplemente pasamos la mano. Aquí lo importante es no solar las puntas, o no se enrollará bien.
Ahora, repetimos desde el segundo paso y ¡¡cordón listo!!
Hombre, ahorraros no os vais a ahorrar mucho dinero, porque si comparamos lo que cuestan hechos con lo que vale un ovillo de lana, pues no hay casi diferencia, pero la diversión de hacerlos y el rato que tenemos entretenidas a los enanos, ¡eso no tiene precio!
Ah, y por supuesto, cuando os hartéis de usarlos y se pasen de moda, ni se os ocurra tirarlos porque "tú no tires ná, que ya se pondrá de moda otra vez".