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Muchas veces no nos paramos a pensar lo importante que es tener un estado de salud óptimo para poder sentirnos felices y con energía a la hora de llevar a cabo nuestros quehaceres diarios. Por eso es imprescindible que vigilemos de qué forma estamos nutriendo nuestro cuerpo y estar atentos a las señales que este nos envía.
Probablemente hayas escuchado hablar de los tres grandes venenos que hoy en día van perjudicando nuestra salud pero están socialmente aceptados, son las harinas refinadas, la leche de vaca y el azúcar. Si intentas cambiar de hábitos, te encontrarás con mucha información en contra de que dejes de lado estos tres venenos, gran parte de culpa lo tiene la presión de ejercen estas tres industrias, pero si te informas, verás que merece la pena dejarlos totalmente de lado en nuestra dieta.
¿Qué son las harinas refinadas?
Las harinas están presentes en multitud de alimentos que consumimos a diario como por ejemplo el pan, la pasta, las galletas, la bollería, pizzas, etc. En la mayoría de los casos, este tipo de alimentos, han sido producidos con harinas refinadas, o lo que es lo mismo, con harinas blancas. La harina es el polvo fino que se obtiene al moler un cereal.
Expliquemos primero de qué está compuesto un grano de trigo. Este se divide en tres partes:
El endospermo, forma la mayor parte del grano, está compuesto por almidón (carbohidrato) y proteína.
El salvado, es la cáscara del grano y contiene la fibra del cereal, hierro y vitaminas del tipo B.
El germen, es la parte más pequeña del grano, contiene ácidos grasos esenciales, vitaminas del tipo B, vitamina E, magnesio, potasio, zinc y manganeso.
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Según sea el proceso al que se somete la harina podemos diferenciar principalmente dos tipos, harina refinada y harina integral.
La harina blanca o refinada se consigue retirando previamente el germen de trigo y el salvado, moliendo exclusivamente el endospermo. Como vemos al observar la estructura del grano de trigo, a este tipo de harina se le ha quitado todo lo esencial y nutritivo del cereal, es una harina que carece de fibra, minerales y vitaminas. Lo único que aporta son calorías vacías e hidratos puros. A la harina refinada también se le somete a una serie de procesos para blanquearla, se suelen utilizar gases, cloro y peróxidos para que tenga ese aspecto tan blanco y esponjoso.
La harina integral, por el contrario, se obtiene de la molienda del grano completo, sin quitarle nada. Su aspecto no es tan “puro” como el de la harina blanca, es tirando a marrón, pero consumiéndola estamos aportando a nuestro organismo fibra, vitaminas del tipo B, ácidos grasos esenciales, magnesio, hierro, zinc, vitamina E, potasio, etc.
¿Qué ocurre en nuestro cuerpo cuando consumimos harina refinada?
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Cuando comemos productos que contienen harinas refinadas nuestro cuerpo detecta que los niveles de azúcar en sangre se elevan rápidamente, con lo que el páncreas libera insulina, pero al producirse un exceso por la rápida liberación de insulina el cuerpo no consigue quemarlo y se transforma en grasa. Está muy extendida la creencia de que comer grasa engorda más que los carbohidratos, pero esto es totalmente erróneo, los carbohidratos no consumidos al momento se almacenan en nuestro cuerpo en forma de glucógeno, transformándose en grasa.
Al ingerir este tipo de alimentos podemos notar que no nos sentimos saciados, esto ocurre porque se deja de generar la hormona que actúa en el metabolismo del glucógeno, esta hormona es la encargada de que sintamos saciedad y sin ella continuamos con hambre a pesar de haber comido suficiente. También sucede que sentimos un gran subidón de energía al consumirlos, pero igual que sube rápidamente nuestra actividad, baja a igual velocidad, y ello produce que se bajen los niveles de cortisol, adrenalina y dopamina en nuestra sangre. Nuestro cuerpo sufre un gran desgaste liberando este tipo de hormonas en el simple acto de alimentarnos, en realidad sirven para rescatarnos ante una situación de peligro. ¿No te ha ocurrido en alguna ocasión que después de comer sientes taquicardias? Si alguna vez te ocurre piensa si había harinas refinadas en tu menú.
El trigo crea adicción, es un estimulante del apetito, por eso está considerado como un opiáceo alimentario ¿Has intentado dejarlo en varias ocasiones y al final te ha sido casi imposible? En algunos individuos se ha llegado a describir síndrome de abstinencia con cefaléas e incluso dolores musculares. A través del consumo de harina refinada estamos alterando nuestro cuerpo a nivel metabólico, cerebral y hormonal.
El consumo excesivo de harinas blancas también está relacionado con problemas de alergias, intolerancia al gluten y problemas en el aparato digestivo. También está comprobado que producen déficit de vitamina B.
En la elaboración de este tipo de harinas se utiliza una enzima, llamada amilasa, que puede provocar asma en algunas personas.
Entre los efectos que produce el consumo de harinas refinadas están la fatiga y el cansancio ya que este tipo de productos influyen en la química del cerebro. Nos quitan energías y fuerzas, a pesar de la creencia tan extendida de que aportan energía.
Siempre que puedas, elige productos elaborados con harina integral, pero ten en cuenta que es muy importante que sean de producción ecológica, ya que al ser molidos con la cáscara corremos el riesgo de ingerir pesticidas si no son bio. Si estás optando por un tipo de alimentación saludable puede que te desanime un poco ver que hay que mirar con lupa todo lo que se comercializa, pero al final te acostumbras, merece la pena el esfuerzo porque te encuentrarás mejor y con mucha más energía.