Talleres de liberación:
Aclaración Importante
“No, a mí no me da ir a contarle lo que me pasa a otra persona”.
“¿Liberar lo que siento adelante de alguien, o de un grupo de gente que no conozco? No... No me animo a hacer eso”.
Es común escuchar este tipo de frases. Y no resulta difícil comprenderlas, por el contrario.
Por este mismo motivo hay personas que dudan en consultar a profesionales.
Es perfectamente válido que así lo sientan.
Pero en el caso de los ejercicios de liberación emocional que enseño, esto no es necesario para obtener los beneficios buscados.
Los talleres no funcionan de esa forma.
¿Cómo funcionan?
Iremos por partes:
Para aprender y practicar los ejercicios o métodos de liberación emocional, no es necesario comunicar al terapeuta o a un compañero del taller (si se hizo en grupo y no individual) qué nos está pasando, o qué nos llevó a concurrir al taller.
Este es un dato muy importante, se trata de un hacer interior, personal.
Yo enseño una técnica determinada (es el aspecto teórico), para que la persona la aplique en ese momento (es la parte práctica del taller, justamente, donde con la guía necesaria en el proceso, nos quede claro si fue bien comprendida y aplicada) y luego se comprueban los resultados obtenidos.
Esta es la forma básica de abordaje.
Ahora bien, por otro lado, que no sea necesario expresar la emoción con la cual se está trabajando, no impide –claro- que si alguien lo desee, pueda hacerme saber qué problemática está atravesando, y qué aspectos desea liberar.
Y en ese caso podrá hacerlo porque encontrará un ambiente receptivo, de escucha y contención donde se verá sostenido y ayudado a liberar lo que necesite.
Esto también resulta importante porque la liberación tiene distintos aspectos y desde la experiencia puedo hacer una sugerencia o un aporte que la facilite. Pero –repito- esto no es decisivo ni afecta el aprendizaje, ni la práctica con sus resultados por demás benéficos.
A veces lo primero que hay que liberar es la resistencia.
Esto es fundamental, y no me refiero solo a expresarlo “hacia fuera”, sino la resistencia de permitírselo “hacia dentro”.
En mi experiencia personal noto cómo cambia el comportamiento de personas que llegan cerradas en si, poco comunicativas, y luego sienten un clima propicio para los comentarios.
O sin comentarios, se nota hasta corporalmente cómo interpretaron que al dejarse ser, y fluir con el ejercicio, los resultados obtenidos son mayores.
No somos lo que sentimos
Veíamos cómo al liberar vamos descubriéndonos cada vez más a nosotros mismos, esclareciéndonos y permitiéndonos tener una vida más plena y consciente.
Hay muchas maneras de soltar y liberar.
Es muy común actualmente el término “soltar”, se generalizó mucho y está bueno eso, pero hay que estar atento porque para ver resultados hay que saber soltar.
Es muy simple su aprendizaje y práctica, pero implica una acción profunda.
Soltar no es rechazar
Seguro estarán pensando: ¡Pero claro! ¡Cómo va a ser igual soltar que rechazar! ¡Nada que ver!
Pero veamos:
Hace poco alguien me dijo: “A veces me vienen pensamientos y recuerdos y me digo a mi mismo: ¡Basta! para dejar que se vayan, y así suelto”.
Si esto es lo que hacemos lo más probable es que nos la pasemos repitiendo “¡basta!” cada vez con más fuerza sin lograr desprendernos realmente de lo que no queremos.
Lo más importante para que de resultado este proceso de liberación es el sentir (incluso corporalmente) la emoción que deseamos soltar.
No podemos deshacernos de aquello que no tenemos
Es así de simple, y lógico.
¿Cómo vamos a sacarnos de encima, aquello que no permitimos que llegue a nosotros?
¿Cómo vamos a desprendernos de lo que no estamos agarrados?
Si no queremos que venga ese recuerdo, esa sensación, si lo detenemos antes que llegue porque no queremos "que se meta en nuestra cabeza", y lo rechazamos apenas notamos su presencia, en ese estado de resistencia, no podemos soltar efectivamente el sentimiento negativo.
En ese caso habrá primero que soltar la resistencia, porque es esa emoción realmente lo que nos está eternizando la otra.
De lo contrario el soltar será superficial, y el resultado lo será también.
Por eso esa emoción volverá una y otra vez hasta que podamos erradicarla, pero esto no será posible si la rechazamos, si resistimos tenerla.
Primero, entonces le tenemos que dar la bienvenida a ese sentimiento, para luego poder dejar que se vaya.
Es entonces sobre estos dos puntos elementales:
1) No somos lo que sentimos, y
2) Aceptamos sentir lo que sentimos, que cualquiera de los ejercicios disponibles serán efectivos. Hay muchos y de todo tipo.
Para mí el método más sencillo, potente y eficaz, es el Método Sedona.
Como decía Walt Whitman: todo es sencillo, si fuera complicado sería comprendido por todos. (Cito de memoria).
¿Me quiero liberar?
¿Realmente deseo soltar el sentimiento al que me aferro?
Otra cuestión importante para alcanzar el logro es tener realmente la decisión de liberarse.
Esto parece algo obvio, pero no siempre lo es.
Estamos apegados, -a menudo muy apegados- a ciertos sentimientos, negativos o muy negativos, que sostenemos a diario con palabras y pensamientos que los profundizan más y más, que los ahondan.
Y estamos tan pero tan involucrados en ese barullo mental y emocional, y tan perturbados realmente, que sentimos que no queremos más seguir así.
Sí, y lo decimos honestamente.
Pero si profundizamos, nos vemos enganchados y agarrados “con uñas y dientes” a esa situación.
Soltarla sería tener que dejar la cantidad de quejas a las que estamos acostumbrados y que llenan tanto de nuestra vida.
Soltarla implica abandonar el enojo que nos provoca, y que estamos tan pero tan acostumbrados a sentir que no creemos poder ser nosotros mismos si dejamos de sentirlo.
Soltarla significa también que tendremos que dejar de identificarnos con esa historia. Esa que nos repetimos a nosotros mismos infinidad de veces, o que le contamos a los demás (también infinidad de veces).
Pensemos que sostenemos un globo con gas, siempre que lo tengamos sujeto se quedará con nosotros, si abrimos la mano…
¡Chau globo!
¿Qué más fácil?, podría pensarse, -pero no lo es-, porque lo hicimos una parte nuestra. Será incómodo sostenerlo todo el tiempo y hasta puede resultarnos dañino pero es nuestro, y en algún punto tememos quedar heridos con su partida.
O pensamos:
¿Qué sentiré si me falta el globo?
Una sensación extraña…
Creemos que con él puede irse algo de nosotros.
Podríamos quedar incompletos, desdibujados.
Podemos pensar que por malo que fuese era algo importante para nuestra personalidad, para lo que consideramos que somos.
Y lo realmente importante nuestro, es lo que está encubierto por esa emoción negativa.
Lo realmente importante es lo que somos sin ese sentimiento.
También hay que estar atento a soltar sentimientos positivos.
Tampoco somos nuestros mejores sentimientos.
Tampoco.
Pero eso viene más adelante, cuando comenzamos a ir más profundo, para seguir liberando cada vez más.
Es una tarea de sanación y autoconocimiento fantástica.
Con múltiples beneficios en todas las áreas de nuestra vida.
Una vez que empezamos a tener conciencia de cómo funcionamos con nuestros sentimientos y emociones, comenzamos a reconocer e identificar lo que nos sucede en tiempo real.
Esto permite que cada vez acumulemos menos residuos emocionales.
Es como salirse de la rutina cíclica de “limpio y ensucio/limpio y ensucio”. Para comenzar a “limpiar” cada vez más y “ensuciar” cada vez menos.
Más arriba les decía que para mí, en mi experiencia personal (propia y con alumnos) el mejor método es el Método Sedona, es el que a mi entender conjuga características tan importantes como:
1) Es muy fácil de aprender.
2) Es también fácil de practicar.
3) Permite trabajar con cualquier intensidad emocional.
4) Cuando se internaliza se aplica en tiempo real,
sin necesidad de apartar un momento determinado para hacerlo.
5) Permite profundizar cada vez más para mayor sanación.
6) Los beneficios abarcan todos los aspectos de la vida,
porque es aplicable a todos ellos:
Vida de relación en general
Personal
Laboral
Familiar
Objetivos
Toma de decisiones
La vida de relación es mucho más abarcativa que la relación con familiares, amigos y compañeros de trabajo.
La primera relación fundamental la tenemos con nosotros mismos.
Somos nosotros los que entramos en relación con otros, con el entorno, con los animales, con la naturaleza, con el clima.
Si no nos relacionamos bien con nosotros, empezamos mal.
Todo se verá teñido por esa desarmonía.
Como siempre al hablar de estos temas surgen las antiguas enseñanzas que nos recuerdan la importancia de conocerse a uno mismo e ir del interior al exterior.
Es lindo recordarlo siempre. Eso nos anima en el camino al igual que los logros que surgen de seguirlas -en alguna medida al menos-.
Es un proceso, y no vamos para nada hacia la perfección.
Diría que desconocemos la meta y está bueno eso.
Vamos hacia la posible evolución de cada uno de nosotros.
Los Talleres individuales del Método Sedona están siempre disponibles, en Zona Congreso.
Los espero!
María
María Delcé
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