Todos hemos oído que atraemos aquello que pensamos, que visualizando podemos lograr todos nuestros objetivos, que si no conseguimos aquello que deseamos es porque tenemos un pensamiento negativo y nosotros mismos alejamos aquellas situaciones o cosas que afirmamos tanto desear.
Para lograr el éxito en el proyecto empresarial que has emprendido tienes que visualizarte siendo exitoso, viviendo como si ya lo hubieras logrado, nadando en la abundancia, no hagas caso de las deudas que se van acumulando o de la crisis económica porque eso te limita y te resta energía. Y, si finalmente, no lo consigues, es porque no has desarrollado un pensamiento positivo.
¿Cuántas veces has escuchado que no consigues tus objetivos o que no superas determinadas enfermedades por ser negativo? Parece que el pensamiento positivo es la panacea para tener una vida exitosa, placentera y feliz.
El pensamiento positivo no es suficiente para lograr aquello que deseamos en nuestras vidas.
He trabajado con muchas personas que han venido a terapia o a procesos de coaching frustradas y sintiéndose culpables porque no son capaces de lograr aquello que visualizan. “Por más que me repito afirmaciones positivas y me visualizo siendo feliz y exitosa, nada cambia, me siento fatal, cada vez me siento más inseguro”, son frases habituales entre las personas que han sido víctimas y han caído en la trampa del pensamiento positivo.
Y digo trampa del pensamiento positivo porque lo que sucede es que, como tantas otras palabras o conceptos psicológicos, el positivismo ha sido malinterpretado y se ha usado a la ligera.
¿Qué es el pensamiento positivo?
En primer lugar, aclarar que el pensamiento positivo no es la varita mágica. Todos conocemos a personas que han cerrado sus empresas o no han conseguido superar una enfermedad a pesar de ser personas positivas de las que ven siempre el vaso medio lleno.Con eso no quiero decir que el pensamiento positivo no sea una cualidad a desarrollar sino que le tenemos que dar su justo valor.
Lo que sucede es que últimamente, el pensamiento positivo ha sido un concepto maleado porque se afirma que tanto lo que nos sucede como lo que sentimos sea para bien o para mal depende de uno mismo. Esta es una afirmación no exenta de controversia ya que existen circunstancias que no dependen de nosotros y que pueden hacer que las cosas no salgan como nosotros queremos. Por ejemplo: un accidente de tráfico, una enfermedad, un despido, una crisis económica, etc.
Por tanto, la trampa no está en el propio pensamiento en sí sino en la interpretación que le damos al mismo.
Es una realidad que existen muchas circunstancias externas que están fuera de nuestro control y que pueden influir tanto en nuestro estado de ánimo como en la consecución de nuestros planes. Y nosotros no podemos hacer nada para cambiar esas circunstancias por muchas afirmaciones positivas que nos repitamos o por muchas visualizaciones que realicemos.
Lo que sí depende de nosotros es la actitud que tengamos ante estas situaciones adversas, la manera en que las interpretemos y la respuesta emocional que decidamos tener.
Permitidme que lo ilustre con un ejemplo, una chica me vino a terapia frustrada y decepcionada con su anterior terapeuta porque ella tenía un problema de relación con su padre y en las sesiones trabajaban con visualizaciones y afirmaciones positivas sobre lo amorosa y enriquecedora que era la relación con su progenitor. Ella me contó que durante las sesiones se sentía relajada y tranquila pero que cuando volvía a casa, nada había cambiado, la relación con su padre seguía siendo tan destructiva como siempre.
Este es un claro ejemplo de que con el pensamiento positivo no es suficiente.
En el mundo de las organizaciones sucede algo similar. En procesos de coaching con los directivos, he constatado la frustración que se les genera cuando a pesar de trabajar frases de empoderamiento y de visualizar planes estratégicos a corto y medio plazo, no consiguen los resultados esperados.
Para alcanzar los objetivos propuestos no es suficiente con soñar, con visualizar, con repetirnos frases capacitadoras, necesitamos un plan y pasar a la acción.
El pensamiento positivo tenemos que entenderlo como una manera inteligente de interpretar nuestra realidad y gestionar nuestros estados emocionales para escoger la respuesta más adecuada y concorde con los objetivos personales y profesionales que nos hayamos propuesto.
Recuerdo que en una ocasión me preguntaron si ser positivo estaba reñido con ser realista. La respuesta es no. Tener una actitud positiva y ver el vaso medio lleno no implica engañarse, ni ver todo de color de rosa. El verdadero positivismo parte de la objetividad, no niega que haya obstáculos ni que tal vez aquello que queremos conseguir sea difícil y, en ocasiones, incluso imposible. Y a partir de ese análisis, mantiene una actitud positiva de confianza en las propias posibilidades y recursos y una proactividad.
Pensar que el positivismo es sinónimo de que todo es posible y que con tan solo desearlo lo conseguiremos es la trampa que nos mantiene en una ilusión que acaba por frustrarnos y hacernos desistir.
10 tips para desarrollar un auténtico pensamiento positivo
Trabajar nuestro autoconocimiento desde un punto de vista objetivo y realista, ello implica analizar cuáles son nuestras fortalezas y cuáles nuestras vulnerabilidades y aspectos a mejorar.
No confiar en el azar, el destino o la buena suerte.
Fomentar la confianza y seguridad en nosotros mismos.
Responsabilizarnos tanto de nuestros logros como de nuestros fracasos.
Creer en nosotros mismos y automotivarnos, pasando siempre a la acción.
Definir nuestras metas, trazar un plan de trabajo realista y ser proactivos.
Gestionar de manera adecuada nuestras emociones para aprender a manejar el estrés, la incertidumbre y la frustración.
Ser conscientes de que el éxito exige trabajo, esfuerzo y perseverancia.
No creer en las “recetas milagrosas” que te prometen alcanzar tus objetivos con tan solo desearlo.
Tener presente que las frases motivadoras, las afirmaciones positivas, las visualizaciones, etc son técnicas valiosas para motivarnos y tener presente nuestros objetivos pero que por sí solas no nos darán resultado. Para utilizar un símil, son la energía o la gasolina pero tenemos que empezar a caminar; es decir, tenemos que pasar a la acción.
A modo de conclusión, tenemos que entender que el verdadero pensamiento positivo no se autoengaña, no cree en recetas mágicas y no está reñido con ser realista. Todo lo contrario, se basa en una análisis objetivo de la realidad y en una actitud de confianza en uno mismo y de proactividad para lograr aquello que nos planteamos, siendo consciente de que siempre hay circunstancias que escapan a nuestro control.
Nota: El artículo ha sido publicado originalmente en Saludterapia.