La Ley del Karma y el Perdón
El hombre no recibe más de lo que dé.
El Juego de la Vida es un juego parecido al lanzamiento de un boomerang. Aquello mismo que un hombre piensa, sus acciones y sus palabras termina por manifestarse, tarde o temprano, con una precisión que es realmente asombrosa. Aquí nos encontramos con la ley universal del karma, que significa en sánscrito «retorno».
«Todo aquello que un hombre siembra, eso mismo cosechará.»
Una de mis amigas me contó la historia siguiente, que ilustra perfectamente esta ley: «Una de mis tías me ayudó sin darse cuenta de lo que hacía a liberarme de mi karma personal; aquello mismo que yo decía, otro me lo repetía. Yo estaba a menudo irritada en casa y, un día, le dije a mi tía que hablaba durante la cena: “Deja de hablar, deseo comer en paz”. »Al día siguiente, desayunaba con una señora a la que quería causar una buena impresión. Yo hablaba con animación, hasta que ella me dijo: “Deja ya de hablar, ¡deseo comer en paz!”.» Mi amiga se encuentra en un nivel elevado de conciencia; por lo tanto, su karma actúa más rápidamente que el de una persona que está todavía sobre el plano mental.
Cuanto más sabemos, más son las responsabilidades que nos vemos obligados a asumir. Aquel que conoce la Ley Espiritual y no la practica, sufre mucho las consecuencias. «El temor al Señor (la Ley) es el comienzo de la sabiduría.» Si comprendemos que la palabra del Señor significa «Ley», muchos pasajes de la Biblia se volverán más claros. «La venganza es mía, para mí la retribución», dijo el Señor (la Ley). Ésta es la Ley que venga, no Dios. Dios ve al hombre perfecto «creado a su propia imagen» (imaginación) y dotado «de los poderes de la dominación». Ahí está, pues, la idea perfecta del hombre, tal como se halla registrada en el Entendimiento Divino, esperando que el hombre la reconozca, pues él no puede ser más que aquello que quiere ser y no puede alcanzar lo que quiere alcanzar.
Observamos nuestro éxito o nuestro fracaso, nuestra alegría o nuestra tristeza, antes de que éstas surjan de las escenas que están en nuestra imaginación. Hemos observado este hecho en la madre que imagina la enfermedad de su hijo, o la mujer que «quiere» el éxito de su marido. Jesucristo dijo: «Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres». Así que constatamos que la libertad (que nos libera de condiciones desgraciadas) procede del conocimiento, el conocimiento de la Ley Espiritual. La obediencia precede a la autoridad y la ley obedece a aquel que obedece a la ley. La ley de la electricidad tuvo que haber sido padecida antes de que pudiera servir al hombre. Aquel que la emplea con ignorancia, puede estar delante de un enemigo mortal. Así en ella está la ley del Espíritu.
Una señora que poseía una gran fuerza de voluntad deseaba llegar a ser la propietaria de una casa perteneciente a uno de sus familiares y se formaba con bastante frecuencia imágenes mentales en las que se veía a sí misma viviendo en aquella casa. Después de cierto tiempo, el propietario murió y ella heredó la casa. Muchos años más tarde, antes de que llegara a conocer la Ley Espiritual, esta mujer me preguntó un día: «¿Cree usted que yo haya tenido algo que ver con la muerte de este hombre?». «Sí ?le respondí?. Su deseo era tan fuerte que lo barrió todo, pero usted ya ha pagado ese karma. Su marido, al que usted amaba muchísimo, murió poco después, y esta casa se transformó para usted en una especie de “caballo en la cuadra” durante muchos años.» Sin embargo, ni el primer propietario de esta casa, ni el marido de la mujer habrían podido verse afectados por su pensamiento si hubieran estado firmemente anclados en la Verdad. Pero lo cierto es que ambos se encontraban bajo los efectos de la ley kármica.
Esta señora, al sentir hasta qué punto deseaba aquella casa, debería haber dicho: «Inteligencia Infinita, dame la casa que me conviene, que sea tan encantadora como ésta, la casa que es mía por derecho divino». La elección divina le habría ofrecido una satisfacción perfecta y habría aportado a cada uno su propio bien.
El modelo divino es el único con el que se puede trabajar con la más completa de las seguridades. El deseo es una fuerza formidable. Debe ser canalizado convenientemente, sino irá inmediatamente seguido por el caos.
El hombre no debe pedir nunca más que aquello que le pertenece por derecho divino
Pide lo que te pertenece y potencia lo que por derecho Divino mereces. Haz click en la imagen
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