Esta transición de la adultez a la vejez durante el proceso de jubilación puede contribuir a incrementar la autopercepción negativa que tiene de sí misma y del entorno la persona jubilada en su etapa de envejecimiento.
Algunos autores hablan, incluso, de muerte social para referirse a este fenómeno y designar el proceso “que devalúa la ancianidad a ojos de otras personas y de los propios ancianos” a lo largo de la etapa de envejecimiento y especialmente tras la jubilación (Bravo y Caro, 2002).
Por consiguiente, desde una perspectiva biopsicosocial, la entrada en el estatus de jubilado no es sencilla pues implica una redefinición de los roles sociales, afrontar los retos de la nueva etapa vital que es el envejecimiento y una merma en el poder adquisitivo.
Las tres fases de proceso de jubilación
El proceso de jubilación se desarrolla en tres fases:
Luna de miel: En etapa prima la satisfacción de poder ocupar el tiempo como se desee; puede durar algunos meses y suele acabar en la etapa de desencanto.
Fase de desencanto: Se inicia cuando la persona jubilada experimenta la realidad psicosocial negativa asociada a su nueva situación.
Fase de reorientación: Tras la fase de desencanto, tiene lugar la toma de conciencia del estatus de jubilado y la creación de nuevos lazos sociales. A consecuencia de ello, la vida se reorganiza en nuevas actividades con el fin de encontrar el equilibrio y la estabilidad.
Tres modos de vivir la condición vital de jubilado
El mayor jubilado puede vivir el proceso de jubilación de tres maneras diferentes, que son: la desaparición social, la cristalización y la adaptación.
Cada uno de estos modos se caracteriza por diferentes peculiaridades:
Si el mayor jubilado opta por la desaparición social, se retira por completo del mundo laboral y social, potenciando con ello su entrada en la muerte social caracterizada por una de-socialización gradual o abrupta.
Si opta por la cristalización, el mayor jubilado intentará combinar la jubilación y la actividad laboral para mantener en la medida de lo posible su nivel de ingresos anuales y su estatus social anterior.
Si opta por la adaptación, se centrará en una re-socialización mediante la programación de nuevas actividades sociales, culturales y recreativas.
Por ello, toda intervención psicológica en la jubilación en la etapa de envejecimiento deberá poner el énfasis en evitar la muerte social y la de-socialización, y en potenciar y favorecer la re-socialización y la adaptación del mayor jubilado a sus nuevas alternativas vitales.
Con la adecuada adaptación y una buena orientación hacia las metas vitales deseadas y significativas, la jubilación puede ser una etapa de crecimiento y desarrollo personal gratificante y enriquecedora.
Bibliografía:
Bravo, C. y Caro, M. (2002). Efectos psicosociales de la jubilación por vejez en las variables de autoestima y apoyo social en el adulto mayor afiliado al Instituto de Normalización Previsional de la región metropolitana. Psykhe, 11(2), 89-108.