El perfeccionismo es una losa en muchos momentos de la vida pero lo sufrimos todavía más en situaciones concretas que, de por sí, resultan más estresantes. Por ejemplo, la angustia del perfeccionismo aumenta cuando una persona afronta un nuevo trabajo y se exige el mismo nivel de perfección en las tareas que aquellos profesionales que llevan en su puesto mucho tiempo. Lo normal es que el aprendizaje, en cualquier ámbito de la vida, no sea automático. Es positivo tener paciencia con uno mismo y respetar los propios ritmos.
La angustia del perfeccionismo también aumenta en una filosofía de vida marcada por la presión por los resultados (un contexto en el que viven muchos emprendedores y trabajadores). Estos resultados externos obligan a la persona a mostrar constantemente que está superando ese examen de perfección. ¿Quieres ser feliz o prefieres ser perfecto? Yo creo que el dilema no es tan complicado de resolver.
Cómo relativizar el deseo de ser perfecto
1. Ser perfecto sería muy aburrido. Las dificultades que encontramos en el aprendizaje también nos aportan esa satisfacción de haber comprendido algo que previamente no entendíamos.
2. Tener defectos no es algo personal sino universal. Las personas perfeccionistas deberían analizar en qué forma observar los defectos ajenos. Seguro que no son tan duras con los demás como lo son consigo mismas. En ese caso, se trata de incrementar esta comprensión para ganar también objetividad interior.
3. Poner en perspectiva si realmente compensa ese desgaste producido por la autoexigencia de ser el mejor y la calidad de vida presente. Si eres una persona perfeccionista te hago la siguiente pregunta: ¿Te gustaría llegar a los 60 años con la sensación de no haber disfrutado plenamente de tus logros? (esto es lo que ocurre en el caso de ser un eterno insatisfecho).
4. El perfeccionismo puede traer consigo otras dificultades añadidas, por ejemplo, la ansiedad. Una persona perfeccionista se preocupa mucho por aquello que dirán los demás. Lo cierto es que vivir pendiente del juicio ajeno es una forma de vida muy superficial. La verdadera felicidad depende de uno mismo y es un riesgo poner la dicha en el lugar equivocado.
5. A veces, sufrimos más por cómo nos ha hecho sentir una persona determinada ante un error (pero es su responsabilidad no la nuestra). Existen humillaciones que duelen mucho en este contexto. Sin duda, tener un buen jefe en el trabajo es uno de los mejores premios que puede tener cualquier empleado.
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