Estamos en una época que todo avanza a unas velocidades inexplicables. Todo cambia cada segundo y gran parte de nuestras consciencias aún se encuentran en otros tiempos. Aprender a vernos desde otro prisma y adaptarnos a los cambios nos hará evolucionar la consciencia.
Hasta que punto el ser humano puede simplemente ser lo que es, si en las profundidades de la consciencia se encuentra sus creencias. Mayormente éstas condicionan la libertad de la persona.
Llegar a “ser” se ha convertido en algo casi inalcanzable para muchos de nosotros. No tenemos claro cuál es el verdadero significado y en muchas ocasiones actuamos en piloto automático sin darnos cuenta, que estamos participando en el juego de no ser. Punto imprescindible para empezar a reconocer todos los aspectos de nuestro mundo interior.
La unión entre la espiritualidad y la neurociencia se han convertido en un pilar importante en el entendimiento y funcionamiento de la consciencia humana. Cada día se descubre algo que rompe todos los moldes preestablecidos dentro de la comunidad científica, llegando a cuestionarse la existencia de los límites mentales y la capacidad del cerebro.
Nuevas enseñanzas y el conocimiento de los nuevos avances de la “era del despertar” nos demuestran que venimos al mundo con unos condicionamientos aprendidos por el medio en el cual nos “educamos”, es decir los estímulos externos que recibe nuestro cerebro en su etapa de formación (con los padres, el colegio, amistades y el colectivo de la sociedad) y lo más sorprende con un paquete de información heredados de nuestros ancestros. Esta carga no siempre se manifiesta en nuestra realidad; a modo de metáfora vendría a ser como una estantería llena de libros para escoger el que necesites aprender o leer en el momento según la situación que viva cada persona.
No estoy seguro de que yo exista, en realidad. Soy todos los autores que he leído, toda la gente que he conocido, todas las personas que he amado, todas las ciudades que he visitado, todos mis antepasados.
J. L. Borges
Con tanta información y niveles de creencias en nuestras mentes y en todas nuestras células se nos dificulta encontrarnos a nosotros. Da la sensación de que otra persona decidiese por nosotros y no somos muy conscientes de esa realidad.
El ser uno mismo por ende es el gran mito de los últimos años. La búsqueda constante de una identidad nos ha mantenido apartados de nuestra verdadera esencia. Es más, experimentamos tantas cosas que no queremos, preferimos agradar a los demás, ser infelices y sufrir antes que atrevernos a crear una nueva realidad. Así se pasa el tiempo hasta que llega el día que damos una mirada atrás y el camino que hemos dejado no nos agrada, se nos eriza la piel y caemos en un estado de depresión.
No existe la receta exacta para lograrlo porque cada persona es un mundo dentro de este infinito universo, sin embargo, con certeza un cambio de percepción sobre nosotros mismos, soltar nuestros prejuicios sobre otras realidades y tener el valor de hacer aquello que nos apasiona podría darnos un bienestar social y emocional mucho más elevado.
¿Qué sabe el pez del agua donde nada toda su vida?
Albert Einstein
Thábata Emo