El establecimiento de los vínculos afectivos o apego desde las primeras etapas de desarrollo del niño es un tema de interés, tanto para los padres como profesionales, por sus repercusiones en el desarrollo emocional, cognitivo, motor y social del niño. De las distintas herramientas empleadas para tal objetivo está el uso del tacto a través del masaje.
La piel, el contacto y su importancia en el masaje
El tacto es el primer sentido en aparecer y el último en desaparecer desarrollándose aproximadamente entre la sexta y novena semana de gestación. A partir de este momento el líquido amiótico ayuda al bebé a sentir/experimentar el tacto, primer símbolo de comunicación y vínculo relacional esencial a través de la piel. Ésta es un gran sistema de comunicación, que permite al organismo a interaccionar con el mundo exterior, a través del sentido del tacto al transmitirse señales y mensajes del medio externo al medio interno.
La piel y el sistema nervioso derivan de la misma estructura embrionaria, el ectodermo, es por ello que la estimulación de la piel repercute directamente en el sistema nervioso.
El contacto, piel con piel, que se establece durante el masaje favorece la liberación de oxitocina, hormona de la sociabilidad, esencial en la instauración de uniones afectivas. De este modo, el masaje en el niño mejora la interacción cuidador-bebé, conduciendo al niño a crecer, madurar y expresarse de la forma más óptima. Así por ejemplo, 15 minutos de masaje antes de irse a dormir durante un mes establece vínculos de juego entre padres e hijos.
Masaje infantil, contacto y vínculo.
Splitz habla de la necesidad de establecer en los primeros años de vida una relación estable con la madre, para evitar la aparición de alteraciones emocionales, sociales, cognitivas o motoras. En aquellos casos en que esta relación inicial no se haya dado deben buscarse estrategias para reparar esta situación. Precisamente la utilización del masaje resulta una herramienta esencial en la estimulación o recuperación de las facetas perdidas por la falta de estímulos en edades primordiales. En estos casos, el masaje acelera el proceso de mielinización y mejora la comunicación entre el cerebro y el cuerpo. Por otra parte, el masaje permite un equilibrio entre tensión y relajación, posibilitando recibir mayor número de estímulos para el aprendizaje al ser capaz de observar, sentir, participar, escuchar y experimentar con mayor facilidad. Paralelamente, el miedo y la ansiedad de los niños, sobre todo en aquellos casos en que ha existido abandono, mejora por el control sobre el sistema neuroendocrino, ya que el masaje juega un papel primordial en la activación e inhibición de distintos neurotransmisores. La disminución del estrés al recibir o aplicar masaje permite reducir los niveles de distrés al controlar, entre otras, la producción de la hormona adrenocorticotrópica (ACTH) y catecolaminas. Conjuntamente se libera prolactina y oxitocina, hormonas que favorecen la creación de uniones afectivas entre el cuidador y el niño, destacar que la oxitocina en el cerebro de la madre ayuda a una reorganización que refuerza los comportamientos maternales desarrollando la necesidad de mayor interés, en atender y cuidar al niño, al intercambio de caricias generándose un biofeedback. El contacto corporal, vivenciado de manera positiva, ayuda al niño y a los padres a mitigar las tensiones físicas, psíquicas y emocionales. Además, el estímulo de los receptores cutáneos, tendinosos y musculares produce una mejor respuesta para el desarrollo cognitivo y motor, y establece en el niño el aprendizaje de su identidad.
Algo más que masaje...
El masaje en el niño no solo se basa en el tacto sino que hay otros elementos básicos que lo acompañan para favorecer el apego, éstos son: el contacto ocular, la vocalización y conocerse mutuamente. Al aplicar masaje no puede olvidarse en ningún momento el papel del contacto ocular. Los impulsos visuales van desde el ojo hasta el tálamo y de aquí a la corteza visual. La información del tálamo pasa directamente a la amígdala, identificando el significado emocional de la información no verbal. Una mirada dulce, un rostro tranquilo o una sonrisa conllevan unos estímulos positivos en la amígdala traduciéndose en una mayor liberación de serotonina y oxitocina. Junto al contacto visual, mientras administramos masaje debemos hablar o cantar al niño dulcemente para potenciar emociones positivas.
Schneider (2000) nos dice: “El masaje regular proporciona al progenitor un tiempo para sentirse familiarizado con el lenguaje corporal de su hijo, con sus ritmos de comunicación, sus umbrales de estimulación y también con el aspecto de su cuerpo en momentos de tensión, así como de relajación. El masaje, que combina intimidad, comunicación, juego y cuidados, puede hacer que el progenitor se sienta mucho más competente”.
Los beneficios del masaje no solo permiten el buen desarrollo del niño sino que tienen un impacto positivo en los padres al reforzar el instinto y la intuición, responder eficazmente a los mensajes no verbales del niño, dotar de mayor autoconfianza y aumentar las habilidades para ayudar a sus hijos en un futuro.
Dependiendo de la edad del niño la forma de aplicar el masaje es diferente. Si bien durante los primeros meses el masaje se basa en caricias y maniobras para flexibilizar los tejidos, posteriormente se convierte en un juego, en el cual el cuerpo es un lienzo donde se da el juego, o sirve como escenario de una narración oral, donde los personajes se desplazan por la piel. Entre los cuatro y nueve años el masaje debe aplicarse entre compañeros de aula, en forma de juego utilizando manos, pelotas, cañas de bambú, etc., para generar vínculos afectivos con éstos.
Si bien las uniones y capacidades afectivas entre los individuos deben desarrollarse en edades tempranas con las figuras paternas, posteriormente deben proseguir en la edad escolar para ayudar a la sociabilidad del niño.
Cristina Torres Pascual