Hoy en día el deporte se realiza de muchas maneras. Pero todos los deportes tienen una cosa en común: nos hacen movernos, gastar energía, circular los fluidos y mantener nuestro cuerpo en forma, todas cualidades hasta ahora. Pero la intensidad de los deportes practicados, el estado general del practicante, la dieta y la hidratación, la posición, el material utilizado y el tiempo de práctica son parámetros importantes a tomar en cuenta y que pueden incidir negativamente sobre nuestro organismo.
Las articulaciones son, muchas veces, puestas a duras pruebas (rodillas y tobillos para los que corren; rodillas y hombros para los ciclistas; codos, rodillas y hombros para los que practican gimnasio...), y después de un cierto tiempo empiezan a aparecer dolencias por sobrecarga, mala posición o material no adecuado.
Estas dolencias pueden ser muy molestas y llegar hasta una inmovilización completa para el deportista, lo que es una lacra para los deportistas de alto nivel, porque significa perder masa muscular y tiempo de entrenamiento en periodos que pueden ser muy largos, semanas o meses, comprometiendo una temporada entera de trabajo intenso.
Las articulaciones y sus ligamentos, tendones y cartílagos
Las articulaciones son generalmente constituidas por dos huesos y tejidos que mantienen estos huesos juntos y móviles. Son los ligamentos, los tendones, los cartílagos y los meniscos, que permiten atar los huesos juntos y hacer los movimientos de la articulación. Estos tejidos son los que se desgastan los primeros y son los que nos interesan hoy. De hecho, tienen una cosa en común: que son tejidos no irrigados por la sangre del cuerpo. La sangre no llega a ellos.
En caso de deporte intensivo, estos tejidos se ven muy solicitados, algunas veces por mucho tiempo (maratones, carreras, competiciones,...) y pueden resultar dañados (falta de hidratación, carencias en minerales, mala lubricación...) lo que crea una inflamación que se manifiesta en dolor y que va en aumento si no hay un tratamiento aplicado.
El problema es que como son tejidos no irrigados por la sangre, les cuesta mucho arreglarse por sí solos, porque no está la sangre para sacar la inflamación y los agentes patógenos y tampoco está la sangre para traer los nutrientes necesarios para curar la dolencia. Esto deriva en heridas muy complejas de curar, recaídas frecuentes (por no terminar completamente el proceso curativo que puede ser muy largo), abuso de los fármacos anti dolores y su correspondiente perdida de efecto (con los efectos secundarios conocidos asociados a este tipo de medicamentos), incidencia sobre otras partes del cuerpo por compensación (si es la rodilla derecha que está afectada, tendremos tendencia a apoyar mas peso sobre la otra con, a la larga, el desgaste correspondiente...).
La cirugía tampoco es una solución, porque la ablación nunca es una solución pertinente, el cuerpo necesita de todas sus partes para funcionar adecuadamente...
El poder de la arcilla
Es ahí que el poder antiinflamatorio, cicatrizante y remineralizante de la arcilla tiene toda su importancia. La aplicación de un cataplasma de arcilla sobre la articulación afectada desde la aparición del síntoma del dolor permite un alivio rápido. Pero sobre todo permite al tejido afectado eliminar las toxinas responsables de la dolencia (absorción) y facilita su recuperación total.
La arcilla actúa sobre el cuerpo vía la electricidad. Nuestro cuerpo es de polaridad positiva (ácido) y la arcilla es negativa (alcalina). Cuando se aplica un cataplasma sobre el cuerpo se crea una micro corriente eléctrica, por diferencia de potencial. Es esta corriente que va a servir de vehículo para sacar la inflamación y para traer al cuerpo todos los minerales y oligo-elementos que este necesita para su recuperación. Hoy es bien conocido que la electricidad favorece y acelera la reconstrucción de los tejidos (técnica Indibateca). Además la arcilla actúa como un enorme depósito de minerales y oligo-elementos disponibles para el cuerpo, que escoge lo que necesita para su curación.
También sobre una herida articular mas vieja, la arcilla funciona muy bien, pero teniendo en cuenta que el tiempo de curación es siempre proporcional a la antigüedad de la herida (más vieja sea la herida mas tiempo necesitara para curarse del todo). ¡Lo que sí, es que lo que cura la arcilla, curado está, sin miedo a una recaída!
Actuar rápido
Lo importante es empezar el tratamiento enseguida después de la detección de la dolencia, sin esperar a su empeoramiento. El tratamiento consiste en la aplicación diaria de cataplasma de arcilla sobre la articulación dañada y la ingestión de arcilla Illite ultra ventilada por vía interna, diluida en agua, para restablecer todos los niveles de minerales y oligo-elementos en el sistema digestivo y en el cuerpo (las tendinitis provienen generalmente o de una deshidratación o de una carencia en un mineral vital para el tendón).
Si seguimos una pauta de cuidados cotidianos podemos reducir drásticamente el tiempo de recuperación y de inmovilización, y disminuir mucho el impacto sobre el cuerpo y lo que queda de temporada. Es importante reducir paulatinamente el tratamiento y seguir después de la desaparición del dolor con un cataplasma a la semana para reforzar la articulación y evitar recaídas.
También se puede aplicar a modo preventivo sobre las articulaciones las mas solicitadas, dependiendo del deporte practicado, una vez a la semana o antes de una competición.
¡Y siempre con las ventajas de los tratamientos con arcilla, que son la ausencia de efectos secundarios, reacciones, alergias o sobredosis y ¡a un precio muy accesible!
Lo único que nos pide la arcilla para curarnos es un poco de nuestro tiempo.