Lunes, 31 de marzo. Madrid, Barajas, 13:58 del mediodía. Mi avión con destino a Amsterdam tiene más de una hora de retraso. Tengo dos horas para pensar, para escribir, para poner en orden mis ideas. Acabo de tomarme un café bastante malo por 1.55 en la cafetería frente a la Terminal 2, aprovechando los últimos para mí rayos del sol de esta primavera ibérica en todo su esplendor, y preparándome mentalmente para los días grises de lluvia de Holanda.
Empecé escribiendo esas reflexiones en una servilleta mientras me tomaba ese café tan caliente e insípido en un vaso de plástico, al tiempo que el sol me quemaba la cara: Reflexiones de una Coach nómada. Tengo 35 años y estoy reinventando mi vida. De hecho mi proyecto de fin de curso habla precisamente de esto: de cómo cambiar de profesión y en definitiva de vida, para reencontrarnos con nosotros mismos y poder vivir de acuerdo a nuestra esencia, pasión, talentos… en coherencia con nuestro propósito vital. Un proyecto en el que creo, bello y necesario, sin duda alguna.
Pero esto es sólo el comienzo, me dice mi mente o mi intuición. Ahora comienza la vida real, comienza mi proyecto aplicado a la vida de otros, tratando de ayudar, de aportar ese valor a los demás. Y comienza la inseguridad y los miedos. Ser Coach no significa haberte curado de todos tus miedos, la diferencia es que ahora sientes que eres capaz de superarlos, que tienes las herramientas.
Por otra parte ?estaba pensando? no hay nada seguro en mi vida, ni siquiera tengo planes concretos más allá de este mes. Nada, salvo la fecha de regreso a Madrid a finales de abril. Pero mientras trataba de poner en orden tantas ideas, ilusiones, preguntas, una frase apareció con claridad en mi mente: La vida son Proyectos. Vivir es tener proyectos por cumplir, sueños concretos que alcanzar, sean pequeños o grandes. Si quieres ser feliz, ponte una meta. Pero que sea una meta importante para ti, que resuene contigo, con tus sueños y deseos reales.
Hoy por ejemplo, al hacer una parada en el trayecto al aeropuerto, tuve clara una de estas metas: el lugar en el que desde hace años he querido vivir. Y lo alcance o no, ya lo tengo en mente; no es un sueño imposible, la cuestión es hacerlo real, encaminar mis pasos a la realización de este sueño. Y sobre todo, muy importante, verbalizarlo, atreverse a soñar en voz alta, incluso compartirlo con los demás. ¿Por qué a veces nos avergonzamos de nuestros sueños? ¿Acaso creemos que nos merecemos menos? ¿Quién pone los límites? Gran pregunta. Y gran respuesta: Casi siempre somos nosotros.
Lo importante es convertir esos sueños en proyectos, en objetivos. Ahora que oficialmente soy una Coach profesional, con más de 350 horas de teoría y práctica durante el intenso curso que he superado y más de 50 horas de sesiones individuales con clientes, la idea que me mueve es que por fin he conseguido reunir mis pasiones y mis talentos en lo que es hoy mi nueva profesión: escribir desde el alma para transmitir, comunicar, crear, idear, escuchar, ayudar y viajar… De repente toda mi vida cobra sentido.
El año pasado por estas fechas me encontraba en la playa, en ese momento largo de desconexión, buscándome a mí misma. Aun no sabía si sería Coach, PNL Practitioner, Maestra de Reiki o Escritora. Un año después conseguí uno de los objetivos más importantes de mi vida: sentirme realizada como profesional, amar y disfrutar de lo que hago. Y parafraseando a una maravillosa compañera del curso que me ha aportado muchísimo con su increíble calidad humana ?¡gracias, Almu!?, ahora lo veo claro: mi adicción también son las personas. Personas como yo, que sueñan, en voz alta o en voz baja, que buscan, preguntan, se equivocan y caen, se levantan, se hacen fuertes, progresan, cambian, vuelven a caer y vuelven a levantarse, a encontrarse, a buscar una vida mejor.
La gran lección que he aprendido en mi humilde trayectoria como Coach es la grandeza de las personas. Y esta grandeza es amor. Amor a esas personas ?absolutamente todas? que llevan dentro ese gran potencial, fortalezas y debilidades, miedos, sueños, corazón y alma que todos compartimos. Cuando veo esa grandeza en las personas al tratarlas como Coach, me veo realizada, me veo grande yo también, partícipe de sus sueños, y vibro en sintonía con sus emociones, su búsqueda de propósito en la vida, su propia realización. Y éste es el mayor regalo que puedo llevarme de esta profesión. Por eso sé que estoy en el camino adecuado.
He aprendido muchísimo de mis compañeros del curso en estos 7 meses: ellos me han enseñado cosas sobre mí con su pasión, inconformismo, coraje. Todos hemos crecido como personas y como profesionales. Y ahora nos espera un nuevo comienzo y todos nos preguntamos: ¿y ahora qué?
Ahora, proyectos, sueños con fecha, metas, compartir, crear juntos, ayudar, buscar ser útiles al mundo, a las personas. Por eso coincido con mi profesor y director de la escuela, el Coaching es una de las profesiones más bonitas que hay, porque saca la grandeza que hay en cada persona.
Ha pasado una media hora y ya me queda menos para coger el avión que me devuelve a mi vida nómada. En España luce el sol, en Holanda me espera el frío. Pero ahora tengo más claro que nunca que quiero volver, que ya sé cuál es mi lugar en el futuro. Y también sé que vuelvo junto a una persona maravillosa, la persona que más ha creído en mí, sin la cual hoy no habría alcanzado el sueño de realizarme como profesional ni sería Coach: esa persona es mi marido, y mañana cumplo 5 años a su lado, 5 años que me han cambiado la vida. Y ahora es cuando todo cobra sentido.
Y espero que todos vosotros, mis lectores actuales y futuros, forméis parte de este proyecto maravilloso que comienza para mí ahora, pero sobre todo, que comienza para vosotros. ¡Gracias por acompañarme en este apasionante viaje!
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