Yo fui una de ellas.
No lo sé, pero creo que si tú por ejemplo te sentiste así es porque la realidad es como nuestros gastos, si no la vemos pareciera que todo va bien, pero cuando pasan los días y los meses sin atenderla, aquella bola de nieve, aquella pelusilla antes diminuta, ha crecido tanto que ya no podemos esconderla durante más tiempo debajo de la alfombra.
Y es cuando la realidad explota ante nosotros, cuando nos avisan las señales ya ineludibles, cuando aparecen los números rojísimos de la verdad, que nos damos cuenta de que tenemos un problema y entonces es cuando experimentamos el miedo.
Si no haces caso a los susurros del aviso, acabarás enfrentándote a los gritos del peligro.
Sergio Fernández
Pero todo eso tiene una rápida solución. Solución que también millones de personas antes que tú han puesto en práctica y que también han dejado constancia escrita, oral y en canciones. Por eso hoy, si me acompañas, voy a hablarte sobre lo que he aprendido acerca de…
Qué es eso de tener un buen día
Felicidad es no necesitar de ella.Séneca
Un buen día es aquel en el que estás en calma aun encontrándote subido a un húmedo y resbaladizo mástil en un barco embestido por el oleaje, observando cómo estás exactamente donde estás y no escapando de tu presente acudiendo una y otra vez a un posible futuro mejor, donde no estás acudiendo a tu pasado para arreglarlo o para permanecer en él pues piensas que, aunque sólo exista en tu mente, es más agradable que tu presente.
Un buen día es aquel en el que sientes, del verbo sentir/sentire/percibir con todos los sentidos, aquello que ese día te haya puesto en tu camino.
Un buen día es aquel en el que, cuando te preguntan cómo estás, ni siquiera sientes la necesidad de contestar estoy bien, pues simplemente lo estás.
Un buen día es ese que cuando vas a dormir, lo haces con tranquilidad, quietud, sosiego, con esa expresión en el rostro de quien ha terminado un trabajo, de quien ha llegado donde quería, de quien ha hecho aquello que tenía. Ese día que cuando despiertas, respiras, quizás te estiras, miras y, lo que ves, lo que eres, te gusta.
Eso es un buen día para mí.
El secreto arte de tener un gran día
Hay tres cosas que quiero transmitirte:Tú has nacido para tener muchos y muy seguidos y muy buenos días, pero quizás aún no te lo ha dicho nadie. Cuanto más consciente seas de este hecho, más días buenos tendrás pues más se multiplican.
Los grandes días no son sólo para cuando, en tu infancia, llegabas a casa cubierto con una sonrisa porque simplemente habías jugado una partida épica a las chapas, porque habías ganado a la peonza, o porque el chico o la chica que te gustaba, te devolvió la mirada. No son sólo para cuando estás de vacaciones y piensas: me quedaba aquí. Es decir, los grandes días no acaban al llegar la dura realidad pues, tu realidad, no tiene por qué ser dura.
Estás a la distancia exacta de un pensamiento de tener el mejor día de tu vida.
Ahora, en lugar de ir enumerando hábitos y hábitos que te llevan a tener un buen día pues ya te los he mencionado en otras ocasiones, te contaré dos historias personales.
Cambio
¿Puedes aceptar la noción de que una vez que cambias tu estado interno, no necesitas que el mundo externo te proporcione una razón para sentir alegría, gratitud, aprecio o cualquier otra emoción elevada?Joe Dispenza
Creo que uno de los más grandes aprendizajes de mi vida ocurrió de manera casual cuando tenía unos veintisiete años y caminaba por la calle.
Había quedado a las cuatro de la tarde para visitar una habitación preciosa y a buen precio al ladito de la churrería San Ginés, en Madrid centro. Justo a las cuatro me envía un mensaje la chica que iba a enseñármela y me dice que lo siente pero que ha tenido un percance y que tardará aún una hora en llegar y que nos vemos a las cinco.
No te preocupes, le digo.
Así que me voy a dar un paseo por los alrededores, entro a una de esas cafeterías bonitas del centro, abro mi ordenador y me pongo a trabajar un rato. Poco antes de las cinco de la tarde recibo un whatsapp de la chica donde me pide que la perdone, pero que la habitación ya se ha alquilado puesto que al final había llegado antes de lo previsto y se había encontrado esperando frente a la puerta al chico que iba a visitar la habitación justo después que yo y, cómo no, se la había quedado.
¿Estás de broma no?
— No.
O sea, que llegas tarde, me haces esperar una hora, y… querido lector, querida lectora, ya te imaginas el resto, el caso es que tras decirle varias cosas que pensaba de ella me fui a caminar. Tendrías que verme en aquel momento, pues mi cara y mis pensamientos eran la representación de la amargura, de la rabia y de la vaya una tontería que llevas encima.
Mientras caminaba, de repente y por alguna razón que aún desconozco, quizás una ayuda, quizás una microiluminación , pienso: ¿Necesito que mi cara refleje mis pensamientos?
No, respondí.
Y relajé mi cara.
¿Necesito estar caminando con este cabreo mientras hace un día maravilloso, hay otras miles de habitaciones, y en realidad da exactamente igual que no me hayan alquilado esa?
No, respondí.
Y de repente, todo cambió.
En un segundo, con uno sólo de mis pensamientos cambié mi estado de ánimo de triste a feliz, donde antes había oscuridad, ahora había luz, donde antes había una contracción en el pecho, ahora había una liberación.
Es cierto que tuvieron que pasar aún unos años para que, en un curso de diez días, un señor llamado Goenka me dijera algo así como:
Antes creíais que el cien por cien de vuestro estado de ánimo dependía de vuestras circunstancias, y es posible que ahora tras este pequeño curso penséis que el cinco por ciento depende de vosotros y el noventa y cinco restante depende de las circunstancias. A medida que vayáis progresando en el camino, os daréis cuenta de que el cien por cien de vuestra experiencia vital depende única y exclusivamente de vosotros.
Presencia
Quizás pienses que exagero, pero ¿sabes? en julio terminé mi tercer retiro Vipassana y además por entonces llevaba varios meses practicando a diario pranayama, meditación, yoga y chikung y, aunque no sé la razón exacta, sí que tengo mis sospechas de qué me ocurrió por aquellos días.Por ejemplo al despertar me quedaba en la cama, y entonces, ahí tumbado, a veces con los ojos abiertos, a veces cerrados, experimentaba una sensación de intenso placer, simplemente estando, siendo, sintiendo. Da igual que fueran las seis de la mañana que las nueve, no importa si me había acostado pronto o tarde, si era lunes o sábado, si tenía algo que hacer o si no.
El mero hecho de respirar me proporcionaba una curiosa y hasta entonces desconocida satisfacción, y además, mis pulmones no eran como eran antes. Ahora eran como más blanditos, más esponjosos, y del tamaño… qué podría decirte. Mis pulmones parecían ser el doble o quizás el triple de grandes, donde las bocanadas de aire se sucedían como por fases. Fase uno, lleno la zona inferior del pulmón, fase dos, la superior.
Aquellos días, además de mi meditación por la mañana me quedaba, a menudo, simplemente sentado sintiendo profundamente el cuerpo, en el sofá, en la silla, en la cama. Nada especial, no trataba de sentir ninguna zona en particular, pero sin embargo era como si fuese capaz de sentir la energía que recubre todo el cuerpo.
Y lo mejor, lo más extraordinario para mí, lo más relevante para este capítulo, no era eso.
En el día a día, en las interacciones que tenía con otras personas, con mi madre, con mis hermanos, con algún amigo, no reaccionaba con negatividad ante esas pequeñas agresiones verbales o situaciones que muchas veces se suceden con la familia y los más cercanos y, en cambio, todo lo observaba, gracioso, con humor, sonreía.
No reaccionaba y si reaccionaba reía y contestaba con amor, en paz, con creación en vez de con lucha y con oposición. Donde en otras circunstancias vería un motivo de discusión, ahora sólo veía una conversación.
Querido lector, querida lectora, aún a pesar de que pienses que de qué voy o quién me creo, has de saber que yo he venido aquí a contar abiertamente mis avances, mi crecimiento, mi desarrollo y ¿sabes qué? pues que creo que durante aquellos días lo que experimenté fue una subida de conciencia, un cambio en mi frecuencia energética gracias a todas aquellas prácticas que, oh qué casualidad, tienen como finalidad aumentar tu conciencia.
¿Y qué pasó después, tras ese período? pasó lo que casi siempre pasa cuando pasan las semanas tras un retiro de Vipassana, que dejé de hacer una hora diaria de chikung, que dejé de meditar tanto y tan concentrado, que dejé de hacer pranayama al despertar.
Ahora, precisamente ahora que estás leyendo esto, he vuelto a la carga. Llevo varias semanas focalizado y practicando y en ocasiones vuelven aquellas sensaciones, aquellas no reacciones, aquellos días buenos.
Estas palabras son lo más cercano que hoy conozco y puedo hacerte llegar desde la distancia sobre cómo tener un buen día, un día maravilloso. Ahora sé que esos días, que esas sensaciones como de estar en el paraíso, son nuestro derecho de nacimiento y que sólo tenemos que ir a por ellos. La pregunta es, ¿estamos dispuestos?
Gracias por leerme.
Donar con Paypal.